Con una visita a los más desfavorecidos, las cerca de 23.000 familias que viven en el suburbio del Bañado Norte, en Asunción, y una misa a la que asistieron un millón de personas y que fue un auténtico homenaje a la cultura popular y guaraní del país, terminó la visita del papa a Paraguay. Tras un encuentro con jóvenes en Costanera en la rivera del río Paraguay antes de volver a Roma, Francisco celebró una misa multitudinaria que cerró su gira por Latinoamérica en la que también visitó Ecuador y Bolivia.
El papa Francisco criticó este domingo la fe sin solidaridad al visitar uno de los barrios más pobres de Asunción, donde sus habitantes denunciaron el desprecio del Estado hacia los campesinos desplazados que viven en la miseria urbana.
«No podía estar con ustedes, sin estar en su tierra, su tierra», recalcó el papa argentino, quien conoce los pedidos de las 23.000 familias del barrio para que les entreguen los terrenos en donde residen en pésimas condiciones desde hace más 30 años.
Jovial con todos los niños que se lanzaban a tocarlo, y dispuesto a repartir besos a enfermos y ancianos, el papa celebró «la pelea» por la tierra y por una vida más digna «que no les ha sacado la solidaridad, por el contrario, la ha estimulado, la ha hecho crecer», dijo a miles de vecinos.
Francisco respondió así a una activista del barrio, María García, que lo recibió con un discurso con fuertes reclamos al Estado de Paraguay por marginarlos de cualquier plan social para superar la precariedad en la que viven.
«Pido que se regularice la tenencia de la tierra», reclamó García en nombre de los desplazados campesinos, un problema histórico en un país donde el 1% de los propietarios de tierras controlan alrededor del 77% de la tierra productiva del país.
El pontífice de 78 años criticó a los católicos que tampoco se dan por enterados de la realidad que vive gente como la de Bañado, víctima frecuente de inundaciones en un predio poco apto para residir.
«Una fe que no es solidaria o está enferma o está muerta», indicó Francisco.
«No dejen que el diablo los divida», repitió dos veces despertando la aclamación de la multitud.
El Pontífice ingresó a Bañado por un corredor de tierra y entre varias viviendas se detuvo en un par de ellas para conversar con las familias.
«Aunque estoy un poco enferma, estoy muy feliz», dijo a la AFP Asunción Gimenez, una anciana de 78 años en cuya casa de una pieza de 2×3 metros ingresó el Papa para bendecirla junto a su hijo, Rubén Ayala Giménez, albañil, y su nieta Mayra, de tres años.
También tocó a la puerta de Carmen Sánchez, de 50 años. «Me estremecí por un instante. Se me puso la piel de gallina y no sabía qué decirle. Me quedé muda», expresó la mujer.
Carmen había preparado «sopa paraguaya» (un pan de harina de maíz, queso y huevo) y «beyú» (tortilla de almidón de mandioca) para invitar a su ilustre visitante pero dijo que la emoción «me hizo olvidar de todo».
Multitudinaria misa
El Papa Francisco se despidió el domingo de los feligreses de Sudamérica con una masiva misa en las afueras de Asunción, en el último día de una gira en la que abogó por los pobres y marginados, fustigó la corrupción, y condenó el capitalismo salvaje, reseñó la agencia Reuters.
Más de un millón de personas se congregaron desde el sábado en un campo de la Fuerza Aérea cubierto de lodo, en el que el Pontífice ofició su última ceremonia religiosa antes de regresar a Roma y pidió a todos abrir los corazones al prójimo.
«Cuanto bien podemos hacer si nos animamos a aprender el lenguaje de la hospitalidad (…) hospitalidad con el que no piensa como nosotros (…) con el perseguido, con el desempleado. Hospitalidad con las culturas diferentes, de las cuales esta tierra paraguaya es tan rica», dijo el Papa.
AFP