Vamos a entender la cultura afrodescendiente como aquel segmento de la diversidad cultural de las Américas y el espacio Caribe, formada por las distintas expresiones musicales, culinarias, bailes, técnicas de trabajo, arquitectura tradicional, conocimientos tecnológicos, afroepistemológicos, espirituales, éticos, lingüísticos, traídos por los africanos en condiciones de esclavizados y esclavizadas durante la trata negrera, y su implantación en los distintos sistemas coloniales de este continente
La identidad cultural de origen africano y su diáspora en las Américas y los espacios caribes, es un largo proceso que aún no cesa de enriquecerse con la dinámica internacional, pero manteniendo su anclaje ancestral como brújula para no perderse en la globalización cultural hegemónica y perversa.
No podemos hablar de identidad sino de identidades, en sentido plural, por la diversidad cultural africana en nuestros países. Vamos a entender la cultura afrodescendiente como aquel segmento de la diversidad cultural de las Américas y el espacio Caribe, formada por las distintas expresiones musicales, culinarias, bailes, técnicas de trabajo, arquitectura tradicional, conocimientos tecnológicos, afroepistemológicos, espirituales, éticos, lingüísticos, traídos por los africanos en condiciones de esclavizados y esclavizadas durante la trata negrera, y su implantación en los distintos sistemas coloniales de este continente.
Este complejo cultural de origen africano se mantuvo a través del tiempo por un largo proceso de cultura de resistencia con la intención de preservar, crear e innovar ese sedimento identitario afrodiverso.
Preservación cultural
La primera etapa fue la preservación cultural de los códigos distintivos originales ante la imposición de la cultura occidental.
Las diferentes muestras de tambores de percusión existentes en los países receptores de la diáspora africana como los complejos tambores batá (Iya, itotele y okonkolo), en Cuba, los tambores culo e’puyas en Venezuela, la puita en Brasil, hasta el cununo en Ecuador, así lo evidencian.
Igualmente, la preparación de algunos alimentos como la cafunga de Barlovento (Venezuela), el mondongo (palabra kikongo), sakuso, entre otros, expresan la preservación de la técnica alimentaria.
Palabras como malembe, Birongo, carabalí, zambe, ejemplifican el patrimonio lingüístico africano subsahariano en nuestra habla cotidiana.
También la espiritualidad jugó un papel destacado para preservar los códigos de los complejos sistemas religiosos Yoruba, Abakuá (Efik/Efok – procedentes de Nigeria), Kongos (Angola, los dos Congos) y Ewe/Fon (Benin/Dahomey). Estos sistemas religiosos hoy se conocen como Regla de Ocha o religión de los orishas y el fundamento de Ifá (Cuba, Brasil, Trinidad y Tobago); Abakuá (sociedad secreta de hombres en Cuba); Vudú (Haití, New Orleans, Cuba y Tobago).
Creación cultural
La segunda etapa fue la creación cultural, expresada en la construcción de expresiones de los pueblos al mezclarse voluntaria o involuntariamente con las culturas hispanoárabes o aborígenes. Así tenemos las fiestas religiosas afrocatólicas, como San Juan, San Benito, San Pedro, San Antonio, Diablos Danzantes de Venezuela, en las cuales se mezclaron cantos, bailes e instrumentos musicales de las culturas aborígenes, hispanoárabes y africanas.
Desde las perspectivas de la lingüística se crearon nuevas lenguas conocidas como “Creole”, otros despectivamente le dicen papiamento, pero la más alta expresión de creatividad lingüística estaría en la mezcla de la lengua Caribe con elementos africanos para parir la lengua Garífuna, hablada por un 30 % de la población de América Central. La lengua magombe o lengua palenquera es el creole afrohispánico de mayor reconocimiento como patrimonio inmaterial de la humanidad.
En la música se mezclaron instrumentos y géneros musicales de distintas procedencias, que dieron origen al danzón, la rumba y el son en Cuba. El ragtime y los gospel en USA. La samba en Brasil, la cumbia colombiana y la bomba en Ecuador. En Bolivia el vínculo aymara-quechua con la población afroboliviana dio como resultada la saya boliviana.
En el caso específico de la espiritualidad, se fueron entretejiendo los símbolos de la dominación religiosa occidental (catolicismo/cristianismo) con los símbolos espirituales africanos que los antropólogos occidentales llamaron sincretismo, concepto que supone, a nuestro entender, un proceso de dilución de la espiritualidad africana en la espiritualidad dominante/occidental. Prefiero analizar ese proceso como paralelismo espiritual, ya que al final, los códigos africanos se preservaron y marcharon en paralelo con los códigos dominantes. Por ejemplo, en Cuba, se dice que el orisha Shangó es la santa católica Santa Bárbara, pero Shangó, que fue rey en tierras yoruba, poco o nada tiene que ver con Santa Bárbara. Esa combinación forzada colonial es lo que se conoce como santería cubana y que hoy sufre un proceso de construcción simbólica, ecualizándola con sus orígenes yoruba. Muchos antropólogos hablan de religiones sincréticas y con eso resuelven la complejidad del proceso de resistencias simbólicas; pero el paralelismo permanece en esa lucha continua que conduce a una extraordinaria reafricanización.
Innovación cultural
También está el proceso de innovación cultural como la mayor prueba del cimarronaje cultural afrodescendiente, en el que nuestra afrocultura se renueva sin perder sus trazos originales.
Una de las más altas expresiones de innovación es el calypso de Trinidad que comenzó con el ritmo ancestral proveniente de Ghana, llamado “hausa caiso” y se plasmó en primer lugar en el Tamboo Bamboo, después en los tambores y por último en los tambores de acero, de donde sacaron sonidos a fuerza de martillo que daban a los barriles desechados de la incipiente industria petrolera trinitaria a comienzos del siglo pasado. Pero la innovación también está en la reconexión diaspórica o neodiáspora musical, cuando el mismo calypso se une al ritmo de laghia y beguine de Martinica y Guadalupe y da el ritmo “Beguinca” o Beca; así como el jazz y su versión de Beb Bop unido a la rumba afrocubana va a generar el “afrocuban jazz” y no jazz latino, como impuso la industria comercial norteamericana, al igual que la llamada salsa, género que diluye las otras creaciones como Mozambique, comparsa, guaguancó o yambú.
Preservación, creación e innovación es un continuo histórico que rompe los paradigmas culturales occidentales que nos había folklorizado y paralizado en el tiempo
La voz de Afroamérica / Jesús “Chucho” García