Emilio Carrasquel no podía ocultar su tristeza mientras supervisaba el empaque de uniformes y equipo en la academia de béisbol de los Marineros de Seattle en esta pequeña localidad a cuatro horas de auto de Caracas.
La inestabilidad económica, la creciente delincuencia y las tensiones políticas con Estados Unidos ahuyentaron a los Marineros y ahora quedan solo cuatro de los 20 equipos de las mayores que alguna vez tuvieron operaciones de captación de talento nativo y regional en Venezuela.
Luego de operar durante 15 años en el poblado de Aguirre, la academia de los Marineros, donde se formaron figuras de la talla de Félix Hernández, el ganador del Cy Young de la Liga Americana en 2010, cerró sus puertas esta semana y sus operaciones fueron trasladadas a un moderno complejo de la República Dominicana en el que el equipo centralizará todas sus actividades de búsqueda y formación de talento en América Latina y el Caribe.
El anuncio tomó por sorpresa a unos 35 de jugadores, decenas de técnicos y scouts, preparadores físicos y, sobre todo, a los más de 15 trabajadores fijos, que se enfrentan al fantasma del desempleo.
«(Fue) un impacto esta noticia», expresó a la Associated Press Carrasquel, coordinador de las operaciones de los Marineros en Venezuela. «Aunque se pensaba que (podía suceder) en cualquier momento debido a la construcción del nuevo complejo» en República Dominicana, «no pensamos que iba a ser una decisión de un día para otro».
Venezuela, país que produjo talentos del nivel de Luis Aparicio, miembro del Salón de la Fama de la pelota estadounidense, David Concepción, Miguel Cabrera (dos veces el Más Valioso de la Liga Americana) , Andrés Galarraga (399 jonrones) y Johan Santana (Cy Young del 2004 y 2006), vio desaparecer en la última década las academias de Marlins, Dodgers, Mets, Astros, Rojos, Orioles, Cardenales, Piratas, Padres, Medias Rojas, Cerveceros, Mellizos, Medias Blancas, Nacionales, Azulejos y ahora la de los Marineros. En casi todos los casos le escapaban a la inestabilidad económica y la inseguridad del país con el segundo índice de asesinatos más alto del mundo según las Naciones Unidas.
Filis, Tigres, Cachorros y Rays son hoy por hoy los únicos equipos de las Grandes Ligas que conservan academias en Venezuela.
La decisión de los Marineros fue anunciada poco después de que Venezuela decidiese exigir visas a los estadounidenses, en medio de acusaciones de que ese país conspira para derrocar al presidente Nicolás Maduro.
A las tensiones políticas entre los dos países se agrega el deterioro económico, caracterizado por una fuerte escasez de productos, la agitación social y el aumento de la criminalidad, incluidos secuestros y robos a mano armada. Los jugadores y también sus familias son blanco de los delincuentes.
En el caso más sonado hasta ahora, el receptor Wilson Ramos de los Nacionales de Washington fue secuestrado frente a la casa de la familia poco después de terminar la temporada de 2011. Dos días después fue rescatado por comandos de la policía.
Carrasquel no pudo ocultar la desazón que reina en la academia, localizada en un fresco poblado agrícola del estado Central de Carabobo, donde a temprana edad pulieron talentos como los de Hernández, as de los Marineros, el nicaragüense Erasmo Ramírez, el jardinero curazoleño Wladimir Balentien, el colombiano Emiliano Fruto y los venezolanos Celestino Lopez, Jesús Guzmán, Asdrúbal Cabrera, Oswaldo Navarro, además de decenas de jugadores de los que se nutre la liga invernal venezolana.
«Al año por aquí pasaban fácil 300 peloteros, de los cuales a lo mejor firmamos a 10», destacó Carrasquel. «En estos 15 años pasaron muchos muchachos que aunque no firmaron con nosotros, luego fueron firmados por otras organizaciones y también hicieron el grado en las Grandes Ligas».
Por más que sigan funcionando las granjas de los equipos locales, frecuentadas por los scouts de las Grandes Ligas, esos jugadores podrían tener ahora menos posibilidades de mostrarse, pues los Marineros seguramente serán muy selectivos a la hora de enviar peloteros al complejo que construyeron en Boca Chica, a 40 kilómetros de la capital dominicana, con una inversión de 7,5 millones de dólares y que podrá albergar a 80 peloteros.
No está claro, sin embargo, qué impacto tendrá la partida de las academias en la promoción del talento venezolano. La cantidad de venezolanos en las mayores ha ido aumentando progresivamente en la última década hasta llegar a los 97 del 2014, la cifra más alta jamás registrada. Hay quienes dicen, no obstante, que muchos de ellos se formaron cuando las academias todavía estaban funcionando.
Carrasquel duda que la partida de las academias disminuya las posibilidades de producir peloteros de primer nivel.
«No creo que (el éxodo) afecte el desarrollo (de los jugadores) porque el talento siempre va a estar allí», en las entrañas de este país en el que el béisbol es el deporte número uno, expresó.
Por otro lado, los peloteros de entre 16 y 19 años que prometen estarán expuestos a una mayor competencia en República Dominicana, donde juegan 30 organizaciones de grandes ligas y el nivel del juego es superior.
Con «una competencia más fuerte, el muchacho va a tener que apurar su desarrollo», señaló Carrasquel, ex jugador y sobrino de dos leyendas del béisbol venezolano, Alex y Chico Carrasquel, quienes abrieron el camino a los más de 300 venezolanos que han jugada en las mayores desde 1939, incluidos los 97 venezolanos que lo hicieron el año pasado.
El traslado «lo veo más positivo que negativo porque… en Dominicana la competencia es más dura, hay más equipos. Uno se desarrolla muchísimo más que por aquí. Aquí sólo hay cinco equipos, la mayoría se ha ido por las condiciones que se han desmejorado en el país, sobre todo por la delincuencia», dijo Oberto Muñoz, un receptor de 18 años que parte rumbo a República Dominicana.
Los más tristes con la partida de los Marineros son tal vez los pobladores de localidades aledañas que prestan sus servicios a la academia y que temen quedar desempleados en este país donde no abundan los trabajos estables y los salarios se evaporan por una a la inflación que se ubicó al cierre del 2014 en 68,5%, la más alta de América Latina.
«Uno se siente un poco mal… aquí estuve cómodo, no puedo decir que estaba mal. Todos estos años he trabajado bien con todos ellos», dijo Carlos Galíndez, 49 años, quien desde hace 13 años es parte del equipo de mantenimiento de los campos de juegos de la academia.
«No sé por qué se van, solo sé que aquí se les trató bien», indicó Galíndez, a quien se le ahogaba la voz al hablar sobre su futuro.
AP