Luis Ugalde ha planteado de nuevo la renuncia de Nicolás Maduro. Esta es la óptica de un sector de la oposición que considera la deposición forzada del actual Gobierno como un paso indispensable para solucionar diversos problemas por los que atraviesa el país. No es la alternancia lo que se visualiza, en el marco de los procesos electorales previstos, sino el desalojo de las instancias de poder de quienes hoy las detentan. El método que se propone es distinto al electoral, puesto que una renuncia no emana de un acto comicial.
Por su parte, el sector de la oposición partidista liderado por Daniel Ceballos y Leopoldo López estima que la deposición del Presidente puede y debe alcanzarse antes de las elecciones parlamentarias, pero consideran que ese objetivo sólo es posible lograrlo si toda la MUD realiza un esfuerzo común de acciones semejantes a las del primer semestre de 2014. La huelga de hambre y la convocatoria reciente a una marcha tienen como uno de sus propósitos inducir a los partidos PJ, AD y UNT a que se sumen o plieguen a esa estrategia.
Desde el otro ángulo del espectro político, algunas individualidades que hicieron parte del alto nivel de los gobiernos de Chávez y de Maduro han venido planteando también la salida del Presidente de Miraflores. A su modo de ver, sería incluso “preferible la pérdida del poder a manos de los adversarios históricos a que se continúe con las actuales políticas”. Los más irritados y radicales se muestran apresurados y dispuestos a “la acción”; otros han venido planteado medidas de liberalización económica y un viraje hacia entendimientos con la oposición y estarían pensando en una derrota del PSUV en las parlamentarias, que abriría paso al revocatorio y a la convocatoria de elecciones presidenciales en las que pudieran participar con alguno de los integrantes del movimiento insurreccional del 4 de febrero de 1992 como candidato.
Ahora bien, estas estrategias difieren de la nueva línea oficial de la Casa Blanca, asumida luego de la cumbre de Panamá, que apuesta más a una evolución sin rupturas de la situación venezolana y menos a la salida abrupta de Maduro. Es una orientación en la que coinciden Washington y La Habana. Así que es razonable pensar que, en lo que se refiere a apoyo internacional, los planes arriba señalados no tendrían respaldo. Aunque faltaría por ver cuál postura adopta finalmente el Vaticano, que ha participado como facilitador de las negociaciones de Estados Unidos y Cuba pero que pudiera adoptar una conducta distinta con Venezuela, ya que pudieran influir en la decisión los lazos de amistad con la curia romana, y con el propio Papa, que mantienen miembros muy extremistas de la jerarquía eclesiástica venezolana, como monseñor Roberto Lückert. Ora pro nobis.
Leopoldo Puchi