El gobierno sigue sordo. Ahora, con los resultados electorales, ciego frente a la realidad que toca la puerta de Miraflores donde aún duermen tranquilos. No oye a nadie, ni siquiera a José Vicente
El gobierno, después de mucho pujar, parió un bachaco. Y cuidado con que en el futuro le salga un monstruo. Veamos.
Este gobierno, desde que se inició, ha incurrido en el pecado de la soberbia. Mal aconsejado, se dejó llevar por el camino más fácil, el que da frutos inmediatos pero vida efímera: así vendió su alma al capitalismo. Es que era más fácil transitar lo conocido, el capitalismo, que seguir la hermosa aventura de navegar los mares procelosos de la fundación del Socialismo. Cayó en la trampa de la socialdemocracia y vive la angustia de los conversos: aparentar ser socialista y transformarse en su contrario. En estas condiciones, sólo le quedaba el camino de la sordera, de la soberbia.
Primero se cerró a toda crítica, atacó duro a la disidencia interna, se atrevió a calificar de traidor hasta al mismo Giordani; le siguieron Navarro, Ana Elisa. Los que se atrevían a advertir que el camino de alianza con la burguesía (el diablo) era suicida, fueron calificados de «agentes enemigos», de «sospechosos», de «gamelote». Así se vino la vendetta en contra de ellos, plumíferos de todos los pelajes, hasta ayer cómicos, se confabularon contra ellos; programas de tele y radio se crearon para combatirlos, el twitter tembló de tantos improperios. Pero la historia es implacable, y la alianza no dio los frutos esperados: el gobierno fue apuñaleado por la espalda por la burguesía (así mismo lo dijo el Presidente).
El cielo se nubló, la economía empeoró, la credibilidad bajó, el dólar subió, la moneda se redujo al billete de 100; el resto es miscelánea, calderilla. Pero el gobierno siguió firme en su soberbia. Hasta José Vicente, libre de todo «estado general de sospecha» le ha dicho al gobierno que debe oír, «abrirse al país real», que es necesario cambiar. Pero el gobierno sigue empeñado en el camino de la alianza con los burgueses, en que continúen apuñaleándolo por la espalda.
Las consecuencias están a la vista: el gobierno perdió la brújula ideológica, está confundido. En su extravío es capaz de decir que si pierde las elecciones se pondrá al frente del pueblo, el mismo pueblo que horas antes lo habría derrotado en las elecciones: desconocería el veredicto popular que está comprometido a acatar. Es capaz de considerar a los «bachaqueros» como enemigos, actores de la «guerra económica», sin considerar que se trata de gente humilde deformada por los valores sembrados por el mismo gobierno. Que los «bachaqueros» son creación de la recompensa material, del logro sin esfuerzo, cultivados en el facilismo individualista, en el egoísmo del capitalismo que emana de los socios del gobierno. De esta manera, paradójicamente, se creó otra especie de capitalismo aberrante, de mínima escala y generador de mayor egoísmo.
El gobierno sigue sordo. Ahora, con los resultados electorales, ciego frente a la realidad que toca la puerta de Miraflores donde aún duermen tranquilos. No oye a nadie, ni siquiera a José Vicente, y ante los consejos de este veterano político sale a hacer lo mismo que lo viene hundiendo. No es hora de la soberbia, de seguir engañándose. Declárese en emergencia, de verdad, verdad; revise el gobierno la teoría que lo guía; hágase una fuerte autocrítica en la práctica y en la teoría; reconozca que la alianza con la burguesía no es viable si se quiere hacer Socialismo; devuelva la pasión y la esperanza de Chávez.
Toby Valderrama | Aporrea.org