En estos días un connotado burócrata en los espacios del hotel Alba Caracas me saluda con afecto y me interpela, afirmando que se debe ser muy prudente antes de poner en riesgo la unidad, a lo que le respondí que la unidad del proceso revolucionario se pone en riesgo cuando se atenta contra ella amparando la corrupción. Mi estimado burócrata respondió que la única manera de luchar contra ese flagelo es teniendo la adecuada correlación de fuerzas, a lo que reaccioné comentándole que estaba de acuerdo, pero que no podemos esperar a tener una correlación de fuerzas favorables para superar un problema por el que llegamos al poder hace 15 años, como si nunca la hubiésemos tenido y como si no dependiese de nosotros volverla a tener, en especial si tomamos en cuenta que mientras esto pasa, los corruptos nos desangran y la miseria avanza.
Hoy, como ayer, la corrupción sigue siendo un problema derivado de la cultura rentista venezolana, y estoy absolutamente seguro que la posibilidad real de superar tan profundo y arraigado problema pasa por un cambio de cultura del modelo de relación productiva, y en general, el modelo de valoración del trabajo en nuestro país.
Pero mientras este cambio sucede, las medidas para la rectificación, que por lo menos permita contener el desbordamiento de una impunidad ya no sólo por la inseguridad, sino por el desparpajo con el cual los burócratas y el capital se alían para burlarse de la gente, deben empezar a ejecutarse ya, con o sin la cúpula del poder.
Han sido 259 mil millones en fuga de capital durante estos últimos 15 años, pero han podido ser más 450 mil millones de dólares en los últimos 40 años, y quién sabe cuántos más entre el siglo XX y XXI, y lo peor es que la gran mayoría de estos recursos terminan en cuentas en el exterior que al final financian a quienes hoy nos agreden, aplicando políticas injerencistas o señalándonos de amenaza.
La mejor lucha contra la injerencia y el imperialismo hoy, es detener todo el financiamiento que se origina a estos sectores apátridas, como producto del dinero que se fuga de nuestro país, pero además, la mejor manera de moralizar a nuestro pueblo para defender la soberanía nacional es demostrar que existe un gobierno que defiende el patrimonio de todos los venezolanos.
Es por eso que hoy debemos exigir de nuestro gobierno que por lo menos se pronuncie e inicie las investigaciones necesarias sobre los escandalosos casos del Banco Madrid, de la Banca Privada de Andorra, que diga algo sobre las cuentas en Suiza, que se pronuncie sobre el Banco Peravia, que demuestre preocupación por demostrar la verdad o la mentira de las denuncias que a diario salen publicadas de funcionarios o ex-funcionarios del gobierno con cuentas y comisiones millonarias en el extranjero, que nos expliquen porqué casi todas las empresas que fueron creadas o financiadas por Chávez hoy se encuentran abandonadas y donde están los responsables de esta situación, que nos expliquen porqué no hay café y qué pasa entonces en Fama de América, por ejemplo.
Es justo y necesario que el gobierno afronte estas denuncias, o bien para desmentirlas o bien para iniciar un proceso de investigación que dé como resultado responsabilidades directas, pero obviarlas, omitirlas o despacharlas como si no pasará nada, simplemente hace corresponsable al gobierno por el silencio que otorga la razón, y si no quieren hacer nada, por lo menos permitan que la ciudadanía o los trabajadores hagan Auditoría Pública, Contraloría Social y ejercicio pleno del acceso a la información necesaria para que el pueblo haga justicia.
Ni la revolución, ni el legado de Chávez merece tanta impunidad, pero menos merece que pongamos en riesgo nuestra soberanía por una complicidad silente con una serie de corruptos a voces.
Nicmer Evans | Aporrea.org