“Pero la plaga del engreimiento –es engreimiento y soberbia enmendarles la plana a los muertos, tachar lo que otros escribieron, modificar y falsear los hechos para adecuarlos a nuestro gusto—va mucho más lejos, y alcanza cotas ilusas para mí casi inconcebibles”. Javier Marías, Tiempos ridículos. Madrid: Alfaguara, 2013, p. 33.
Los pueblos también cometen errores y es un gesto de demagogia más que de respeto democrático afirmar que nunca se equivocan. Venezuela se deslizó inconscientemente por el terraplén de la antipolítica y cayó en manos de la aventura y la irresponsabilidad. Algunos dirán que se debió al fracaso de la democracia y de los partidos políticos simplemente pero, el asunto es más complejo y, aunque lo hemos tratado parcialmente antes, lo complementaremos ahora.
Chávez se benefició de la defenestración del establecimiento institucional y político que los medios de comunicación hicieron sistemática y deliberadamente. También del pasaje que vivían los partidos que se habían oligarquizado como suele pasarles pero especialmente, del descrédito infinito que la política como gestión de los asuntos comunes exhibía. Así fue como caímos en este maniqueo esquema. Emergió remplazando el discurso gastado pero bien intencionado del consenso, el del populismo cínico y pernicioso. Ceresole germinó en esta tierra y con su inspiración indujo una fragua deletérea; un crimen legítimo resultó de la asociación de ejército, caudillo y pueblo. El chavismo nació pues y un proyecto se desarrolló con él. Un Estado sin futuro, tallado para el momento, personalista y clasista, segregacionista para saquear al país a nombre de la democracia que impondrían los pobres.
El ensayo chavista puso a prueba la racionalidad económica y financiera desde el comienzo. Complacer al ignaro pero popular caudillo fue la razón del porqué de unos y otros, la burocracia se plegó para conservar sus adquiridos y los militares sintieron la tentación crematística como en el Fausto de Goethe la de la carne. El pueblo cedió gustoso su soberanía a cambio de una cotidianidad plagada de ofrecimientos frívolos. La alianza entregó el destino al capricho del déspota poderoso que convirtió su paso, su andar, su tránsito en una corte de los milagros aquí y fuera.
No conforme con la destrucción de Pdvsa y de la institucionalidad inoculada de servilismo, personalismo y culto a la personalidad, paulatinamente demolió a la justicia y a la república misma. Construyó un Estado chavista y electoral que lo sobrevivió y dejó como sucesor a uno de sus grises lisonjeros a cargo de la continuidad. Y de segundo a bordo a otro arrebiate inescrupuloso. Su legado es una Venezuela lisiada, económicamente incapaz, financieramente quebrada y socialmente corrompida, descompuesta, purulenta.
Próximos a cumplir otro trágico aniversario del arribo del monstruo carismático al poder y sus espalderos mutados en fracasados estadistas, el pueblo tiene una oportunidad para comenzar el exorcismo de los demonios que pierden a Venezuela. Hago un llamado a la inteligencia colectiva de nuestra nación que mira, siente, oye y palpa el desastre para que en un gesto responsable elija masivamente en las elecciones parlamentarias el remplazo de esta clase gobernante que arruinó a Venezuela y que acabaría con el porvenir. Juntos esta vez y por el bien de nosotros, de nuestros hijos y nietos hagámoslo!
Nelson José Chitty La Roche