El sitio es una especie de pulmón ubicado bajo los rieles del metro en la intersección de las concurridas calles Grove y Myrtle en Bushwick, un barrio latino de Brooklyn. Sus vecinos lo conocen como el oasis de la cultura, la tradición y el trabajo comunitario.
“Es algo sagrado tener un espacio así, algo verde en medio del cemento y toda la ciudad”, aseguró Amy Richards, de la Organización Make the Road New York, que lidera el proyecto.
Se trata de una huerta urbana que la comunidad decidió crear como un espacio agrícola de integración, enseñanza y autoabastecimiento de alimentos saludables.
Ana Moran, la coordinadora de la huerta, bautizada con el nombre de “Grove Farm”, explicó que uno de los objetivos es compartir información sobre como sembrar alimentos orgánicos, que son buenos para la salud.
Uno de los factores que más ha contribuido al mantenimiento de esta granja urbana en pleno centro de Brooklyn es que la mayoría de inmigrantes que realizan trabajo voluntario en el lugar tienen algún vínculo con el campo, pues muchos trabajaron en él en sus países de origen o al menos tenían una pequeña huerta en el patio de sus casas.
Desde hace tres años, cuando la organización Make the Road New York consiguió el terrero, el mexicano Antonio López se unió al grupo de voluntarios que iniciaron la especie de finca urbana y descubrió que allí podría compartir los conocimientos agrícolas que había adquirió mientras vivía en una zona rural de Yucatán.
“Buscamos la manera de enseñar a nuestros jóvenes cómo se produce lo que consumimos y de qué manera debemos consumirlo”, dijo Antonio mientras se mecía en una de las hamacas que también enseña a tejer.
Para los jóvenes de Bushwick, Brooklyn, se trata de una experiencia que los ayuda a reencontrarse con el origen campesino de sus familias, a trabajar en grupo y a tener conciencia medioambiental.
“Uno aprende más sobre cómo ayudar y beneficiar el mundo y como cultivar las frutas y uno aprende mucho sobre eso”, aseguró Ferilisa del Rosario, una estudiante de secundaria nacida en República Dominicana y quien estaba con varios compañeros ayudando en las tareas de la granja.
A pesar de estar enclavada en una ruidosa y congestionada esquina de Brooklyn, de la huerta brotan frutas, legumbres, tubérculos y plantas medicinales orgánicas.
Durante un recorrido por los pequeños cultivos, Antonio López se aproximó a una plantación de rábanos y después de extraer la raíz explicó: “Este es un rábano que se siembra y sale en 24 días. Ya estamos casi por levantarlos, son pequeños pero son sabrosos y son completamente orgánico, frescos”.
La huerta se nutre del trabajo comunitario de inmigrantes voluntarios, en su mayoría hispanos. Entre todos cultivan, riegan y recogen las pequeñas pero nutritivas cosechas que después son usadas en la preparación de sus alimentos.
Justo al caer la tarde, cuando el equipo de CNN estaba en el sitio, la mexicana Gregoria Rosa ingresó a la huerta y comenzó a cortar las hojas de una planta. “Me vine a traer esto para la comida, mucha gente no la conoce pero esto es muy sabroso también para los tamales, para la comida también, para el caldito de pollo”, manifestó.
Según la ecuatoriana Glenda Ullauri, voluntaria de la “Grove Farm” y quien coordina un programa de alimentación saludable, no se puede pretender que la huerta va a dar comida para toda la ciudad pero “es una idea, es el comienzo y ojalá en otras las esquinas también puedan comenzar”, enfatizó.
Aunque las huertas urbanas son cada vez más frecuentes en la ciudad de Nueva York, la organización Make the Road New York quiere que estos lugares se sigan extendiendo por toda la ciudad porque considera que los inmigrantes y especialmente los latinos tienen mucho que aportarles.