¿Adicta al amor insano?

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Las relaciones dependientes se reconocen porque en nombre del amor se soportan toda clase de situaciones, como maltratos físicos, ya sea golpes y/o empujones; agresiones verbales

Algunas personas desconocen por qué prefirieron a alguien en particular. Como resultado de la química, sienten una atracción desmedida, pero, más allá de eso, no saben qué les atrajo. Luego después de que fracasa la unión, tampoco pueden explicar  por qué se convierte en una pareja equivocada a quien eligieron como compañero sentimental, una vez que la convivencia se hace insoportable.
A pesar de lo anterior, cuando acaba esa relación dolorosa se inicia otro vínculo insatisfactorio, porque esa persona se parece a la pareja anterior. Entonces, la pregunta es qué influye en la reincidencia de esa elección desacertada, en vez de pensar que se tiene mala suerte, o se está destinada al fracaso en el amor.

1. Nueva oportunidad para superar el pasado

Las personas en edad adulta tienden a relacionarse con sus parejas del mismo modo como, cuando niños, se relacionaron con sus padres. Así construyen un modelo sobre qué son las relaciones y cómo funcionan, sustentado en las experiencias de la infancia: en qué medida quienes lo cuidaron en esa etapa inicial satisficieron sus necesidades o no lo hicieron.
Por consiguiente, cuando existen carencias o necesidades emocionales desatendidas desde tiempos pueriles, además de buscar la atención afectiva y sexual del compañero sentimental, se pretende conseguir el cariño que no fue propinado por uno de los padres, a quien se le recuerda como distante.
De lo anterior resulta que una experiencia negativa del pasado, como abandono, maltrato o de falta de afecto, no superada, por lo demás, se manifiesta en la búsqueda no consciente de conseguir ese afecto en la pareja, con el cual no se contó en una edad en que el mismo era tan necesario como la alimentación o la protección.
Entonces, se genera un estado de ansiedad resultado de miedos por necesidades desatendidas en la niñez, lo que convierte esa relación con los padres en un nexo conflictivo. Ahí, existe una tendencia a repetir la misma experiencia en la edad adulta porque, de manera no consciente, se busca una oportunidad para superar esa vivencia frustrada del pasado.
Al contrario, cuando las relaciones con sus progenitores fueron sanas, equilibradas y satisfactorias, la tendencia es buscar parejas con las que se pueda tener vínculos similares, igualmente, equilibrados, lo cual resulta positivo y sano.

2. El amor enfermo genera frustración

Una relación basada en el miedo a la pérdida, a la soledad o al abandono, es  adictiva, mejor conocida como dependiente o codependiente. En este modo de relacionarse, se confunde el amor verdadero con la dependencia afectiva, para mantener un nexo que genera más frustraciones o desasosiego que alegría y satisfacción.
Las relaciones dependientes se reconocen porque en nombre del amor se soportan toda clase de situaciones, como maltratos físicos, ya sea golpes y/o empujones; agresiones verbales: amenazas o calificativos despectivos; y psicológicos, negación de necesidades como la alimentación, o cualquier comportamiento intencionado que se da desde una condición de más poder que lleva a desvalorizar o destruir el autoestima de quien es blanco de ese ataque.
Normalmente, el origen de una personalidad adictiva está en la infancia. Una conducta dependiente viene de una experiencia negativa del pasado que no se ha superado, como abuso, abandono, pobreza extrema, o víctima de una persona adicta a las drogas o alcohol.
Hay personas que tienen conductas dependientes para reafirmarse a sí mismas. Y quienes participan en tales vínculos dan más de lo que pueden, mientras niegan sus propias necesidades. De igual manera, el otro también se vuelve dependiente de esa ayuda, mediante la que se ejerce control, una vez que se espera agradecimiento, reconocimiento y retribución por tal sacrificio.
En definitiva, las relaciones adictivas se dan cuando hay algo de atrás que no se ha sanado y que está causando un comportamiento en el que la adicción se confunde con el amor o con altruismo, una vez que la baja autoestima está actuando como telón de fondo, hasta el punto de crear un vínculo destructivo que termina enfermando cada vez más a quien forma parte de él.

3 La agresión define una relación conflictiva  

Una relación conflictiva viene dada por la agresión que termina causando un deterioro psicológico, porque quien recibe tales maltratos termina pensando que es inferior a quien se los propina, y por ello merece que la traten de esa manera, de ahí que se habla de una baja autoestima.
De igual manera, quien recibe la agresión, teme ser abandonado, y esto hace que sea capaz de tolerar infidelidades u otra clase de maltrato. Además, hay quienes no aceptan que una relación haya llegado a su fin, y por esta razón se convierten en mártires que llevan una cruz acuestas a causa de un amor insano.
Asimismo, son dependientes, o adictivas, las relaciones en que la agresión se vuelve algo cotidiano, ya que quien recibe tales maltratos piensa que puede tolerar cualquier cosa en nombre del amor, sin importar el daño que la situación le cause.
A pesar de lo anterior, es tanto la desconexión con su interior que ya ha perdido la capacidad de analizar sus emociones, y por ende es incapaz de percibir el daño que esa relación le genera por más señales que reciba de su entorno.
Por consiguiente, nunca merece la pena mantener una relación en que un comportamiento agresivo marca la pauta, una vez que el temor al abandono mueve los hilos, para terminar acallando lo que nuestra voz interior por derecho clama.

¿Qué relación tienes?

*** Si en nombre del amor toleras lo que sea, incluso maltrato físico o verbal, y  hasta infidelidades, debido a que tienes un gran temor al rechazo, abandono y soledad, lamento decirte que eres de las que mantiene relaciones adictivas.

*** Por el contrario, un vínculo amoroso en el que se da y recibe de manera equitativa, que se fundamenta en el respeto y en la reafirmación de un sentimiento compartido que conforta a ambos por igual, vale la pena conservar

La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas

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