Uno llega a intuir una rara connivencia entre políticos y funcionarios de cuerpos de seguridad con la delincuencia, la cual es expresión de coexistencia de la corrupción y el enriquecimiento ilícito
Hernán Papaterra hpapaterra@yahoo.com
Parecen ser tres y uno mismo. Se trata de los delincuentes y violentos sociales que roban y asesinan, los funcionarios de los cuerpos policiales y militares que extorsionan y secuestran, y los políticos en posiciones de gobierno y otras instituciones del Estado que mandan a los primeros y segundos en procura de lucro delictivo mientras desgobiernan el país.
En cualquiera de los casos de todas las formas posibles, ¡renuncien! Desde una perspectiva religiosa –cristiana- ruegan: ¡Renuncien a robar y matar! Desde una óptica social reclaman, ¡Dedíquense a proteger y defender al ciudadano y castigar al delincuente! Desde una perspectiva política emplazan, ¡Renuncien para que otros gobiernen mejor!
Uno llega a intuir una rara connivencia entre políticos y funcionarios de cuerpos de seguridad con la delincuencia, la cual es expresión de coexistencia de la corrupción y el enriquecimiento ilícito. No sería nuevo en nuestra cultura latinoamericana donde políticos y funcionarios se valen de la delincuencia organizada o no para procurarse beneficios económicos, y estos últimos toman su tajada a expensa de la población indefensa que sufre miedo a perder sus bienes y temor a perder la vida a manos del hampa.
Marina Monasterios es de la población de Cúa y vino a Caracas en búsqueda de los medicamentos que le prescribió el médico Guerrero en Ocumare del Tuy. Se paseó por Santa Teresa del Tuy y Charallave, y visto lo infructuoso de sus diligencias de farmacia en farmacia, se vino a Caracas. Padece una enfermedad coronaria y para nada consigue que le vendan los medicamentos. Acierta a decir, ¿por qué será que los doctores le mandan a uno remedios que no hay en las farmacias? Alguien atina a decirle en la cola donde el dependiente le ha advertido que no tiene los medicamentos de su récipe, ¡la pregunta señora es ¿por qué las farmacias y hospitales hoy no tienen los medicamentos que responsablemente prescriben los médicos?!
A la señora Marina la escuché casi gritar, en la cola donde también esperé y obtuve la misma negativa, ¡Dios, nos están dejando morir!
Alfredo Villarroel es médico de profesión, internista y cursante del postgrado en Hematología en el Hospital Vargas de Caracas. El pasado martes 16 de junio, a las ocho de la mañana cuando se dirige al hospital para atender una larga lista de pacientes por los que poco puede hacer, a pesar de sus muchos saberes de medicina, es asaltado, robado y herido gravemente en una camioneta de pasajeros en el sector La Hoyada. Al resistirse a entregar su celular, el estetoscopio y otros equipos con los que examina sus pacientes recibe de manos de un delincuente sendas puñaladas. Una le hiere un brazo, la otra le perfora un pulmón.
De la mano de Dios llega sangrante al Hospital Vargas, próximo al lugar del incidente, y la mano experta de sus colegas y enfermeras logran salvarle la vida que pendía de un hilo por la gravedad de las heridas. Recuerda que apenas había pasado un día que a una de sus colegas le arrebataron el automóvil de su propiedad a las puertas del propio Hospital Vargas de Caracas. El doctor Villarroel descarga su ira y furioso grita, ¡Qué país es este donde unos nos asaltan y asesinan, y otros teniendo autoridad dejan que nos roben y maten!