Los líderes de América Latina, de México a Brasil pasando por Argentina, han guardado silencio en buena medida frente a denuncias de violación de derechos humanos en Venezuela y es poco probable que vayan a hablar en contra del país petrolero en la Cumbre de las Américas que se celebra en Panamá esta semana.
Los jefes de estado de los países latinoamericanos tienen lazos comerciales e ideológicos con Venezuela y las recientes sanciones de Estados Unidos en contra de algunos de los funcionarios de ese país los ha puesto aún más a la defensiva. Otros mandatarios no quieren ser vistos como mandaderos de Washington, especialmente si en casa enfrentan protestas o la caída de índices de aprobación.
“De manera exitosa, Venezuela ha usado la historia imperialista de Estados Unidos en su favor así como el uso de su poder, de una manera que ha hecho que todos quieran evitar criticarlos públicamente”, dijo Geoff Thale, analista de la organización Oficina de Washington para América Latina.
El mes pasado, el gobierno de Barack Obama revocó las visas y congeló los activos en Estados Unidos de siete altos funcionarios del estado venezolano acusados de cometer violaciones a derechos humanos durante las protestas realizadas en contra del mandato del presidente Nicolás Maduro. El malestar entre la población provocó la muerte de más de 40 personas y desató una ofensiva contra los críticos que llevó a la cárcel a varios dirigentes de la oposición, incluyendo el arresto sorpresivo de alcalde de Caracas, Antonio Ledezma.
Pero las sanciones generaron el efecto contrario: en vez de generar un debate sobre los abusos, generaron una condena generalizada de parte de los gobiernos de América Latina, lo que frustrará la victoria diplomática que Obama esperaba obtener en la Cumbre de las Américas por su decisión de restablecer las relaciones diplomáticas con uno de sus némesis de la Guerra Fría: Cuba.
La referencia de que Venezuela constituía una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos, que es el lenguaje burocrático utilizado para aplicar las sanciones, generó inquietudes para una región que ha lidiado con una larga historia de injerencias de parte de Estados Unidos; desde el apoyo a regímenes militares a esfuerzos por derrocar a gobiernos de izquierda.
Maduro ha recorrido la región atacando las sanciones y le han dado un respiro a su gobierno en momentos en que la caída de los precios del petróleo iba a profundizar una crisis económica caracterizada por la escasez generalizada de bienes y servicios y una inflación del 68%. Maduro ha dicho que va a entregarle a Obama una petición firmada por diez millones de venezolanos en la que piden a Estados Unidos que derogue las sanciones.
La respuesta de Latinoamérica parece haber cogido fuera de base al gobierno estadounidense.
“Estaba un poco, voy a confesarlo, decepcionada de que no hubiera más gente que saliera a defender el hecho de que está claro que no tenían la intención de lastimar al pueblo venezolano o al gobierno venezolano en su totalidad”, dijo Roberta Jacobson, Subsecretaria de Estado para el Hemisferio Occidental, sobre las sanciones.
No fue una sorpresa que aliados del gobierno de Maduro, como los mandatarios izquierdistas de Ecuador, Bolivia y Nicaragua, salieran a defender a Caracas. Todos comparten una larga historia de oposición a Washington. Pero, incluso gobiernos más moderados y tradicionales aliados de Estados Unidos, se han mostrado renuentes a criticar Maduro, tal vez por temor a una reacción vengativa de Venezuela.
“Es visto como ir en contra de uno mismo”, dijo el analista Risa Grais-Targow, del grupo de estudio Eurasia Group.
AP