Por un lío de faldas matan a estudiante

Neida Guillén, acudió este a la morgue de Bello Monte este lunes para buscar el cadáver de su hijo, José Alexander Becerra Guillen, de 21 años, muerto al recibir un tiro en la cabeza la madrugada del domingo cuando se encontraba en calle del barrio Santa Ana, en Antímano y sostuvo una pelea por celos.

Estaba con sus primos y unos amigos a eso de la 1:00a.m pero en la calle se encontró con su expareja acompañada de un hombre y en actitud muy cercana. Becerra se acercó, le reclamó, discutió con la mujer, pero entonces el sujeto que la acompañaba intervino.

Los dos hombres de enfrentaron a golpes y Becerra tuvo las de perder. Cuando se levantó y sus amigos lo convidaban a marcharse, llegó un delincuente y le dio un tiro en la cabeza. Al parecer era compinche de hombre que lo golpeó y conforman una banda delictiva del sector.

La madre de la víctima dijo que su hijo murió en el sitio y casi al instante. Los asesinos desaparecieron y él no hubo tiempo de prestarle auxilio para llevarlo a un hospital.

El joven estaba inscrito en la OPSU, a la espera de un cupo en la universidad para estudiar Informática.

Hace casi tiene años, el 13 de octubre del 2008, José Becerra, padre de la víctima, fue asesinado cuando delincuentes lo sometieron en su jeep y se lo llevaron secuestrado para robarlo. Era transportista de la línea Santa Ana Carapita.
Neida Guillen dijo que a raíz de ese hecho su hijo, el único varón y mayor de dos, cambió radicalmente su forma de ser. Se llenó de odio, de rabia y había perdido el miedo a la muerte. “El decía que cuando a una persona le llegaba la hora le llegaba. No le tenía miedo a nada”, comentó.

Considera que su hijo estaba muy afectado por el asesinato de su padre, al punto que nada le importaba. Su relación con esta mujer, bailarina, lo ayudo a encontrarle sentido al futuro, habían terminado luego que ella tuvo una pérdida de un bebe de ambos cuando tenía 3 meses de embarazo.

En este momento estaban intentando retomar la relación. Ella le dio esperanzas de que si estudiaba, trabajaba y salía adelante, volvieran. “Él le creyó. Ella quizás sin querer lo llevó a esto, a la muerte, sin saber que le estaba haciendo era un favor porque él no quería seguir aquí. Esta con su padre, descansando”, dijo.

La pérdida de sus familiares a consecuencia de la violencia, llevó a Neida a estudiar Educación. “Pienso que puedo ejercerla y enseñar valores a los niños que están creciendo. El que mató a mi esposo me cambió la vida, pero seguramente ese joven fue un niño maltratado, sufrido. Cuando mató a mi esposo le quitó las ganas a mi hijo de seguir y creció con ese rencor. Esto es una cadena”, comentó.

AA

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