Norio Kimura perdió a su mujer, su padre y su hija de siete años, Yuna, en el tsunami de marzo de 2011. Ahora teme que también podría perder su tierra, ya que el Gobierno quiere construir un almacén de residuos radiactivos a la sombra de la destruida planta nuclear de Fukushima.
Como muchos aquí, Kimura está indignado porque el Gobierno tiene previsto aparcar 30 toneladas de residuos radiactivos recogidos después del accidente nuclear en lo que era la puerta de entrada a su casa. Pocos creen las promesas de Tokio de que el sitio será limpiado y cerrado después de 30 años.
“No puedo creer que vayan a deshacerse de su basura aquí después de todo lo que hemos estado haciendo”, dijo Kimura, de 50 años, de pie cerca de unas tablas desgastadas sobre una colina cubierta de arbustos, que representa todo lo que queda de su casa.
Kimura fue obligado a abandonar la búsqueda de su familia en las frenéticas horas tras el tsunami y fue evacuado después de que las explosiones afectaran al complejo de Fukushima, sólo a 3 km de su casa. Meses después, encontró los cadáveres de su mujer y su padre. Pero todo lo que le queda de Yuna son sus faldas rosas llenas de barro, un par de leggins de rayas y un peluche ennegrecido que encontró enredado en un montón de basura.
Cuatro años después del terremoto y el tsunami, Kimura todavía vuelve a su ciudad natal y recorre la playa desértica buscando el cuerpo de Yuna, en periodos de cinco horas, el máximo permitido por las normas sobre radiación y salud.
Vía Reuters