El lunes, Rachel Dolezal, la directora de la división Spokane de la NAACP, renunció debido a que se había hecho pasar por una mujer negra aunque biológicamente es de raza blanca.
La salida de Dolezal parece irónica debido a la reciente aceptación pública de Caitlyn Jenner, la mujer transgénero que anteriormente era conocida como Bruce Jenner. Jenner parece haber marcado el inicio de una era de mayor tolerancia respecto a la naturaleza elaborada de la identidad. Después de todo, cuando una mujer transgénero aparece en la portada de Vanity Fair, es como si hubiéramos llegado a un punto de inflexión. Podemos aceptar la idea de que la identidad social de una persona puede ser transformada de forma radical si no concuerda con lo que uno siente en el corazón.
La fuerte diferencia en el trato hacia Dolezal nos obliga a preguntarnos cuál es la diferencia entre asumir una identidad de género versus una identidad racial. ¿Por qué celebramos el cambio de género de Bruce Jenner y criticamos el cambio racial de Rachel Dolezal?
Dolezal resulta inquietante para muchas personas porque ella marca una falla cultural. Nos guste o no, hemos entrado a una era de raza electiva, una época en la que las personas esperan que uno tiene un derecho y dignidad de asumir la identidad de su elección.
El tema central que separa a las elecciones de Jenner y Dolezal es el engaño. Jenner eligió cuidadosamente cómo y cuándo se presentaría como mujer. La salida involuntaria de Dolezal fue organizada por sus padres molestos quienes se sintieron excluidos mientras elegía una vida relacionada con ser una persona de raza negra.
Los padres sin duda entienden la ironía de la situación, ya que ellos adoptaron a varios niños negros que se convirtieron en los hermanos de Dolezal. Esto quizá le dio los primeros indicios de cómo sería estar en una comunidad negra.
Por mucho que los críticos intenten caracterizar el comportamiento de Dolezal como una elección fraudulenta, los sociólogos y psicólogos saben que las decisiones sobre la identidad étnica y racial normalmente no son simplemente expresivas, estratégicas o apolíticas, sino son impulsadas por condiciones sociales.
Crecer en una familia con hermanos de raza negra expuso a Dolezal a la realidad de la discriminación y la hizo más sensible a sus efectos. Esto probablemente la ayudó a entender el contraste entre la realidad de las vidas de las personas negras y los privilegios de los blancos. Otras experiencias similares, como casarse con un afroamericano y tener hijos de raza negra, también hacen que las personas blancas sean más sensibles al racismo.
Dolezal probablemente se volvió política y socialmente consciente acerca de estos temas debido a sus experiencias en una familia interracial. En este sentido, sus padres deben estar orgullosos de la hija que criaron.
¿Deberíamos acusar a Dolezal por su engaño racial?
Eso depende de varios factores. ¿Qué representa su decisión de «convertirse» en negra en lugar de seguir siendo blanca para defender la justicia racial?
¿Acaso sentía Dolezal que su piel blanca la hacía sospechosa mientras participaba en el activismo político? ¿Temía que fuera a ser una distracción mientras intentaba ganar credibilidad en los esfuerzos por lograr la justicia racial?
Por supuesto, ella podría haber obtenido un papel de liderazgo en la NAACP como mujer de raza blanca, pero ¿acaso la percepción de que era negra hacía que las personas se sintieran más objetivas acerca de su desempeño, y no escépticas acerca de su entendimiento y compromiso en contra del racismo?
¿Estaba motivada por la estética? Dolezal afirma que ella había estado enamorada de la estética negra desde su niñez. La decisión de adoptar la estética de una persona negra para sí misma es un acto político dado que los estadounidenses en general asumen que las mujeres negras no son tan deseables desde el punto de vista estético como las mujeres blancas. Sin embargo, otros reducen sus elecciones de estética como una simple apropiación cultural.
Las personas permiten que Caitlyn Jenner cambie porque ella tiene alguna base biológica para creer que es mujer. Pero ¿es esto todo lo que es la identidad? ¿Estamos preparados para aceptar las implicancias de este panorama?
¿Qué pasa si Dolezal puede identificar a un ancestro «biológicamente» negro? ¿Acaso hace esto que asumir una identidad como persona de raza negra sea válido? Si no puede hacerlo, ¿el fracaso hace que sus vínculos con las personas de raza negra sean inválidos, al igual que todos sus esfuerzos por hacer del mundo un lugar mejor para los afroamericanos?
En mi opinión, odia el pecado pero ama al pecador. Dolezal mintió. Ella no debió haber mentido, pero lo hizo por razones que podemos comprender.
Admiro la forma que eligió para vivir su vida como una persona negra. Defender los esfuerzos en contra del racismo es ético y admirable si quería asumir la raza negra como una identidad social. Los primeros en lanzar piedras saben muy bien que existen costos implicados con vivir la vida como una persona negra, y una vez Dolezal hizo el cambio parece que nunca volvió atrás. No la acusaré por su elección de unirse a esta comunidad, y no consideraría que su afirmación fuera mayor si identificara a un ancestro africano perdido desde hace mucho tiempo.
El caso de Dolezal nos obliga a examinar a nuestra sociedad, la cual la hizo sentir como si hacerse pasar por una mujer negra era su mejor opción para abogar por los problemas de los afroamericanos. Ella nos obliga a considerar si nuestra biología o nuestra acción es más importante para la identidad, y que deberíamos comportarnos en formas que honran a la identidad de nuestra elección de formas significativas. No deberíamos tener que ser esclavos de la definición biológica de identidad, y no deberíamos usar las identidades raciales o de género como armas para castigarnos unos a otros.