El exagente de la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA), Phil Jordan, se los dijo a todos.
Cuando arrestaron al líder del cártel de Sinaloa, Joaquín Archivaldo Guzmán Loera, también conocido como ‘el Chapo’, en febrero de 2014 (tras haberse escapado de prisión 13 años antes), el exjefe del Centro de Inteligencia de la DEA en El Paso dijo a CNN que la captura había sido importante, pero solo si México entregaba al capo a su vecino del norte.
«Es una captura significativa siempre y cuando lo extraditen inmediatamente a Estados Unidos», dijo Jordan. «Si no lo extraditan, le permitirán escapar dentro de cierto tiempo… Si de hecho lo encarcelan hasta que lo extraditen a Estados Unidos, será lo mismo de siempre».
Sobra decir que a Jordan, quien trabajó más de 30 años para la DEA, no le sorprendió la noticia de la fuga de Guzmán esta semana.
«No, me sorprende que tardara un año en escapar», dijo, interrumpiéndose para corregir lo dicho. «Que le ‘permitieran’ escaparse».
Como muchos analistas y observadores del caso, Jordan cree que Guzmán recibió ayuda para fugarse y no solo de quienes excavaron el túnel, le pusieron ventilación e instalaron vías para una motocicleta modificada. No, Jordan cree que Guzmán recibió ayuda desde adentro, algo parecido a lo que ocurrió en su fuga de 2001, por la que se procesó a decenas de empleados de la prisión, entre ellos el director del penal.
De hecho, Jordan sospecha que toda la captura de Guzmán fue un engaño, «un pequeño espectáculo» para dar la impresión de que México estaba logrando avances en su lucha contra los cárteles. ¿Por qué otra razón habrían sorprendido con su familia y un solo guardaespaldas en la ciudad turística de Mazatlán a un hombre que llegaba a viajar con una escolta de 800 personas?
La historia de la captura de Guzmán en 2014 fue una «patraña absoluta», afirmó. «No capturarían a Guzmán a menos que hubieran hecho con él el trato de no extraditarlo a Estados Unidos».
¿Y la extradición? «Nunca iba a ocurrir», aseguró Jordan.
¿Cuestión de soberanía o de orgullo?
No faltan las hipótesis sobre la razón por la que no extraditaron a Guzmán a Estados Unidos. Algunos analistas dicen que el presidente de México, Enrique Peña Nieto, quería, a diferencia de su predecesor, limitar la participación de Estados Unidos en la guerra de México contra las drogas y creía que si Washington trataba de encarcelar al principal criminal de México sería un golpe al ego y a la soberanía del país.
«Creo que fue una cuestión de orgullo nacional el decir: ‘lo tenemos bajo control. Esta es nuestra situación y podemos manejarla'», dijo Sylvia Longmire, autora del libro «Cartel: The Coming Invasion of Mexico’s Drug Wars».
Se creía que el expresidente Felipe Calderón había sido débil porque dependía mucho de la asistencia de Estados Unidos y Longmire opina que Peña Nieto «quería recuperar el control de la guerra contra las drogas».
Una intuición más sensata es que el exprocurador Jesús Murillo Karam echó a perder cualquier posibilidad de acuerdo. Aunque no faltan las teorías de la conspiración que afirman que las autoridades mexicanas temían que ‘el Chapo’ sacara a la luz los secretos de los políticos mexicanos, Murillo Karam declaró que no estaba de acuerdo en que Estados Unidos hiciera tratos con delincuentes (como ocurrió en 2013 con Jesús Vicente El Vicentillo Zambada Niebla, el hijo del lugarteniente de Guzmán) y no compartiera con México los frutos de la cooperación de los capos.
Oficialmente, Murillo Karam manifestó que no extraditarían a Guzmán hasta que cumpliera sus sentencias en México, sentir que compartía el embajador Eduardo Medina Mora. Cuando Guzmán escapó en 2001, solo había purgado siete de más de 20 años de sentencia y acumuló ocho cargos más antes de que lo volvieran a capturar en 2014.
El fantasma de la prisión de supermáxima seguridad
Estados Unidos, país en el que al menos ocho distritos federales emitieron órdenes ç en contra de Guzmán, presentó su solicitud formal de extradición de Guzmán en enero o febrero, de acuerdo con el analista legal de CNN, Philip Holloway.
Antes de que Murillo Karam recibiera el papeleo, dijo «muy displicentemente» que Estados Unidos podría recibir a Guzmán en 300 o 400 años, cuando terminara su sentencia en México, señaló Holloway.
Los autoridades mexicanas «asumían que cumpliría su sentencia», explicó el analista de CNN. «Sabemos que las cosas no son así. Queríamos que nos lo entregaran para poder meterlo en una prisión de supermáxima seguridad en la que pasaría 23 horas al día en una celda y no sería capaz de salir».
Al igual que Jordan, Holloway cree que la influencia de Guzmán llega «a todos los ámbitos del gobierno mexicano y de todo el sistema de justicia penal mexicano». Aunque Guzmán también tiene influencia en Estados Unidos, no es tan persuasivo al norte de la frontera con México.
«Sabemos que sus tentáculos están dentro de Estados Unidos, pero probablemente no al grado de que pudiera hacer un túnel debajo de la prisión de supermáxima seguridad en Colorado», dijo Holloway.
Guzmán era bien consciente de que Estados Unidos quería juzgarlo en un tribunal estadounidense, con un jurado estadounidense, dijo Jordan, quien cree que la captura de Guzmán fue orquestada y la decisión de no extraditarlo se tomó antes de que pusiera un pie en su celda.
«Dime cuántas veces escaparon John Gotti o Al Capone», desafió. «(Guzmán) sabe que si lo envían a Estados Unidos, el hotel de lujo que se construyó en la prisión mexicana se desvanecerá».
¿Puede ignorarse un tratado?
El artículo 15 del tratado de extradición entre México y Estados Unidos, que se firmó en 1978, respalda el argumento de Murillo Karam de que Guzmán tenía que purgar su sentencia en México antes de enfrentar cargos en Estados Unidos. La disposición del tratado indica que Estados Unidos o México «pueden diferir la entrega de la persona buscada» cuando el sospechoso está sujeto a proceso o está cumpliendo sentencia y «hasta la conclusión del procedimiento o la ejecución total de la pena que se le impuso».
Sin embargo, el exsecretario de Justicia de Estados Unidos, Alberto Gonzales, dijo que el tratado es más flexible de lo que parece. Las solicitudes de extradición son documentos sumamente técnicos que implican negociaciones complicadas, poco claras y usualmente controvertidas, explicó, y es posible que México estuviera dispuesto a pasar por alto el tratado a cambio de algo, no necesariamente un toma y daca, pero tal vez alguna información de inteligencia útil o bienes que podría usar en la guerra contra las drogas.
«México podría renunciar a ese derecho si le interesara hacerlo», dijo Gonzales, quien ahora es rector de la Facultad de Derecho de la Universidad Belmont.
Gonzales enfatizó que no tenía conocimiento de las maquinaciones que rodeaban a Guzmán, pero que la Procuraduría General de la República, el equivalente al Departamento de Justicia de Estados Unidos, «tiene que lidiar con su propia burocracia cuando se trata de solicitudes de extradición… Estoy seguro de que la gente que toma decisiones en México tiene que consultar a varias personas».
En 2007, cuando Gonzales encabezó el Departamento de Justicia durante la presidencia de George W. Bush, México accedió a extraditar a 15 presuntos criminales, entre ellos al líder del cártel del Golfo, Osiel Cárdenas Guillén, en una maniobra que se consideró un gran éxito en la lucha antidrogas conjunta de Estados Unidos y México. Fue el resultado de extensas negociaciones, explicó el exsecretario.
«Eso tomó tiempo. Hicieron falta muchas negociaciones y discusiones secretas», dijo Gonzales, quien explicó que no informó a la administradora de la DEA, Karen Tandy, ni al embajador en México, Antonio Garza, de que se estaba negociando. «Quieres que la menor cantidad de gente sepa cuando se trata de posibles extradiciones».
‘Cualquier cosa puede pasar’
Gonzales sospecha que hubo conversaciones similares en el caso de Guzmán.
México tiene razón en defender su soberanía y pudieron darse varios escenarios, según Gonzales. Como a México le ha molestado desde hace mucho la inclinación de Estados Unidos por condenar los casos de corrupción, pudo haber decidido que no necesitaba «la interferencia de otro país» o pudo haber usado el argumento del «mira quién habla» al mencionar el tema de los convictos prófugos Richard Matt y David Sweat y preguntar: «¿y qué hay de lo que pasó en Nueva York hace más o menos un mes?».
México también podría querer genuinamente que Guzmán cumpliera su sentencia en el país primero como dijo Murillo Karam, de acuerdo con Gonzales. Es difícil saberlo con certeza, pero es seguro que hubo negociaciones tras bambalinas sobre el destino de ‘el Chapo’ después de su captura en 2014, señaló.
Lo que está menos claro es qué pasará después.
Abundan las especulaciones sobre el paradero de Guzmán. ¿Salió del país? ¿Buscó refugio en el agreste terreno montañoso del estado de Sinaloa, en donde creció y desde donde frustró muchos intentos por aprehenderlo? Si lo vuelven a capturar, ¿México, avergonzado, finalmente aceptará que los estadounidenses están mejor equipados para mantener a Guzmán en la cárcel?
«Cualquier cosa es posible», dijo Holloway, el analista legal.
Pero hay una posibilidad muy palpable, agregó.
«No creo que volvamos a verlo».