Aunque ateos de siempre, si lo que conviene es ser creyentes los socialistas latinoamericanos se arrodillan ante Dios
La enfermedad y muerte del Presidente Hugo Chávez ha desnudado ante nosotros el comportamiento falso y utilitario hacia la religión de líderes y gobernantes socialistas latinoamericanos, encabezados por Fidel Castro. Han dejado al descubierto el principio moral que guía su acción política: bueno es lo que es útil a la revolución. Aunque ateos de siempre, si lo que da dividendos es ser creyentes colocan rodilla en tierra ante Dios.
Entre tantas perversas manifestaciones de religiosidad, como la del Presidente Mujica –un exguerrillero declaradamente ateo- asistiendo a misa, la mayor manipulación de todas fue la de unos oficiales castristas con una vela encendida “orando” por la salud de Chávez en la Iglesia de Jesús de Miramar en La Habana.
La verdad es que tanta hipocresía izquierdista no tiene perdón de Dios. Pero, no siempre fue así. Recordemos que durante el siglo pasado se llevó a cabo en la extinta Unión Soviética posiblemente el experimento social más cruel de la historia: la construcción del socialismo. Las dos columnas ideológicas centrales que orientaron este fracasado experimento provenían del pensamiento de Carlos Marx: la eliminación de la explotación del proletariado a través de la desaparición de la propiedad privada de los medios de producción y la supresión de su alienación, o conciencia falsa de la realidad, que se lograría extirpando las creencias religiosas sembradas en la clase obrera porque eran “el opio del pueblo”.
El accionar de aquellas dos hojas de la tijera socialista produciría “el hombre nuevo soviético”. Así millones de campesinos fueron exterminados y sus tierras estatizadas y cerca de 130 mil clérigos de la Iglesia Católica Ortodoxa rusa fueron torturados, desterrados y asesinados en las décadas de los años 20 y los 30. Para el Partido Comunista de la Unión Soviética, dirigido por Lenin, Stalin y Trotski, su objetivo explícito era edificar un estado socialista ateo.
Hay que reconocerle, sin embargo, a los mencionados líderes comunistas la coherencia ideológica de la que carecen los dirigentes socialistas del presente. Aquellos, y Marx también, habrían rechazado como un insulto inaceptable que se les ligara a cualquier religión o se rogara a Dios por su salud; sobre todo Stalin que fue el que indiscutiblemente construyó, a sangre y fuego, el socialismo ateo en la URSS.
Lamentablemente, esa coherencia en defensa de su fe no ha acompañado a destacados Guías religiosos en el pasado ni en el presente. Siendo el caso más deshonroso conocido el del Patriarca Justiniano Marina (período 1948-1977) de la Iglesia Católica Ortodoxa rumana, la segunda más importante después de la rusa. Nos relata el escritor polaco Czeslaw Milosz, Premio Nobel de Literatura (1980), en su extraordinario libro “El Pensamiento Cautivo” (1951) que el servilismo del Patriarca al régimen totalitario comunista lo llevó a afirmar:
“Cristo es el hombre nuevo. El hombre nuevo es el hombre soviético. Por lo tanto, Cristo es el hombre soviético”
Al poeta católico Czeslaw Milosz –acusado y perseguido por el gobierno comunista por “traidor a la patria”- le cabe el gran honor de haber sido el primer intelectual disidente en denunciar para Occidente el carácter totalitario de los regímenes socialistas instaurados en Europa oriental.
Después de la desaparición de la URSS, en América Latina los dirigentes izquierdistas han dado un giro pragmático con respecto a la religión: ahora manipulan los sentimientos religiosos del pueblo, especialmente de los más pobres, para seducirlo hacia sus intereses políticos. Su identificación con Cristo o con Dios viene después de alcanzar el poder. Este es el caso de la descarada manipulación de Lula en 2008, quien declaró:
“Después de que llegué a la presidencia, Dios asumió públicamente que es brasileño. Dios dijo: ya que Lula está aquí, me voy a quedar un poquito’”
Es decir, según Lula, Dios se hizo brasileño para apoyarlo a él, haciendo un manejo de las creencias religiosas con fines políticos.
Algo similar hizo el Presidente Chávez, después de su primera operación del cáncer realizada en Cuba, cuando para inocular en los venezolanos la figura del dictador Fidel Castro lo endiosó llamándolo Santo. “San Fidel”, bautizó a un ateo confeso.
Y en la misma onda, pero con respecto al Presidente Chávez, se inscribe la declaración del Presidente Encargado de Venezuela, Nicolás Maduro, a raíz del nombramiento del Papa Francisco I. Aseveró:
“Nuestro comandante ascendió hacia esas alturas y está frente a frente a Cristo, alguna cosa influyó para que se convoque a un papa suramericano, alguna mano nueva llegó y Cristo le dijo ‘bueno llegó la hora de América del Sur”
¡Válgame Dios!
Baldomero Vasquez Soto