El presidente Nicolás Maduro cumple este domingo dos años en el poder marcados por un deterioro paulatino de la calidad de vida de los venezolanos, cuyo último episodio es el recorte en la asignación de dólares subsidiados para viajeros y compras en el exterior.
Cuando el heredero del fallecido Hugo Chávez asumió el 19 de abril de 2013 tras unas elecciones impugnadas por el opositor Henrique Capriles, la inflación anual era de 20,1%, la escasez de productos básicos de 20% y la pobreza se ubicaba en el 25,1%.
Dos años después, la inflación anual se disparó a 68,5%, la escasez se ha convertido en un mal crónico, y la pobreza -una de las grandes banderas de lucha de la Revolución Bolivariana- alcanza al 32,1% de los venezolanos.
Y el dólar negro, marcador ya casi omnipresente de unos precios en bolívares cada vez más devaluados, pasó de 22 bolívares por dólar cuando murió Chávez a los 275 bolívares este viernes.
Todo ello mina la moral de los venezolanos, cada vez más sometidos a largas filas para conseguir leche, aceite, harina o medicamentos sin recurrir al mercado negro, donde –cuando el bien se consigue– los precios se disparan hasta un 1.000%.
“Es muy evidente que el venezolano ha perdido calidad de vida en todos los estratos sociales, pero sobre todo entre los más pobres”, explica a la AFP el economista Maxim Ross, fundador del Centro de estudios de economía venezolana de la Universidad Monte Ávila.
Como él, muchos economistas consideran que la situación actual es consecuencia del modelo socialista centralizador -implantado por Chávez y seguido a rajatabla por Maduro- de controles de cambio y de precios, de expropiaciones, de desaforado gasto público y de “burocratismo” que castiga la producción nacional y fomenta la corrupción, el contrabando y la ineficiencia.
Sin embargo, Maduro, que se jacta de que su gobierno sigue sacando de la desnutrición a millones de venezolanos -algo corroborado por la FAO- atribuye la crisis a una “guerra económica” de la burguesía con vínculos con Colombia y Estados Unidos.
“Los años del no hay”
A pesar de las continuas subidas salariales ordenadas por Maduro, la frustración en la calle por la idea de que “la inflación se está comiendo el salario” está muy extendida entre los venezolanos de todas las edades, condiciones y creencias políticas, habituados a la generosa política de subsidios del chavismo.
Sentada en un precario taburete de un puesto callejero de café en la barriada popular de Petare, en el este de Caracas, Luisa Marina, una empleada doméstica y madre soltera de dos hijos, califica el gobierno de Maduro como el de “los años del no hay”.
“Yo no tengo nada contra Maduro, pero este gobierno lo ha echado todo a perder. En dos años todo nos han ido recortando. A mi hasta me quitaron las remesas”, dice a la AFP Marina, que emigró de Colombia hace 22 años y que a pesar de todo no piensa “volver a emigrar”, como están haciendo muchos.
En la plaza Bolívar del acomodado distrito de Chacao, Vladimir Zambrano, un técnico de sonido y estudiante de computación, cuenta que en estos dos años su salario se ha duplicado de 7.500 a 15.000 bolívares, pero le rinde “mucho menos”.
“En Venezuela ya no se vive, sino se sobrevive. Uno trabaja para el día a día. Como joven, uno ya no aspira a tener algo fijo, a comprar un inmueble. Sólo piensa en qué tendrá en el bolsillo para el día siguiente”, explica.
Elecciones a la vista
En un contexto de abrupta caída de los vitales ingresos petroleros, el inquilino del Palacio de Miraflores se ha visto obligado a recortar divisas para remesas y para boletos aéreos, a dejar de pagar deuda comercial y a subir el precio de algunos productos controlados y de las tarifas subsidiadas de los servicios públicos.
“Maduro ha tenido menos ingresos petroleros que Chávez, ha tenido que pagar más servicio de la deuda y ha tenido la misma falta de previsión. Casi todos los países petroleros tienen un fondo de previsión para los momentos malos. Venezuela no”, explica el economista Ross.
Y en el horizonte está la subida de la gasolina más barata del mundo, un tema hasta ahora tabú -pues en el pasado fue motivo de una sangrienta revuelta-, pero que está siendo discutido por el chavismo.
La pregunta es si con esta caída del crudo Maduro –con una popularidad en baja que estudios sitúan en el 25%– podrá mantener los millonarios programas sociales de alimentación, salud, educación y vivienda.
Y también si con esta merma de ingresos, el mandatario -cada vez más cuestionado por la comunidad internacional- podrá costearse la campaña electoral para las vitales legislativas de diciembre, en las que la oposición parte como favorita, a pesar de que está divida y con varios de sus líderes encarcelados.
Jordi Miro / AFP