Para Elena Rodríguez de Brito y Leonor Giménez de Mendoza, madres que desde sus distintas circunstancias han luchado y luchan por un mejor país, como todas las madres venezolanas
Son muchos los que recuerdan estremecidos la forma en que terminó la lucha de Franklin Brito, cuando murió la noche del 30 de agosto de 2010, recluído contra su voluntad en una dependencia del Hospital Militar, convertido en un saco de huesos. Su cadáver, de casi dos metros de altura, pesaba menos de 40 kilos, como resultado de las seis huelgas de hambre que desde el año 2003 habia desarrollado reclamando justicia.
Pero son pocos los que recuerdan como empezó su pelea: Brito, biólogo de profesión, era un pequeño productor agrícola en las cercanías del poblado Guarataro, municipio Sucre del estado Bolívar, al sur de Venezuela. Al denunciar y evitar la realización de un plan municipal de uso de pesticidas con severo impacto ecológico, Brito desbarató el negocio que tenía “cuadrado” algun burócrata y se convirtió en enemigo de la mafia oficialista local, que no tardó en tomar represalias. En breve tiempo aparecieron unas “cartas agrarias”, mecanismo utilizado por el Gobierno para promover y pretender “legalizar” invasiones de fundos, fincas y haciendas. Las por cierto escasas tierras en que el campesino Franklin Brito producía alimentos para su familia y para la comunidad fueron invadidas. Sus cultivos fueron destrozados. Un año despues de su muerte, las tierras por las que dio la vida permanecían abandonadas. Allí donde algunas vez se produjo alimento, hoy solo queda desolación. Donde antes se producía comida, ahora el gobierno impuso el hambre.
Lo que ocurrió en la pequeña propiedad de Franklin Brito pasó en todo el país. A la fuerza, mediante invasiones, expropiaciones, estatizaciones o simplemente permitiendo que el hampa o la guerrilla exterminara o alejara a los productores agropecuarios, el Gobierno se hizo dueño de la mayor capacidad de producción del país. El despojo no se limitó a los productores primarios, sino que afectó tambien a la agroindustria. El sector oficial tiene hoy bajo su control capacidad instalada para producir azúcar, leche, café, harina de trigo, harina precocida de maíz, aceite, margarina y además participa en la producción de pañales y productos de limpieza. El Gobierno también tiene el monopolio de industrias estratégicas como el acero, el aluminio, el cemento, las cabillas, el vidrio, entre otros, que son vitales para otros sectores de la economía como lo es el sector de la construcción.
Crónica de un desastre rojo
Pero resulta que aquellos bienes en cuya generación el Gobierno participa o pudiera participar por contar con capacidad instalada para ello, son precisamente los productos que hoy están desaparecidos de los anaqueles y comercios, incluso de los establecimientos de la red pública de comercialización. No es “casual”. El régimen “ni lava ni presta la batea”, como reza el dicho popular venezolano: quienes manejan las palancas del poder ni dejan que los propietarios privados produzcan, ni producen ellos. ¿Por qué? Pues porque durante varios años, en virtud de los altos precios internacionales del petróleo, habia dólares suficientes para sustituir con importaciones desordenadas, corruptas y antipatrióticas los productos que antes se producían en nuestro país. Así fue como durante unos años el consumidor venezolano se acostumbró a ver en las neveras y anaqueles como desaparecía la carne de res venezolana, sustituida por carne brasileña; la leche venezolana, pasteurizada y el polvo, desapareció tambien, para ser sustituida por extrañas marcas ecuatorianas, bolivianas o uruguayas. Peces y mariscos capturados por la flota de pesca de arrastrre nicaraguence estaban en nuestros comercios, porque la flota arrastradora venezolana, la más importante del continente, fue desmantelada por el Gobierno…
En el sector alimentos, el Gobierno convirtió en politica de Estado la importación indiscriminada. Según el INE, desde 1998 hasta 2013 las importaciones de carne aumentaron 19.682 %, las de café aumentaron 1.319 % y las de leche pasteurizada aumentaron 1.002 %. Pero… el panorama de los precios petroleros cambió, y los dólares se hicieron escasos. Hoy, GRACIAS AL GOBIERNO, Venezuela no tiene dólares, y producción nacional tampoco. Por eso hoy no se encuentra carne de res de ninguna “nacionalidad”. Por eso hoy tomarse un café es un lujo. Por eso hoy ni mala leche tiene el pueblo venezolano. Esta situación se repite en la gran mayoría de los rubros, y no es producto simplememte de la imprevisión o la incapacidad, sino de la vocación corrupta: El régimen convirtió el hambre del pueblo en su gran negocio: destruyó la producción nacional y asignó los dólares a un grupo de enchufados que se han hecho millonarios importando cosas que antes se producían aquí. Si las importan podridas o vencidas, como ocurrió en el impune caso PUDREVAL, no les importa. Para ellos lo relevante es el monto de sus comisiones, no que el pueblo se alimente.
Hora de defender la libertad
Siendo ya evidente para todos los venezolanos que tenemos por delante el rojo camino a la hambruna y la hiperinflación, el régimen muestra una de sus muy pocas habilidades: Ellos no saben construir soluciones, pero en su lugar inventan excusas y culpables. La excusa para este desastre es la necedad de la supuesta “guerra económica”, y los inventados “culpables” que quieren criminalizar son precisamente los productores que ellos no dejan producir. Los que ayer asesinaron a Franklin Brito, hoy embisten contra Empresas Polar y contra otros productores que a duras penas sobreviven. En vez de atender las denuncias que casi diariamente hacen los trabajadores de las empresas estatizadas por ser éstas pasto de la corrupción y la ineficiencia, el régimen agrede, hostiga y realiza “fiscalizaciones” agresivas a los emprendedores privados que si han demostrado tener capacidad y vocación para producir los alimentos que el pueblo venezolano necesita.
Hoy defender la libre empresa es defender la libertad de trabajo y el derecho del pueblo a la alimentación. Impedir que el Gobierno le haga a lo que queda de la empresa privada lo que le hicieron a las tierras de Franklin Brito es defender el estómago y la libertad del venezolano. Salir de esta crisis solo será posible con un gran acuerdo nacional en el que participen Gobierno, empresarios y trabajadores. Pero este Gobierno no es capaz de ponerse de acuerdo con nadie. Necesitamos, en consecuencia, un nuevo Gobierno. ¡Por la victoria democrática en las elecciones parlamentarias se empieza! ¡Palante!
Radar de los Barrios
Jesús Chúo Torrealba*
Twitter: @chuotorrealba
* Secretario Ejecutivo de la Mesa de Unidad Democrática