Pesada estela en el aire
Ambos estaban enrollados en las sabanas pensando en lo delicioso que la habían pasado. Mauricio quería levantarse ya porque debía ir al lugar en que trabajaba su mamá y cumplir algunos compromisos con ella; y Mayra estaba pensando seriamente en tomarse el día, pero tras la decisión de su novio se levantó algo molesta y prefirió bañarse y vestirse sin decir mayor cosa.
Cada vez que ambos estaban juntos una o dos horas, algún día a la semana, Mayra se iba siempre con la sensación de que Mauricio sólo quería tener sexo y luego salir huyendo de ella, y aquella situación le era tan molesta que tomaba la decisión de que aquel día fuera la última vez que se vieran, dejando atrás la trampa sexual y el círculo vicioso que mantenían.
En los dos años en que vivieron aquellos encuentros clandestinos Mauricio nunca quiso hablarle a Mayra de sus verdaderos sentimientos, era muy difícil para él abrir su corazón, y nunca le había confesado a la mujer con la que sentía tan fuerte lazo, que realmente prefería cerrarse a relaciones de mejor calidad, tras haber sufrido decepciones en su pasado.
Flechazo inmediato
Dos años atrás, en medio de una presentación muy al estilo teatro-bar Mayra y Mauricio se conocieron y el flechazo llegó casi enseguida. Realmente ella se sintió más flechada que él, y las miradas no pararon entre ambos. La misma noche sostuvieron su primer encuentro sexual. Ahora, al cabo de dos años la monotonía se iba apoderando del escenario entre ambos.
La mañana en que se despidieron aquel primer lunes de julio Mauricio pensó en que la semana próxima podría hablar claro con Mayra, abrirse en sus sentimientos y proponerle una relación en mejores condiciones, menos clandestina, y llena de detalles. Él asumía que ya las pruebas de tantos meses siendo apenas amantes ocasionales, eran suficientes como para dar un paso más allá de sólo la cama y las largas conversaciones de algunas mañanas encerrados en el apartamento de alguno de los dos.
Algún indicio
Mayra se miraba al espejo y trataba de encontrar en su cara algún indicio que le indicara de alguna manera la causa de que Mauricio fuera a tal punto tan frío con ella, pero realmente la morena de ojos atigrados y labios seductores se amaba mucho, tenía elevada autoestima física y sabía que era hermosa. Ahora justo frente al espejo también quería devolverse la autoestima espiritual, y decidirse a dejar a Mauricio en su mundo frío y lleno de inseguridades.
«El amor es todo, no es sólo sexo y satisfacción carnal», decía la nota que Mayra dejó sobre la cama, mientras salió del apartamento de Mauricio de una manera casi escurridiza, decidiéndose finalmente a no verlo más.
Mauricio se quedó absorto sentado en la cama, mientras tenía entre sus manos el papel escrito por Mayra. Por un momento pensó en salir tras ella, y derretirla a besos entre sus brazos, pero enseguida asumió su habitual postura fría y pensó en que si iba tras ella no se ganaría su respeto, así que esperaría hasta que pasaran unos días para llamarla y de alguna manera convencerla de verse, sólo así podría dejar bien parado su orgullo y al mismo tiempo recobrar el cariño de Mayra.
En el aire
La estela pesada en el aire la sentía Mayra casi enseguida de salir del edificio en que Mauricio vivía. La joven mujer pensaba en un sin fin de cosas que debía hacer durante el día, una vez que pusiera en orden sus pensamientos y sentimientos. Su blusa atigrada y su pantalón negro ajustado le hacían lucir más joven, y el delicado maquillaje que llevaba atraía miradas a su rostro. Ella caminaba muy segura y lo más sonriente posible, como quien agradece a Dios cada paso que da.
Por unos segundos Mayra se metió de tal manera en sus pensamientos que no atinó a ver el vehículo que venía de frente y a toda velocidad, dando una violenta vuelta en «U» justo en su camino. Mayra no pudo esquivar el vehículo y su cuerpo fue impactado, volando a unos metros de distancia. En el pavimento estaba tirado el cuerpo inerte de ella, su cabellera desordenada apenas dejaba ver su rostro, y muchas personas se aglomeraban a su alrededor, se escuchaban los gritos de algunos, y Mauricio, que acababa de salir del edificio en que vivía y caminaba en la misma dirección en que se había producido el accidente, sentía que sus pies andaban en cámara lenta.
Él reconoció el bolso tirado en el suelo y el manojo de llaves que quedó a un lado. Aquel llavero se lo había entregado a Mayra con las llaves que ella usaba para entrar al apartamento cuando hacían sus citas clandestinas.
El nudo en la garganta fue inevitable, las lágrimas querían salir, pero Mauricio estaba ahogado, su llanto se reprimió, y sólo atinó a sacar del bolsillo de su pantalón la nota que Mayra le había dejado en su cama unos minutos antes, y que llevaba con él.
En medio del café
Nos tomamos el café con aquel hombre de ojos tan grises como tristes. Nos cuenta su historia lleno de tantos recuerdos y emoción, que no podemos evitar llorar. Mauricio quiso contar su historia a manera de reflexión en torno a esos sentimientos y acciones que dejamos de lado, que postergamos y luego sólo nos queda el profundo arrepentimiento cuando el orgullo o las posturas frías nada vale y todo se convierte en lo que pudo ser y no fue. Muchas veces nuestro personaje ha pensado en que si hubiése ido tras Mayra otra habría sido la historia, y luego no puede evitar sentir más tristeza. Un apretón de manos y la gratitud por escucharlo es su despedida. ¡Hasta la próxima historia!
Janeth Solórzano