Para un cat lover, los gatos son como las papas fritas, no pueden tener solo uno, y para quitarse el antojo de tener a un nuevo minino en el regazo pueden visitar el primer cat café de México, La Gatería, en la colonia Roma.
Cientos de personas acudieron al primer día de trabajo de los seis felino-anfitriones del lugar, cinco de ellos disponibles para adopción. Uno de sus dueños, Esther Garcilita, estiman que fueron 500 los comensales que acudieron en el primer día de este establecimiento que brinda la posibilidad de jugar, acariciar y convivir con gatos mientras se bebe y come. (Para un cat lovermezclar comida y gatos no es un problema).
«Amo los gatos y nos encantan, y este lugar era el sueño para todos los que amamos a los gatos», dice Bárbara Delgadillo.
La Gatería reproduce en México un viejo concepto nacido en Taiwán en 1998, donde abrió el primer café de gatos en el mundo. De ahí se expandió a Japón, donde hay decenas de ellos y luego a Europa.
Es un lugar pequeño, con menos de 10 mesas, un sillón. En este gran cuarto de juego hay ratones, pelotas y plumas debajo de los muebles y sobre el rascador de piso a techo en el centro del lugar.
Desde ahí y de una de las paredes con repisas de madera los mínimos observan curiosos a sus visitantes.
Todo por un ‘miau’
El sábado fue un día nublado y lluvioso, pero eso no impidió que la gente esperara más de hora y media bajo la cornisa de letras grandes y negras de La Gatería o dentro de la tienda, en donde también se venden juguetes, cepillos, collares y camas para gato y también algunos accesorios para perro.
Bárbara Delgadillo, su esposo y sus dos hijas cruzaron la ciudad desde Arboledas, en el municipio de Atizapán, Estado de México, para convivir con estos gatos.
«Ahora me espero porque me espero, atravesamos toda la ciudad y estaba lloviendo, ahora me quedo», dice Bárbara acerca de su espera de hora y media para poder entrar.
Sarahí Nava y su hija viajaron desde el municipio de Ecatepec, Estado de México, hasta la colonia Roma y esperaron una hora 40 minutos para entrar. Sentadas frente a un cupcake con el dibujo del rostro de un gato y con Romeo, un pequeño y travieso gato gris dicen con una sonrisa: “Valió la pena”.
Para quién no desee esperar tanto, Beatriz, otra comensal recomienda visitarlo entre semana para evitar mucha gente. «Funcionaria mucho mejor que fuera más grande para no esperar tanto», dice.
Pero el menú de paninis vegetarianos, ensaladas, los smoothies, el café, las infusión de catnip – una hierba de la familia de la menta que a los gatos les causa una euforia inexplicable – que es la bebida de la casa, compensa la espera, dicen los visitantes.
Siempre hay amor para uno más
Dos cosas llamaron la atención de Sarahí para cruzar la ciudad.
“La idea es innovadora, aunque sea chiquito, vamos a convivir con ellos (los gatos) y segundo porque se está apoyando a un albergue que los cuida”, dice Sarahí.
Varios albergues podrán llevar a sus gatos al café para que la gente los vea y sean adoptados, además La Gatería donará a los albergues un peso por cada bebida y comida para llevar que se venda, explica Esther.
«Vienes haces click con un gato y te canalizamos con el refugio responsable que presta a los gatos. Vamos a turnar los refugios para dar oportunidad a varios», dice Esther Garcilita.
Sarahí ya tiene dos gatos en casa, pero siempre hay amor para uno más, dice. Por ello busca hacer click con alguno en La Gatería y agrandar la familia.
«Ya van a estar familiarizados con la gente y va a ser más fácil convivir», explica.
«De querer me los llevaba a todos, pero no hay espacio en casa para que pudieran estar bien», dice Beatriz, dueña un gato, quién se ‘consuela’ jugando y mirando seis prestados por un rato.
Trabajadores de cuatro patas
Magno, Cherry, Nene, las hermanas Sal y Pimienta y el ‘hijo’ de los dueños, Romeo, esperan a los comensales de 12 a 8 de martes a domingo.
Pero ¿cómo son como compañeros de trabajo? Guadalupe Saucedo, mesera del lugar y dueña de tres gatos disfruta las horas de trabajo compartidas con estos felinos.
“A mí me fascina, es algo muy padre para mí que me gustan tanto los gatos”, dice Guadalupe, quien llegó a tener hasta 10 gatos rescatados en su departamento.
“Suben bajan, se duermen un ratote, están tomando turnos para convivir con la gente”, dice Esther.
“La gente que los conocemos ya sabemos que tenemos que respetarlos, no estresarlos y darles su espacio para que ellos se acerquen”, dice Bárbara Delgadillo.
Una puerta de cristal deja fuera de la estancia el ruido de la cocina y las cafeteras. La estancia es un lugar tranquilo, donde la gente platica, lee y juega con los gatos. No hay música ni gritos para no alterar a los gatos.
“Es un ambiente tranquilo, la gente es super amable, te sientes en casa, no tiene el ambiente de un restaurante y eso es muy agradable”, dice Sarahí Nava.