Insisto, podemos estar de acuerdo con intentar un malabarismo que combine la necesaria disciplina fiscal y monetaria con la mitigación de sus efectos. ¿Porqué?: porque a fin de cuenta disciplina fiscal implicará obligatoriamente reducir gastos y estos gastos tienen dolientes (por lo general, el pueblo).
La tentación de arreglar las cosas con fórmulas engañosamente efectivas parece trascender el ámbito de las mujeres y hombres que quieren perder peso rápidamente para posicionarse en el seno de personalidades y organizaciones que deberían estar conscientes que las cosas no son tan fáciles como parecen.
Se entiende la buena fe y el deseo de aportar posibles soluciones, pero es menester que en las sugerencias de cualquier plan se tomen en cuentan todas, absolutamente todas, las variables que están implicadas en un proceso económico, social y político.
Recientemente, un reputado economista propuso en un artículo una serie de propuestas que a pesar de compartir con él muchas de ellas, esos planteamientos no parecen tomar en cuenta la complejidad política, histórica y estructural de la economía venezolana.
Por tanto, no es tan fácil imponer disciplina fiscal y monetaria, “eliminando la práctica de incurrir en situaciones de exceso de gastos sobre ingresos que obligaban a los gobiernos a endeudarse masivamente” (Pedro Palama dixit). Ciertamente hay margen aún para racionalizar el gasto público, pero siempre debemos recordar que a su vez, es un factor determinante en la demanda agregada de la economía.
Los reducciones y/o racionalizaciones del gasto público siempre producen recesiones, que a su vez generan más pobreza, desempleo y por ende, conflictividad política y social. Esto último, en ocasiones, hace que las medidas de librito -por lo general- se detengan o se reviertan, con un balance final negativo.
Insisto, podemos estar de acuerdo con intentar un malabarismo que combine la necesaria disciplina fiscal y monetaria con la mitigación de sus efectos. ¿Porqué?: porque a fin de cuenta disciplina fiscal implicará obligatoriamente reducir gastos y estos gastos tienen dolientes (por lo general, el pueblo).
Incluso, los gastos suntuarios, en ocasiones afectan al pueblo, dado que cuando se reducen, por ejemplo, las celebraciones corporativas, se ven afectados pequeñas empresas que venden tortas para estos eventos; se ven afectados los ingresos de los mesoneros que se contratan para estas fiestas; los imitadores de Juan Gabriel u otras gamas de imitaciones también perderán cuando no hayan fiestas corporativas, de cumpleaños o despedidas de soltero (a).
Ahora bien, aclaro, en Venezuela hay que hacer reducciones en gasto público, pero lo que quiero dejar sentado es que no son medidas inocuas, tienen sus consecuencias. Igual ocurre con la disciplina monetaria. Una medida típica en este ámbito, en el contexto de la economía actual, obligaría a subir las tasas de interés, y eso va a golpear las finanzas de tarjetahabientes, productores, etc.
Repito, no quiero decir con los ejemplos anteriores, que no se deban tomar medidas ortodoxas en lo fiscal y monetario, simplemente recordar que debemos hilar fino en el acompañamiento de estrategias políticas y sociales para que si se llegara, forzosamente, a recurrir a algunas medidas de esta naturaleza, no nos veamos luego en la necesidad de abortar el proceso, porque la pérdida sería por partida doble.
Miguel Pérez Abad