La única vez que Venezuela salió en armas de su casa fue para eso, no para avasallar, destruir y saquear recursos ajenos, y ello es un atributo que nunca mancillará
Con Carabobo y el colapso español en Venezuela se abrieron para la lucha por la libertad los caminos del Sur, dos años antes comenzados a transitar en Boyacá. La Patria se inauguraba así como un manantial de solidaridad, que ponía la vida de sus hijos y la gloria del tricolor mirandino al servicio de los otros pueblos hermanos, los cuales en realidad eran uno con el nuestro.
La única vez que Venezuela salió en armas de su casa fue para eso, no para avasallar, destruir y saquear recursos ajenos, y ello es un atributo que nunca mancillará.
Mas el monstruo que se forjó empequeñeciendo en bandidaje y rapiña a todos los demás depredadores históricos, tiene el descaro de acusarnos de agresores o de amenaza. La treta del asaltante que grita ¡al ladrón!
Claro, acaba de retroceder bajo la contundente expresión de rechazo de los venezolanos, asistidos por la solidaridad de nuestra América y el mundo. Pero pretende mantener la espada de Damocles y no podemos descuidarnos “ni un tantico así”.
Por cierto, la toma de conciencia mundial hoy perceptible genera una como gratitud sui generis a los señores Bush y Obama (salvo la piel, ¿en qué se diferencian?), los dos últimos mayordomos del imperio. Tan brutales han sido en sus ejercicios, que han desnudado a éste. Ya nadie cree sus coartadas de libertad, democracia y derechos humanos; el planeta se ha percatado de su miseria moral, egoísmo, codicia, criminalidad y violencia, ha descubierto su condición de enemigo fundamental de la humanidad y está comprendiendo con nitidez que quien lo produce y reproduce es el sistema capitalista, máxima expresión histórica de la explotación del humano por el humano.
Y si bien esa conciencia nace de la lucha y se ilumina con las ideas de los grandes revolucionarios, los equipos sangrientos que han desgobernado o desgobiernan desde Washington han realizado un aporte con su ilimitada práctica perversa.
Nota: ¡Honor y Gloria a Eduardo Galeano! ¡Qué dolor!
Freddy J. Melo