Es menester, que esta orgullosa Patria Grande, retome con la misma fuerza y ahínco que hemos desplegado por la soberanía política (UNASUR y Celac, por ejemplo), la lucha por la soberanía económica y ello se logra, básicamente, con dos cosas: diversificación de la producción y reindustrialización.
Primero fue la plata, después el oro, la caña de azúcar, el café, el cacao, el caucho, el cobre, hasta llegar al petróleo. Desde los tiempos de la colonización, el patrón de la economía latinoamericana ha estado marcada por el monocultivo y la monoproducción de las materias primas antes mencionadas. Cada cultivo, o cada metal precioso, tuvo su auge y caída, dejando huellas indelebles e indeseables en los habitantes de nuestra patria grande.
El modelo bajo el cual se aprovecharon estos recursos estuvo caracterizado por la explotación irracional de los suelos y de la mano de obra, extrayendo para beneficio de las colonias las riquezas de América Latina, un sistema que Eduardo Galeano describió como «sacocracia» en su obra maestra «Las venas abiertas de América Latina».
Revertir estas injusticias ha inspirado grandes batallas, desde la independencia del imperio español, revoluciones como la cubana, la sandinista y más recientemente, la bolivariana. No hay duda de que nuestra América ha dado grandes pasos. El más reciente rechazo al decreto del presidente de Estados Unidos, Barak Obama, contra Venezuela, demuestra fehacientemente los niveles de soberanía e independencia política que han logrado nuestros pueblos.
No obstante, hoy persisten residuos importantes del modelo monoproductor de nuestras economías, un hecho que aún nos mantiene dependiente de uno o pocos productos para el desarrollo económico y social. De hecho, preocupa que la CEPAL hable hoy -más bien- de un retroceso en el ámbito de la diversificación económica, luego de haberse dado avances interesantes en Brasil y México y en menor proporción en Chile, Colombia, e incluso Venezuela. Pero se ha vuelto ha mencionar una «reprimarizacion de América Latina», lo que significa el retorno a altos niveles de dependencia de un solo producto de exportación. Y esto compromete nuestra soberanía, nuestra independencia, compatriotas.
Es menester, que esta orgullosa Patria Grande, retome con la misma fuerza y ahínco que hemos desplegado por la soberanía política (UNASUR y Celac, por ejemplo), la lucha por la soberanía económica y ello se logra, básicamente, con dos cosas: diversificación de la producción y reindustrialización. José Martí profetizó que «El pueblo que confía su subsistencia a un solo producto, se suicida».
Las proyecciones negativas, o al menos no tan buenas de Latam, se atribuyen, entre otras cosas, a la caída de los precios de las materias primas. El Banco Mundial (BM) destaca que «mientras la reciente crisis económica global comienza a superar sus síntomas más graves, América Latina sigue trabada en una fase de bajo crecimiento. Y según los expertos, va para lago. Al bajo crecimiento de EEUU, a la permanente incertidumbre en los países de la zona Euro y a la desaceleración China, se ha sumado recientemente la depreciación de las monedas locales y la caída generalizada de los precios de las materias primas. Esta es la nueva normalidad económica internacional, y todo indica que no se trata de algo pasajero». Rompamos, pues, la condena al calvario de las caídas cíclicas de los precios de las materias primas.
Miguel Pérez Abad