Ese abrazo estaba pendiente desde hacía 41 años. El abrazo de una madre y su hijo, cuyas vidas se separaron abruptamente hace cuatro décadas.
Nelly Reyes había estado esperando durante horas en la sala de llegadas internacionales del Aeropuerto Internacional Arturo Merino Benítez de Santiago. Llevaba en la mano un cartel rojo en el que se leía: «Esperamos con amor a Travis, tu madre Nelly y familia». Una nieta de veintitantos años y un nieto de 10 la acompañaban.
Al otro lado de la terminal, Travis Tolliver pasaba inmigración y aduana y estaba ansioso y nervioso. Principalmente por la barrera del lenguaje, supo hasta el último minuto que alguien había ido a recibirlo.
Cuando finalmente salió de la terminal, no se necesitaron palabras. Corrieron para abrazarse largo y tendido.
Pocos familiares conocían la historia verdadera.
Tolliver lloraba de alegría. «No sé cómo me siento. ¡Es una locura! No pensé que esto podría pasar», dijo.
Reyes, de 61 años, apenas podía hablar. «Lo abrazaré todos los días. Lo amo tanto», dijo.
Los sentimientos que afloraron en ese abrazo en el aeropuerto fueron la culminación de cuatro décadas de tribulación, de mentiras, de engaños, de delitos y de una injusticia que separó a una madre de su hijo al nacer.
Robado al nacer
El bebé recién nacido terminó viviendo a miles de kilómetros de allí; creció en Tacoma, Washington (Estados Unidos), con una pareja que no tenía idea de que su madre biológica lloraba y trataba desesperadamente de encontrar a su hijo.
Tolliver dice que siempre supo que era adoptado. Lo que el supervisor de un centro de distribución de importaciones de 41 años no sabía es que lo habían robado cuando era bebé en su natal Chile, unas horas después de haber nacido.
Espera que saber la verdad sobre su pasado le permita superar un trauma psicológico que ha sufrido desde que tiene memoria. Dice que tiene «problemas de abandono».
«Ya saben, no me habían entregado voluntariamente como lo creí durante todos estos años, así que eso hace que mi corazón se sienta maravillosamente, pero se trata de reconciliarse con eso. Todo esto me parece irreal», dijo Tolliver.
Reyes dijo que había tenido un embarazo normal, sin problemas médicos. La mujer tuvo cinco hijos, incluido Tolliver, y cuenta que dio a luz a un bebé sano a las cuatro de la tarde del 15 de noviembre de 1973. Ella tenía 19 años.
Sin embargo, su gozo pronto se tornó en pesar cuando una enfermera le dijo que el bebé había nacido con un trastorno cardíaco y que no era probable que sobreviviera.
«Horas más tarde me dijeron que había muerto», cuenta Reyes. A pesar de sus múltiples ruegos, Reyes dijo que nunca le mostraron el cadáver y nunca le dieron un acta de defunción.
El caso de Tolliver no es único en Chile, de acuerdo con Marcela Labraña, directora del Servicio Nacional de Menores de Chile (SENAME).
«Ya no es un mito. Hoy en día sabemos que esto ocurrió y que fue real. No es un cuento que contaban un par de personas», dijo Labraña.
La agencia investiga cientos de casos actualmente, pero Labraña dice que podría haber miles de casos de adopciones ilegales en las décadas de 1970 y 1980, cuando el país vivía bajo una dictadura represora.
Tolliver y Reyes creen que lo robaron. Él ahora colabora con las autoridades para descubrir qué fue lo que le pasó exactamente.
En Chile los llaman «hijos del silencio». Robaron y vendieron a algunos bebés. Los abuelos regalaron a otros bebés en colusión con médicos, sacerdotes y monjas para ocultar el embarazo socialmente vergonzoso de una hija.
Investigan a un sacerdote
El fiscal Mario Carroza investigó a Gerardo Joannon, sacerdote acusado de actuar como intermediario secreto entre las familias acomodadas de Chile y los padres adoptivos como parte de una conspiración en la que participaron médicos, enfermeras y monjas en la década de 1970.
Carroza dice que investigó al cura, que pertenece a la congregación de los Sagrados Corazones, por los delitos de robo de menores, falsificación de documentos y usurpación de identidad.
Quienes buscaban respuestas quedaron consternados cuando Carroza determinó que aunque Joannon pudo haber cometido esos delitos, había pasado tanto tiempo que ya no lo podían juzgar.
«En este caso estamos hablando de un período hace entre 15 y 20 años, lo que significa que la prescripción ya corrió», dijo Carroza.
La congregación a la que pertenece Joannon también llevó a cabo una investigación interna en 2014 y envió sus hallazgos al Vaticano. La Santa Sede determinó que aunque el sacerdote había cometido errores éticos y morales, ninguno de sus actos consistía una violación al derecho canónico.
En la única entrevista que dio en abril 2014 al Canal 13 de chile, Joannon negó todas las acusaciones e incluso negó haber dicho a las mujeres que sus hijos habían muerto para entregar los bebés a otras parejas.
«Nunca le dije a nadie que los bebés habían muerto porque yo ni siquiera sabía si habían nacido o si eran varones o mujeres», dijo al Canal 13. «Nunca supe nada».
Pero…
En el caso de Tolliver, no se sabe con certeza quién lo separó de su madre o si hubo dinero involucrado.
Tolliver dice que sus padres adoptivos estadounidenses no sabían que era robado. Les dijeron que era un bebé abandonado.
Tolliver dice que también trató de encontrar a sus padres biológicos cuando tenía veintitantos años, pero no tenía las conexiones necesarias para lograrlo.
Pero en 2014, cuenta, llegó a la conclusión de que tenía que descubrir la verdad de su pasado no solo por su bien, sino por el de sus dos hijos. Dice que tomó la decisión en parte porque vio varios reportajes sobre niños robados en Chile, entre ellos Children of Silence de CNN.
Había sido difícil procesar la noticia de que habían encontrado coincidencias con su madre biológica a través de una prueba de ADN, cuenta Tolliver, especialmente para su madre adoptiva.
«Sin embargo, ella siempre será mi mamá (solo que ahora tengo dos) porque ella me crio. Soy quien soy gracias a lo que ella hizo por mí. Siempre tendrá un lugar en mi corazón y no la voy a reemplazar ni nada parecido», dijo Tolliver.
Reunión con sus hermanos
Desde que se reunió con su madre biológica, Tolliver ha estado ocupado conociendo a sus cinco hermanos (cuatro hombres y una mujer) y conociendo el país.
«Ahora estoy de vuelta en mi patria, supongo. Exploraré y veré de qué va el país», dijo.
Una de sus paradas era el lugar en el que estaba el hospital en el que nació. El Hospital Van Buren de la ciudad costera de Valparaíso se demolió y ahora el edificio del Congreso chileno ocupa su lugar.
En cuanto a la razón por la que viajó tan lejos desde su hogar en Yelm, Washington, y gastó tanto dinero (que en parte recaudó a través de una petición en el sitio web GoFundMe) para descubrir la verdad sobre su pasado, Tolliver es tajante: «Para estar completo», dice mientras contiene las lágrimas. «Siempre me sentí incompleto, siempre me sentí un poco ajeno. Mis padres adoptivos son rubios de ojos azules. Yo siempre sobresalía, como un pulgar adolorido».
Reyes, su madre biológica, ha cocinado para él todos los días y se afana por hacerlo sentir bienvenido.
Él no habla español y ella no habla inglés.
Pero más que nada, ella le ha estado demostrando su amor; le da a su hijo los abrazos y los besos que no pudo darle en todos los años que han pasado.