Venezuela ha padecido a lo largo de su historia de muy malos presidentes y peores ministros de economía, sin embargo desde 1998 hemos tenido tal vez la peor nómina de nuestra historia manejando el país. Sin lugar a dudas Hugo Chávez será recordado como el peor presidente de nuestra historia, su legado lo sufrirán los venezolanos por muchos años y por lo visto en estos dos años, Nicolás Maduro también tendrá su puesto en el Top5.
El pobre conocimiento que sobre la economía tuvo Chávez y ahora Maduro se debe a que han basado sus decisiones en la materia en un muy extraño socialismo “caribeño”, algo que vendieron llamado “el socialismo del siglo XXI”, que de ideología no tenía más que acumular poder y desplazar al sector privado cambiándolo por el sector público y por una nueva clase social: Boliburgueses, una suerte de “prósperos empresarios” que se enriquecen a la sombra del poder. Esta visión primitiva (casi de la Edad Media con intentos de constituir comunas, instaurar trueques, perseguir empresarios y humillarlos en plazas públicas) de la economía ha generado lo que siempre ocurre con los intentos de instaurar el socialismo en cualquier país del mundo: elevada corrupción, caída en la producción nacional, elevada dependencia al precio de la materia prima de exportación, adicción por las importaciones, alta escasez e inflación crónica. Al final el plan en materia económica ha sido un rotundo fracaso. Pero lo importante para esos regímenes “socialistoides” no es la economía sino la política, la concentración de poder y su conservación por encima de cualquier cosa.
El plan político es sencillo: barrer con las instituciones y generar dependencia entre las clases sociales más pobres del país. Para eso se usa una política populista, generar miedo con una persecución de quien piensa distinto y un control de la economía. La idea central es que los pobres vean en ese gobierno una esperanza perenne, que solo ese gobernante es quien los quiere, entiende y los ayuda. Para el gobierno la clave reside en nunca sacarlos de la pobreza, mantenerlos allí, solo darles algunas mejoras para que la dependencia se traduzca en votos.
En Venezuela las misiones no son programas sociales que fueron pensados para generar bienestar, su razón de ser es para controlar y depender. Ese “socialismo del siglo XXI” lo que ha producido es un estado aún más corrupto, ineficiente e incapaz para cumplir con sus funciones básicas (seguridad, educación, salud, infraestructura, estabilidad macroeconómica), solo observar el resultado de las nacionalizaciones como la de la CVG, Corpoelec, CANTV, empresas petroleras de servicios, aerolíneas, azucareras, cementeras, etc. es suficiente evidencia.
La idea central del “socialismo del siglo XXI” es la igualación por debajo y tanto el presidente anterior como el actual hacen todo lo posible por lograrlo. Cada día la calidad de vida de los venezolanos se ve deteriorada y al mismo tiempo aumenta la dependencia hacia el gobierno. Imposible pensar en un mejor país en esas condiciones.
Luis Oliveros | @luisoliveros13