Bajo un sol radiante y con cacareo de gallos de fondo, un joven beisbolista castiga con su bate cada lanzamiento. Su sueño es convertirse en grandeliga, como otros 32 aspirantes que entrenan esa mañana en una de las pocas academias del béisbol estadounidense que permanecen en Venezuela.
De los 23 semilleros de la MLB (Major League Baseball) que había en el país a finales de los años 1990, sólo quedan cuatro. La inseguridad personal y jurídica y otros síntomas de inestabilidad han llevado a los equipos a retirar sus canteras.
El periodista Efraín Zavarce comenta a la AFP que la “estampida en cámara lenta” comenzó en 2007, año en que el fallecido presidente Hugo Chávez (1999-2013) inició una agresiva política de expropiación de inmuebles y nacionalización de empresas.
“Las Grandes Ligas tomaron nota de eso y pensaron: ¿para qué construir una academia que cueste entre 6 y 8 millones de dólares corriendo el riesgo de que el gobierno la expropie?”, dice el analista.
En marzo, los Marineros de Seattle anunciaron el cierre de sus operaciones en Venezuela para concentrarse en República Dominicana, donde inauguraron en 2014 un complejo que costó 7 millones de dólares.
“Los scouts esgrimen que, a diferencia de Venezuela, en República Dominicana tienen todas las comodidades para trabajar. El Estado les da facilidades y sienten que tienen garantías”, agrega Zavarce.
A República Dominicana se han marchado peloteros como Joseph Ortiz, actual pitcher de los Cachorros de Chicago que fue invitado por los Rangers de Texas a sus campos de entrenamiento.
Félix, su padre, que vive en un barrio de Caracas, cuenta que celebró el momento en el que ese equipo se interesó por él porque “cumplió un sueño”, pero agrega que fue “difícil” ver a su hijo dejar el país solo y tan joven, a los 16 años de edad.
“Mientras podamos”
Los Tigres de Detroit y los Phillies de Philadelphia comparten unas instalaciones impecables en las adyacencias de Guacara (Carabobo), con dormitorios, comedor, gimnasio y campos con un césped cuidadosamente cortado.
El contraste es notorio. Al cruzar el umbral hacia ese laboratorio ideal para el deporte, queda atrás un recorrido de varios kilómetros de carretera rural en el que abundan casas desvencijadas, ventas ambulantes y distribuidoras de materiales de construcción.
“El concesionario (que se encarga de todo el soporte para el funcionamiento de la academia) hace que sintamos como que no está pasando nada, pero nosotros sabemos la situación que se vive en el país”, dice el instructor de Detroit Josman Robles a la AFP, justo después de terminar una práctica.
Venezuela sufre una inflación anualizada de 68,5%, una escasez generalizada de productos básicos y una criminalidad que, según la ONU, la convierte en la segunda nación más violenta del mundo.
A pesar de esto, Robles afirma: “Mientras podamos, seguiremos trabajando en Venezuela. No tenemos ninguna intención de irnos”.
La cosecha
Uno de los peloteros formados en los semilleros fue Miguel Cabrera, actualmente uno de los mejores bateadores de las Grandes Ligas, ganador en 2012 de la primera triple corona de bateo desde la que logró Carl Yastrzemski en 1967.
En la academia de Seattle creció Félix Hernández, uno de los abridores más dominantes, con más de 130 victorias desde 2005, un premio Cy Young al mejor lanzador en 2010 y un juego perfecto, el número 23 en más de 100 años de historia.
Efraín Zavarce dice a la AFP que no le preocupan jugadores excepcionales como Cabrera o Hernández, que llamarían la atención hasta del menos intuitivo de los cazatalentos.
Después de República Dominicana, Venezuela, único país suramericano en el cual el béisbol es más relevante que el fútbol, es la segunda fuente de talento en tierras foráneas de la MLB. Hasta ahora, son más de 320 los atletas de nacionalidad venezolana que han desfilado por el béisbol rentado estadounidense.
La primera cantera de la MLB en el país le perteneció a los Astros de Houston y fue fundada en 1989. Al ver los resultados, otras organizaciones siguieron el ejemplo, hasta que se creó la Venezuelan Summer League, un circuito en el que se enfrentan y se foguean los equipos.
Desde Alejandro Carrasquel, quien debutó en 1939 con los Senadores de Washington, hasta 1989, la cifra apenas superó los 50 beisbolistas. Y desde ese momento hasta la actual campaña, en la mitad del tiempo, han sido más de 250 los venezolanos que llegaron a la cúspide.
“Las academias son la génesis de la explosión del béisbol venezolano que vimos a partir del año 2000″, asegura el cronista deportivo Humberto Acosta a la AFP.
Acosta apunta que se trata de un negocio, “una industria como cualquier otra”, cuya solidez económica está basada en la captación de figuras que resulten atractivas para los aficionados. Por eso confía en que las organizaciones no dejarán de buscar la manera de mantener su radar en Venezuela.
AFP