En recientes declaraciones Henry Ramos Allup sostuvo, a propósito de las candidaturas disidentes de la MUD, que “los candidatos que dicen ser de la tercera vía quedarán hechos polvo cósmico y arena de playa”. Al hacer esta afirmación, Ramos Allup retomaba una sentencia acuñada por Hugo Chávez en las elecciones parlamentarias de 2010 y lanzada en relación a la oposición: “los vamos a demoler, los vamos a volver polvo cósmico”, había dicho.
La expresión es vigorosa y retadora, pero la realidad es otra: las candidaturas al margen de las postulaciones oficiales de la Mud o del Psuv son una realidad y van a obtener una porción de la votación. Ha sido así a lo largo de estos quince años: siempre ha habido entre un siete y un quince por ciento de electores que no vota por ninguno de los dos bloques y se expresa, por lo general, a favor de liderazgos regionales o de organizaciones locales. Sin embargo, esa votación difícilmente se convierte en puestos en el parlamento o consejos legislativos. Es como un residuo en las matemáticas, a veces elevado.
Pero más allá de lo circunstancial, la noción de “polvo cósmico” nos remite a una consideración más general sobre el proceso político venezolano, cuya característica es que los factores en pugna no disponen de la suficiente fuerza para establecer una hegemonía y mucho menos para hacer desaparecer “al otro”. Las organizaciones políticas del chavismo y de la oposición son una realidad de largo plazo, gane quien gane unas elecciones. Hay un pulso entre movimientos políticos y clases sociales con fuerzas parejas.
El pueblo ha sacado la cabeza del agua, pero no puede prescindir del empresariado. Ni tampoco los sectores acomodados de la sociedad tienen la fuerza para volver a sumergir e invisibilizar a los de abajo. Ni “chavismo” ni “antichavismo” se volverán polvo cósmico. De tal manera que hay que crear un piso común de convivencia, sin que esto signifique el fin de la confrontación de intereses y visiones distintas o cotrapuestas.
El marco para un acuerdo de esta naturaleza debe partir del reconocimiento de los parámetros que tienen mayor consenso social en la actualidad. En este sentido se puede señalar: la primacía de lo popular en la visión y las políticas del Estado; un sistema de propiedad mixto; una economía regulada por el Estado, sin excesos que la paralicen; entendimientos para la producción; ampliación de la participación democrática y de la deliberación política; estabilidad económica; integración suramericana e independencia nacional en relación al dispositivo geopolítico estadounidense. Nada de esto es polvo sino segmentos sólidos con los que se puede desarrollar una fuerte estructura que cohesione a las mayorías del país en las próximas dos o tres décadas.
Leopoldo Puchi