Preservar la pureza de nuestras tradiciones culinarias es tan válido como adaptarlas a las nuevas circunstancias, cuando sea necesario. Si nos falta el arroz blanco para completar nuestro preciado pabellón criollo y contamos con un pote de arroz chino en la nevera ¿porque no usarlo? ¿O preferimos el pabellón criollo sin arroz porque el que tenemos es chino?.
La reflexión viene a colación porque existe una preocupación válida sobre las inversiones chinas en Latinoamérica, dado que hasta ahora, las mismas han incrementado uno de los patrones a los que se atribuye el subdesarrollo regional: la monoproducción y exportación de materias primas con poco o ningún valor agregado.
La Comisión Económica para América Latina CEPAL ha documentado con cifras esta apreciación: «Solo cinco productos, todos primarios, representan el 75% del valor de los envíos regionales a China en 2013. Los mismos cinco productos representaban el 47% del valor de las exportaciones a ese país en el 2000». A la inversa, de China a Latinoamérica, 91% de los productos y servicios comprados al país asiático corresponden a manufacturas de baja, media y alta tecnología.
«La inversión china en la región (y en Venezuela) refuerza este patrón, ya que entre 2010 y 2013 casi 90% de ella se dirigió a actividades extractivas, particularmente minería e hidrocarburos», advierte Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL.
Ahora bien, ¿usamos o no usamos el arroz chino para completar el pabellón criollo a falta de arroz blanco de nuestra propia cosecha? La respuesta es contundentemente si, solo que en los acuerdos y materialización de las cuantiosas inversiones que están llegando y van seguir llegando de China, debe ser mandatorio (y de hecho no solo de anuncios) que esas inversiones representen transferencia de tecnología y sirvan de locomotoras al desarrollo local de partes y piezas con valor agregado nacional. Punto.
Desde Fedeindustria, hemos realizado interesantes acercamientos en esta dirección. Si los pulimos y aceleramos pueden empezar -en el mediano y largo a plazo- a mostrarse resultados tangibles. Hace unos años, a través de una de nuestras cámaras sectoriales nos acercamos a un gigante en la producción de motos chinas (Empire) para iniciar un proceso conducente a la certificación de algunas piezas del proceso de ensamblaje de esta empresa, condición requerida por ellos para comprar nuestros productos.
Sin embargo, hace falta un blindaje institucional, a través de leyes y políticas públicas. Desarrollar partes y piezas locales requiere de mucha inversión financiera, científica y miles de horas-hombres en investigación, y de alguna forma, los pequeños y medianos industriales que inician este camino, requieren ciertas garantías de que, una vez logrado el objetivo de cumplir los requisitos técnicos del producto, el mismo sea adquirido por los demandantes. Obviamente no significa que los deban comprar a juro, pero si cumple las normas técnicas de calidad y reúne las condiciones mínimas de competitividad económica, el Estado debe garantizar que el esfuerzo valga la pena.