Gonzalo Himiob Santomé: Sobre la tarjeta única

Negarse, hoy por hoy, a presentarse en las parlamentarias como una opción única, con una sola tarjeta electoral que aglutine, con sus altos y bajos que siempre los habrá, como una alternativa unida contra la barbarie que estamos viviendo, es un error

Estas son cosas que hay que decirlas ahora, cuando las elecciones parlamentarias no están tan a la vuelta de la esquina. En las semanas previas a cualquier elección, los ánimos se tornan sensibles y no solo la ciudadanía, sino los políticos en general, se erizan y hasta se indignan cuando se hace cualquier comentario que les incomode o que vaya contra “la línea del partido”, lo que sea que eso signifique. Si algo debemos recuperar, cuando la oscurana pase, es la capacidad ciudadana de cuestionar inteligentemente, como es nuestro derecho, a los políticos; pero también, en segundo más no menos importante término, la capacidad de nuestra dirigencia a escuchar las críticas que se le hagan, vengan de donde vengan. El que no oye a los demás, el que no es capaz de mirarse objetivamente en el espejo de la opinión ajena, no crece, es así de sencillo.

La reticencia de
Voluntad Popular
Mi comentario va a la dirigencia opositora, y tiene que ver con la tarjeta única. Respeto mucho a Voluntad Popular, y pese a que podría cuestionarle algunas fallas y errores pasados creo que es, como partido político, una opción tan válida y representativa de la Venezuela posible, democrática y próspera, como la que más. Fue de la mano de VP que la oposición venezolana comprendió hace unos años que el mejor mecanismo para la elección de nuestros representantes políticos, a todos los niveles, era el de las elecciones primarias. Cuando la mayoría de los partidos tradicionales, aferrados a sus viejos métodos, se negaban a leer como era debido la nueva realidad política de Venezuela, fue VP la que rompió el celofán y propuso y logró una nueva manera de hacer las cosas que, incluso cuando no favoreció en todos los casos a sus más importantes representantes, demostró su efectividad electoral.
Por eso no entiendo la reticencia reciente de VP a la tarjeta única de la oposición. O mejor dicho, comprendo que tal rechazo puede tener que ver con el evidente repunte de la popularidad de Leopoldo López tras su injusta detención, y con el ánimo partidista de demostrar que se ha consolidado su liderazgo como uno de las primeros en Venezuela. También puedo entender, porque lo comparto, que en dicha postura se evidencie el interés de apuntalar nuevas formas de hacer política que de alguna manera nos hagan ver que los modos viejos partidistas, esos que tantos se empeñan en seguir utilizando sin éxito, ya no funcionan. A esto hay que sumarle que la sacrosanta “unidad” opositora, mal entendida y mal manejada, a veces ha sido utilizada como un chantaje, como una herramienta para excluir del juego político los que no siguen “disciplinas” vetustas y proponen opciones y modos nuevos, diferentes e independientes.
Todo eso está y es. Ha sido, ha pasado y no toca ahora tratar de tapar ese sol con un dedo. Ya llegará el día, que no es hoy pues nuestras urgencias son otras, en el que las cosas se vean con más claridad y toque ponerle a unos cuantos los puntos sobre las íes. Pero negarse, hoy por hoy, a presentarse en las parlamentarias como una opción única, con una sola tarjeta electoral que aglutine, con sus altos y bajos que siempre los habrá, como una alternativa unida contra la barbarie que estamos viviendo, es un error.

Polarización es la norma

La lucha política en Venezuela, nos guste o no, está polarizada. De una parte, están el gobierno y todos sus tentáculos que no pueden ocultar, pese a ser excusa de “diversidad” y “amplitud”, que dependen de una misma y única cabeza; del otro lado estamos los que no queremos que Venezuela siga como va. Por un lado está el poder, por el otro, la gran mayoría de la población que, sencillamente, está harta de la forma en la que se están manejando las cosas. Noten ustedes que es un tema pragmático, no ideológico. En el lado del gobierno, el “socialismo” no es más que una excusa que no cala ni en la Internacional Socialista. Bajo el paraguas de la oposición, está visto, caben tanto la democracia social como el ideal social cristiano, el socialismo democrático, el liberalismo, y también, ¿por qué no?, también cabe la visión del socialismo utópico y populista que a estas fechas se siente tan dolorosamente traicionada por aquellos que no han hecho más que servirse del pueblo como instrumento para la consolidación de sus cuotas de poder y de sus riquezas personales.
Demostrar a propios y ajenos que tal o cual fuerza política ha crecido, empeñarse en ir a las elecciones separados y cada cual con su color, forzar la prueba de que un partido ha ganado el aprecio y respeto mayoritario de la ciudadanía, por encima de las demás, incluso si eso fuese así, no es, con todo respeto lo afirmo, lo importante ni lo urgente. El tema urgente, es hora de aceptarlo, es recuperar los espacios perdidos, comenzar la reinstitucionalización del país, salvarnos a todos, primero, de la oscuridad. Para ello hemos ceder en los anhelos grupales sesgados, y hasta en las pretensiones personales, a favor de un ideal superior.

¿Hay que seguir dándose
cabezazos contra la misma
pared o evolucionar?

Pero vamos más allá: Lanzarnos a las próximas elecciones, o en cualquiera que venga hasta que nuestra realidad cambie, cada uno por su lado y luchando a cuchillo por votos para tal o para cual, no tendría ahora ninguna utilidad práctica para la nación. Puede que sea útil para la fuerza política que se empeña en ello, pero el país nada ganará con ello. De hecho, puede ser hasta perjudicial, primero, porque nadie pone los huevos de su destino en una canasta hecha de pedazos y trozos separados, y en segundo lugar, porque desmotiva a la ciudadanía, nos hace perder la fe en el voto y en un futuro distinto y posible en el que, más allá de nuestras diferencias, todos sepamos cuándo toca ceder para que la mayoría resulte beneficiada.
¿Qué eso no debería ser así? ¿Qué cada fuerza política debería poder demostrar cuál es en realidad su “capital político” medido en votos en cada elección? Es verdad, así deberían ser las cosas, pero no es esa la realidad con la que nos tocó lidiar, al menos por ahora. Para llegar a ese punto debemos primero agotar muchos momentos y recuperar muchos espacios. Que se los digo yo, que cada día me enfrento a tribunales en los que lo que “debería ser” no se acerca ni se parece a “lo que es”. Contra eso, y vale para ámbito político también, tienes dos alternativas: O te sigues dando cabezazos permanentemente contra la misma pared, o cambias y evolucionas poniendo la vista no en el corto plazo, sino en lo que puedes lograr un poco más adelante.

El gobierno teme
a la tarjeta única

Tan es importante la tarjeta única, que ya el poder ha adelantado que probablemente no la permitirá. Si eso ocurre, el tema será otro, y tendremos que poner nuestra inteligencia y nuestra imaginación a trabajar para lograr el cambio deseado; pero el temor del gobierno a la tarjeta única, que es lo que tenemos hasta ahora, debería ser suficiente para hacernos ver, a todos, que la sensatez de acudir unidos, bajo un mismo banderín, a la lucha electoral, implica ventajas muy claras para quienes queremos que Venezuela sea distinta.

CONTRAVOZ
Gonzalo Himiob Santomé
Twitter: @HimiobSantome

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