Día Internacional de la Mujer 2015: Entre las colas y las balas
Uno de cada dos hogares venezolanos está dirigido, soportado, defendido por una mujer sola. Ciertamente, las estadísticas oficiales hablan de algo menos: Según revelaron los datos preliminares del XIV Censo Nacional de Población y Vivienda 2011, el porcentajes de mujeres que son jefas del hogar alcanzó 39,3% del total.
Pero todos los analistas de estadísticas sociales coinciden en que este dato encubre un brutal subregistro: Por diversas razones, entre las que destaca la propia seguridad del hogar, en los mayoritarios sectores populares del país la mujer jefa de familia es reacia a admitir ante un extraño (encuestador, empadronador del censo o simple curioso), que está sola. Ante la pregunta: “¿Quién es el jefe del hogar?” la respuesta automática suele ser “él no está ahorita, salió, pero… ¿De parte de quién? ¿Qué se le ofrece?…”.
Los números hablan
De manera que no es arriesgado asumir que, hoy por hoy, al menos la mitad de los hogares de está Venezuela en crisis está regido por una mujer solitaria. Esta lamentable realidad se ha venido construyendo de manera sostenida a lo largo del tiempo: De acuerdo a los Censos de Población y Vivienda, en 1981 más de medio millón de venezolanas eran jefas de hogar. Esos 590.220 hogares en los que la mujer ejercía en solitario la jefatura de la familia representaban 21,7 % del total de hogares, que el Censo de 1981 ubicó en dos millones 710 mil. Dicho de otra manera, a principios de los 80 en uno de cada cinco hogares venezolanos la figura del padre era apenas un recuerdo, una ausencia, una cicatriz.
Esa cifra de mujeres solas al frente del hogar casi se duplica nueve años después. En efecto, el Censo de 1990 ubica en 912.429 el total de hogares venezolanos en que una mujer solitaria da la cara por sus hijos. Esa cantidad de hogares liderados por mujeres solas representaba 24,32 % del total de hogares registrados por el operativo censal de los ’90. Para esa fecha, una cuarta parte de los hogares venezolanos no contaba con la presencia de la figura parental masculina. Una década mas adelante, la curva de la soledad de las madres venezolanas sigue en ascenso. El Censo del año 2001 revela que más de millón y medio de mujeres en nuestro país (exactamente 1.544.378 madres venezolanas) son madre y padre a la vez. Esta cantidad representa casi 30 % de los 5.261.202 hogares inventariados en nuestro país para esa fecha. Dicho de manera clara, a principios de la década anterior, uno de cada tres hogares en nuestro país es defendido a capa y espada por una mujer sola. Los datos preliminares del Censo 2011 permiten inferir que en la actualidad esa relación es para uno de cada dos.
Cuando la plata no
alcanza el machista
deja el hogar al garete
Estas verdades numéricas tienen muy duras implicaciones para nuestro futuro como pueblo. El machismo es el substrato cultural de la paternidad irresponsable, que detona cuando la economía aprieta. Como sabe todo investigador social, cada vez que los indicadores de fuerza de trabajo revelan (o encubren…) un incremento del desempleo, cada vez que los indicadores de precios al consumidor revelan (o escamotean…) un alza de la inflación, de manera casi automática se produce un incremento sustancial en el número de hogares destrozados, un alza en el número de mujeres e hijos abandonados: El dinero que antes alcanzaba para mantener “dos frentes”, una “novia”, las cervecitas del fin de semana y hasta para tentar la suerte en los terminales y en el remate de caballos, ahora ya no alcanza. Ante esta circunstancia, el padre irresponsable tiene que sacrificar “algo”. Y en vez de dejar el juego o el vicio, generalmente lo que dejan es un hogar al garete.
Se impone la cultura
del “rebusque”
Esta situación se ha agravado en los últimos años porque nuevos y perversos factores han aparecido. Desde el punto de vista económico, no se trata ya de que suba o baje el desempleo. Se trata de la precarización masiva: Una muy importante cantidad de compatriotas no disponen hoy de un empleo estable en el sector formal, de esos en que la condición de casado puede implicar mayor estabilidad laboral y en los que se suele hasta cobrar primas por hijos. Por el contrario, quienes hoy viven del “rebusque” o de un azaroso subsidio oficial se ven empujados a conductas más primarias: La cultura del “resuelve” es la de “sálvese quien pueda”. En ese trance, el hombre suele “resolver” para sí. Allá queda en el rancho la mujer sola, y los chamos en la vía, en la escalera, en el callejón…
Hampa deja viudas
y huérfanos
Otro factor que siempre ha existido, pero que en la última década y media se ha agravado hasta transformarse en tragedia masiva, es el tema de la inseguridad. Muchas de las mujeres que hoy están solas al frente de su hogar no han sido “abandonadas” por el marido, sino que son viudas de un compañero arrebatado por el hampa asesina. Siete de cada diez víctimas de la violencia criminal caen en nuestros barrios. Nueve de cada diez víctimas son hombres, en general muy jóvenes, que en la inmensa mayoría de los casos dejan compañeras en la desesperación e hijos en la orfandad.
La perversión militarista
Por último, otra causa que definitivamente ha incidido en que Venezuela sea hoy un país de mujeres hermosas, trabajadoras, inteligentes… y solas, es de naturaleza cultural: En nuestro país han venido ganando terreno los antivalores del machismo. Machismo, caudillismo y militarismo son tres perversiones que han cabalgado en el mismo caballo a lo largo de la historia de nuestro país. Generalmente los caudillos no eran esposos devotos, ni padres dedicados: Eran “padrotes” que, como matas de cambur con charreteras, echaban hijos a su paso, sin ver demasiado por ellos. La arbitrariedad y el autoritarismo inherentes a la perversión militarista, también están presentes en ese morbo llamado machismo.
El compromiso con ellas
Hoy, Día Internacional de la Mujer, el más importante homenaje a la mujer venezolana es el compromiso de todos por lograr un cambio en nuestro país. Cambio para lo urgente, por supuesto, para que sus hijos no sigan siendo asesinados por el hampa o por la represión; para que sus hijos no sigan yéndose del país o de la vida, en aviones o en urnas. Pero también cambio para lo importante: Para que la mujer obtenga al fin igual salario que sus compañeros masculinos por desempeñar las mismas labores, para que su acceso a las posiciones dirigentes, en la política y en la empresa, este determinado por su formación, capacidad y competencia, y no por su sexo. Para que su aspiración máxima no sea, como hoy, apenas “sobrevivir” entre el miedo y la precariedad, haciendo colas y sacándole el cuerpo a las balas, sino vivir a plenitud en una Venezuela en la que tal cosa sea posible.
Radar de los Barrios
Jesús “Chúo” Torrealba
Twitter: @chuotorrealba
* Secretario Ejecutivo de la Mesa de Unidad Democrática