Al manipulador se le reconoce fácilmente. Es inmaduro y narcisista por naturaleza. Su inmadurez se manifiesta en la incapacidad de hacerse responsable de sus acciones. Siempre tiene una excusa aparentemente perfecta para echarle la culpa a otro
En una sociedad como la actual, no es extraño caer en manos de un manipulador. En el amor conyugal, en la vida familiar o en el entorno laboral, podemos encontrarnos con un abusador, para ser blanco de amenazas que se manifiestan a través de sentencias como éstas: ‘si no haces lo que te pido, ya verás que te pasa’.
En una situación semejante, el afectado no se atreve a actuar: cree que esas palabras se cumplirán para hacer tangible aquello con lo que se le amenaza. Y aunque algunos dicen que ‘perro que ladra no muerde’, es prudente recordar que el que manipula, con su extorción agrede.
Entonces, la agresión verbal o de otro tipo se vuelve en un modo de manipulación, para crear un estado de desconcierto o frustración en quien se convierte en blanco del manipulador.
1. Termómetro del manipulador
Al manipulador se le reconoce fácilmente. Es inmaduro y narcisista por naturaleza. Su inmadurez se manifiesta en la incapacidad de hacerse responsable de sus acciones. Siempre tiene una excusa aparentemente perfecta para echarle la culpa a otro: un gesto, acción o actitud que se vuelve inoportuna, inesperada o sancionada, por quien falsea la realidad para moldearla a su conveniencia.
Su ego narcisista se manifiesta en alta dependencia emocional, baja autoestima y poca asertividad en las relaciones sociales. Por ello, debido a que no puede mantener sus emociones bajo control, son más propensos que otros a tener relaciones conflictivas con las personas cercanas a su entorno. Dice o hace cosas de las que se arrepiente, una vez que sabe que está en peligro porque percibe que sus planes están descubiertos.
La incapacidad de controlarse vuelve a los manipuladores en seres más propensos a realizar actos violentos que el resto de los mortales. Quien se convierte en víctima de un manipulador, termina recibiendo algún tipo de violencia, verbal o sicológica, y hasta física. Nunca se sabe hasta dónde llegará la manipulación del depredador.
Asimismo, el manipulador se identifica fácilmente porque busca generar miedo en quien le lleva la contraria: quien no cumpla sus deseos, se convierte en su enemigo acérrimo. Esto le causa una molestia desproporcionada. Los lleva al descontrol, a caer en la amenaza, una forma de agresión psicológica y verbal, para provocar emociones negativas, como inseguridad, temor y desconfianza. Con ello, se limita la capacidad de acción de quien recibe esta clase de maltrato por parte del manipulador; en este estado, la víctima no puede desarrollar exitosamente su trabajo ni tampoco sus actividades cotidianas.
Como se caracterizan por sus acciones denigrantes o machistas, una de las estrategias que utilizan es el desprestigio. La descalificación se convierte en el arma utilizada por quienes hacen de la mentira su modus vivendis.
La falsedad de hechos o situaciones, es la herramienta de quien practica tanto la manipulación que la vuelve su oficio. Por ello, son incapaces de resolver conflictos mediante mecanismos maduros, tales como la negociación: llegar a acuerdos que beneficien por igual.
2. Un manipulador se hace
La causa de un comportamiento violento, probablemente, está en una infancia traumática, donde los golpes, el abuso o alguna forma de maltrato por parte de la madre o del padre, han dejado una secuela en el agresor quien repite tal comportamiento: lo toma como modelo de modo automático, a menos que reciba asistencia psicológica que lo ayude a concienciar que esa conducta es negativa.
El modelo es la imagen mental que un individuo tiene de una persona. Esa imagen influye sobre todo en la infancia. Es ahí, en esta etapa, cuando se estimula una acción a seguir. El niño copia inconsciente, o intuitivamente, el comportamiento de los progenitores o de sus cuidadores.
Luego, en la adultez, actúa de manera similar: si el padre agrede a la madre y a los hijos, el adulto afectado lo hará con su pareja y con sus descendientes. Esta conducta se vuelve reiterada hasta que se analiza y después se modifica.
3. Rostros del manipulador
La manipulación se hace tangible en dos personalidades: el agresor, por un lado, y el que se hace la víctima, por otro. No es nada fácil actuar racionalmente cuando se forma parte de esta situación.
Los manipuladores necesitan que se les siga el juego y se ponen nerviosos cuando no se hace de esa manera. Su mayor satisfacción es lograr la destrucción total de su víctima sin que él parezca responsable, pero cuando son descubiertos, la situación se invierte: ellos son los destruidos.
Asimismo, como tienen una visión distorsionada de los hechos, no reconocen sus errores, evitan cualquier tipo de diálogo, son cobardes, tienen muchos complejos. Esa manera de ver las cosas, les impide actuar con normalidad.
Por consiguiente, las amenazas se convierten en verdaderos chantajes que dificultan la posibilidad de analizar la situación en la que se está inmerso, para tomar una decisión acertada, con lo cual su objetivo se ha cumplido, crear una realidad paralela que sólo lo beneficia a él.
Por consiguiente, sumergido en un estado de angustia, el afectado considera que existe por parte de quien propina tal amenaza el firme propósito de cumplirla, lo cual aunque no suceda ya ha sido perjudicial, una vez que genera un estado de desequilibrio que al durar un tiempo considerable ocasiona un daño psicológico y emocional irreversible.
Víctima + Agresor= manipulador
*** Generar sentimientos de culpa; causar la confrontación con otras personas; la autocompasión permanente para hacerse la víctima, o simplemente parecer alguien que necesita atención especial, son estrategias frecuentes del manipulador.
*** Por ende, aunque no es fácil, apremia marcar distancia del manipulador, una vez que se le haga saber que si no modera su comportamiento, se acudirá a un organismo estadal, como el Ministerio Público de la Fiscalía o el Ministerio de la Mujer, para pedir asistencia cuando la agresión sea una forma más de intimidar del que manipula
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas