La oposición venezolana no tiene vergüenza. Ante las agresiones del gobierno estadounidense, mantiene un silencio cómplice. Y hasta se podría asegurar que están felices con la posibilidad de una invasión yanqui. En el fondo, su pensamiento sigue colonizado por el imperio del norte. Apátridas sueñan con un país tutelado por Estados Unidos.
Están claras las intenciones de EEUU. La injerencia ya no se esconde tras una mascarada. Desde Washington se prepara una ofensiva militar para “castigar” a Venezuela. No toleran que el país ejerza su derecho a la autodeterminación ni que se proponga la libertad como valor fundamental de sus ciudadanos. La promulgación de leyes extraterritoriales para amedrentar, amenazar, vejar y aplastar a sus “enemigos” se corresponden con las prácticas usuales del imperialismo cuyo fin es apoderarse de los recursos naturales de los países que agrede.
No escapamos a esta realidad. El petróleo es fundamental para la economía yanqui y resuelve sus carencias energéticas. No es extraño entonces que quieran apoderarse del nuestro y a bajo costo. Para ello tienen la complicidad de traidores que liderizan la oposición en nuestro territorio y que tienen la disposición de entregar la soberanía a cambio de un puñado de dólares. Basta escucharlos cuando banalizan los ataques que vienen desde el norte y las arremetidas de la derecha internacional mientras contribuyen con sus mentiras a enlodar el nombre de Venezuela.
El amor a la patria, el respeto a los derechos fundamentales y el ejercicio de las libertades individuales no se negocian ni se transfieren. El imperio intenta atribuirse el papel de policía del mundo para intervenir donde les plazca y expoliar lo que se le antoje. Estamos en su camino. Nos acusan de ser una amenaza inusual y extraordinaria, juego de palabras que encierran la posibilidad cierta de una invasión armada. Si llegara a suceder enfrentaremos el destino con dignidad y derrotaremos las huestes invasoras. Venceremos la traición de la oposición yanqui y cualquier intento de hollar la soberanía nacional.
José Gregorio González Márquez