El papa Francisco celebró la Pascua criticando el «silencio cómplice» y la «indiferencia» ante la «furia yihadista» contra los cristianos, dos días después de la matanza en Kenia.
El pontífice argentino, que conmemoró el viernes la «pasión de Cristo» y su crucifixión en Jerusalén, presidió en la noche del sábado la Vigilia pascual que celebra, según la tradición cristiana, la resurrección de Jesús.
Durante la ceremonia, el papa insistió sobre la importancia de las mujeres discípulas de Jesús en la transmisión de la fe, y bautizó a 10 catecúmenos, incluidas dos mujeres: una keniana de 66 años y una camboyana de 13.
Bajo el impacto de la tragedia de Kenia, la denuncia de la violencia yihadista desbancó este año a los temas habituales en Pascua, como la paz o la justicia.
Jorge Bergoglio condenó el viernes por la mañana la «insensata brutalidad» de la matanza de los yihadistas shebab contra los estudiantes de Garissa, en el este de Kenia, que dejó 148 muertos.
«Todos los responsables deben intensificar sus esfuerzos para acabar con semejante violencia» pidió el jefe de los 1.200 millones de católicos.
Antes de ejecutar fríamente a sus víctimas, los yihadistas somalíes separaron a los musulmanes de los no musulmanes en función de sus atuendos, y guardaron como rehenes a los segundos. «No tememos a la muerte, serán buenas vacaciones de Pascua para nosotros», ironizaron los asaltantes en swahili, según el testimonio de un sobreviviente.
En el Vaticano hay conmoción por la multiplicación de persecuciones contra cristianos de Irak a Kenia, pasando por Libia, Pakistán o Nigeria y se teme que no sean denunciadas, incluso por las propias autoridades occidentales y musulmanas.
«Hoy vemos a nuestros hermanos perseguidos, decapitados y crucificados por su fe en Ti, ante nuestros ojos o a menudo con nuestro silencio cómplice», acusó con tono sombrío el Papa, al final del Camino de la Cruz, el viernes por la noche, al dirigirse a Cristo.
«Señor, apoya interiormente a los perseguidos. Que el derecho fundamental a la libertad religiosa se expanda» pidió el pontífice.
Previamente, en una solemne celebración en la basílica de San Pedro, había sido denunciada «la furia yihadista».
El predicador de la Casa pontificia, el franciscano italiano Raniero Cantalamessa, había recordado a los 21 coptos egipcios muertos asesinados en febrero por un grupo yihadista en Libia, mientras «murmuraban el nombre de Jesús».
«Víctimas designadas»
«Los cristianos no son desde luego las únicas víctimas, pero no se puede ignorar que son las víctimas designadas y más frecuentes en numerosos países», había añadido el predicador.
Ante esta situación «no se puede permanecer indiferente», agregó, en unas palabras que parecen dirigidas a los musulmanes.
El Vaticano –en particular, en palabras del enérgico ministro del diálogo interreligioso, el cardenal francés Jean-Louis Tauran– aboga de forma incesante por que sus interlocutores musulmanes, como la universidad sunita Al Azhar de El Cairo, tomen posición distanciándose de los islamistas y de cualquier persecución anticristiana.
La inesperada toma de la ciudad iraquí de Mosul, el pasado verano boreal, por el grupo Estado Islámico (EI), fue un momento crucial y condujo a la Santa Sede a ser más incisiva ante las ambigüedades de algunas autoridades musulmanas.
Según un editorial del diario La Stampa, «el islam debe prohibir el acceso a las mezquitas a quienes predican el terrorismo. Muy a menudo detrás las condenas del terrorismo por el mundo musulmán resuena el eco de una comprensión. El islam debe salir de la ambigüedad». AFP