**** La violencia hacia la mujer involucra “todo acto sexista o conducta inadecuada que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual, sicológico, emocional, laboral, económico o patrimonial”
Aunque hasta la fecha se ha estudiado y precisado bastante la agresión en todas sus manifestaciones, aún en Venezuela falta hacer ajustes en el terreno legal.
Sabemos certeramente qué ha influido en que el hombre agreda a una mujer. La sociedad ha favorecido al género masculino, quien ha tenido más poder, y esto se ha manifestado en que el hombre tenga un mayor campo de acción en el espacio público: la calle, la oficina, los bares, mientras que la mujer ha quedado relegada a lo privado: la casa, el cuidado de los hijos, compartir con otras mujeres.
Cuando, en su búsqueda de igualdad, la mujer ocupa el espacio público, se encuentra con hombres que no están dispuestos a compartirlo, y menos a cedérselo. Justo ahí la violencia propinada por hombres hacia la mujer irrumpe para castigar lo que ellos consideran una impertinencia.
Ahora el panorama ha cambiado: tenemos la Ley Orgánica sobre el Derecho a las Mujeres de una Vida Libre de Violencia, pero es necesario avanzar más. Las mujeres que denuncian a quienes las agreden sicológica y verbalmente, todavía no se sienten protegidas, ya que sus agresores andan por ahí haciendo alarde de sus actos denigrantes sin sanción alguna.
1. La violencia laboral
La violencia hacia la mujer involucra “todo acto sexista o conducta inadecuada que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual, sicológico, emocional, laboral, económico o patrimonial”. En lo laboral, esa violencia se refiere a toda forma de abuso de poder que tiene por fin someter a otro. Puede incluir agresión física, acoso sexual y/ o violencia sicológica que viene junto con la agresión verbal.
En particular, el acoso sexual, que puede unirse a la violencia laboral, implica toda conducta o comentario reiterado con connotación sexual. Quien lo emite tiene más poder que quien lo recibe, y se hace sin el consentimiento de la persona que se convierte en blanco de este tipo de agresión.
La violencia laboral, que viene acompañada de la agresión sicológica, implica un maltrato continuado y sostenido en el tiempo, con el objetivo de desestabilizar, lo cual disminuye la productividad del trabajador.
A lo anterior se suma que, en el presente, cuando la mujer ha escalado posiciones importantes en el campo laboral, algunos hombres buscan continuar sometiéndolas. Si no lo consiguen, aplican diferentes formas de violencia, para intimidar, subyugar, discriminar y deshonrar, en una situación en el que el hombre tiene más poder que la mujer, o aunque está en igualdad de condiciones busca disminuir su capacidad de acción.
La violencia laboral involucra todo comportamiento negativo, que no tenga una razón lógica ni justificada, caracterizado por la agresividad, ya sea momentánea o reiterada, cuyos efectos atentan contra la seguridad, salud y bienestar del trabajador. Consiste en desgastar, hasta eliminar, a la víctima: alguien elegido premeditadamente porque estorba en sus planes, le hace sombra, o perturba los objetivos del agresor.
Cuando se alude a la violencia laboral, se hace necesario mencionar la agresión sicológica y verbal, ésta se manifiesta en todo acto de descalificación que pretenda crear malestar en quien lo recibe, una vez que se le expone públicamente al escarnio y deshonor
2. La amenaza es
una forma de agresión
Uno de los tipos más frecuentes de maltrato es la amenaza, que puede realizarse verbalmente o mediante un daño de cualquier índole que intimide a la mujer. Amenazar y agredir psicológicamente son acciones que involucran cualquier acto humillante, vejatorio o discriminatorio.
La amenaza es una expresión del acoso sicológico que, a través de injurias, calumnias, críticas, limitan la capacidad de acción de quien los recibe. Tiene por objetivo el derrumbamiento moral de la víctima, una vez que atenta contra su autoestima, seguridad y confianza, para ocasionar angustia, culpa y/o miedo.
El acoso, para ser tal, implica tiempo, se hace de manera continua, con una estrategia premeditada para que quien lo recibe caiga en un estado de depresión, desesperación y malestar, haciendo que la víctima se sienta culpable de la situación generada por el acosador.
Aparte de acoso sicológico, la amenaza es violencia verbal, una vez que viene acompañada de descalificación y descrédito, coaccionando a la víctima para que tenga un comportamiento determinado. Al mismo tiempo, es un anuncio de violencia física. Esto se explica porque el lenguaje es una forma de acción y al hablar se ha hecho bastante, es decir, es mentira aquel refrán de que “Del dicho al hecho hay mucho techo”.
Por lo anterior, la amenaza debe ser considerada como un tipo de violencia peligrosa, a la que no se le debe subestimar pensando que es menos importante que la física. Actualmente, en el Ministerio Público, a través de la Unidad de Atención a la Víctima, a la violencia sicológica no le prestan la debida atención cuando esperan que se produzca la agresión física para sancionar al agresor. Y aunque la denuncia quede registrada y el acosador reseñado de por vida, la citación debe hacerse ante la primera prueba de agresión o, en su defecto, declaración de testigos. Por el contrario, si la víctima quiere protección porque se siente amenazada, debe contratar a un abogado para iniciar un proceso judicial, en el cual el agresor será citado, y puede terminar privado de libertad, por un período de seis meses a cuatro años.
¿Cómo identificar a un agresor?
*** Quien genera violencia sicológica, es potencialmente un manipulador. Hace uso de la amenaza para limitar la capacidad de acción de su víctima, y así conseguir que tenga un comportamiento que lo favorece.
*** La violencia sicológica, a través de la amenaza, resulta tan peligrosa como la física. Por ello, el Ministerio Público debe actuar sancionando a quien amenaza, anuncio y sentencia de la agresión física, la cual puede no tardar en darse o, en el mejor de los casos, no llegarse a dar
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas