También afecta negativamente al sistema el crecimiento de la deserción, que de menos de un mil estudiantes en 2011-12 pasó a ser mayor de 25 mil en 2012-13 en la educación primaria, mientras la de bachillerato fue de más de 200 mil en el mismo período (cifras Ministerio de Educación).
Durante muchos años hemos dicho que los efectos beneficiosos del llamado socialismo del siglo XXI, categoría para nosotros inexistente, no eran sino el resultado del reparto de parte de la renta petrolera, incrementada por los precios internacionales del crudo, hacia programas sociales que por décadas ha mantenido el Estado venezolano como forma de legitimación de su sistema político. Hemos afirmado que efectos similares se vieron en el primer gobierno de Carlos Andrés Pérez (1974-1979), cuando fortuitamente hubo también ingresos extraordinarios por las mismas razones. Sobre la base de los resultados de estos dos momentos concluimos que se trataba de efectos no permanentes, no sustentables, que durarían mientras se mantuvieran elevados los precios petroleros, para desaparecer después, incluso en muy poco tiempo.
Tristemente, la realidad actual nos ha dado nuevamente la razón. La cacareada democratización estudiantil (realmente masificación al no mantener la calidad) se desvanece rápidamente: Más de 500 mil estudiantes dejaron de inscribirse en el sector educativo oficial en 2013, cifra altísima en relación con 2011; en primaria la disminución de los inscritos fue casi de 20 mil, mientras en secundaria estuvo en el orden de los 70 mil; el resto, más de 450 mil son de las misiones educativas. También afecta negativamente al sistema el crecimiento de la deserción, que de menos de un mil estudiantes en 2011-12 pasó a ser mayor de 25 mil en 2012-13 en la educación primaria, mientras la de bachillerato fue de más de 200 mil en el mismo período (cifras Ministerio de Educación).
Si nos vamos al caso de la miseria encontramos que la pobreza total y extrema vuelven a alcanzar cifras que habían sido superadas. Para 2003, la pobreza total llegó a ser 61 por ciento, mientras la extrema era casi 30 por ciento, bastante por encima de las de 1998. Luego de ese momento, por las acciones sociales del Gobierno, se reducen en forma importante para alcanzar su mejor nivel en 2009, con una pobreza general menor de 35 por ciento y una extrema de un 8 por ciento (cifras del INE). A partir de allí las cifras se estabilizan hasta 2013, cuando comienzan a deteriorase en forma rápida y alcanzan 52,6 y 25,2 por ciento respectivamente en 2014, según la Encuesta de Condiciones de Vida 2014 hecha por investigadores de la UCV, USB y UCAB.
Al utilizar la renta petrolera solamente en gastos: administrativos del Estado, incluyendo el armamentista y el de los servicios de inteligencia y seguridad; misiones, propaganda oficial, propaganda electoral, subvenciones, bienestar social, que incluye salud y educación; importaciones de bienes y servicios, sin invertir en la producción y sin ahorro en fondos especiales, más la enorme corrupción, la caída del ingreso significará ineludiblemente empeoramiento grave de las condiciones de vida. Fracaso total.
Luis Fuenmayor Toro