El día está bastante nublado y Perla no quiere salir ni a la esquina. Está tan deprimida desde hace varios días, que las ganas de vivir se le van anulando a pasos agigantados. La carita de Jefer, su hijo de apenas 8 meses de nacido, le mira fijamente por entre los pequeños barrotes de la cuna que está justo al lado de la cama. El niño sólo atina a decir «Ereu», siempre dice lo mismo, y Perla nunca ha sabido a qué se refiere la expresión, y en estos momentos de su vida menos le importa.
Pese a que su único hijo es un bebé vivaz, y lleno de mucha ternura, Perla no consigue que su presencia le importe demasiado, y es que desde que su marido Jeferson decidió marcharse del hogar, y hacer su vida junto a otra mujer, para Perla las razones acabaron.
Sus tías y su madre tratan de apoyarla, pero pierden la paciencia cuando la encuentran tumbada en la cama, como si ser abandonada por el marido fuera una enfermedad. «Tienes que salir de esa crisis mija, tu hijo te necesita», le ha dicho la tía Marcela en más de una ocasión. Su mamá sólo la mira y siente una gran impotencia, al percatarse de que su hija no pareciera haber heredado su fortaleza ante las crisis de la vida.
Perla ha pensado en mil maneras de suicidarse o de hacer alguna cosa que atraiga la atención del hombre que ella dice que ama. Vive pensando día y noche cómo conseguir su regreso, y entre tanto los días van pasando, y el pequeñito Jefer va creciendo y necesitándola más.
Es un miércoles por la noche, de esos en que pareciera que la semana no quiere terminar jamás, el bebé estaba llorando mucho en su cuna, y la mamá de Perla y su tía se ausentaron del hogar. Ella no deseaba ni siquiera cargar a su hijo, sentía una ira incontrolable al escucharle llorar, no quería saber de nada más que no fuera su exmarido. Estaba sentada frente a la computadora en el cuarto, luego de haberse dado finalmente un baño sin muchas ganas; y enseguida entró a la red social facebook.
Ya era para Perla una enfermedad tratar de indagar entre los amigos en red de su exesposo y de ella, cómo era la vida de Jeferson, con quién estaba, a dónde acudía. Ella quería ver sus fotos y detectar si estaba feliz.
El bebé entre tanto lloraba más y más y de vez en cuando hacía una especie de puchero mientras decía «Ereu», en su lenguaje infantil, difícil de traducir.
Perla lo miraba con rabia, no quería escucharlo, deseaba estar absorta en sus pensamientos, sola en la habitación, y de golpe y porrazo se levantó de la silla incómoda frente a la computadora, salió por un vaso con agua para ella y volvió además con un tetero que estaba preparado en la nevera y extendió la mano hasta la cuna de su hijo. Jefer tomó el tetero y extendió sus bracitos, intentando que su madre le cargara, pero aquella acción no le valió la esperada respuesta de amor, porque Perla volvió a la silla, y siguió en lo suyo frente a la computadora.
El llanto de Jefer se fue calmando un poco y apenas se escuchaba chupar desesperadamente la tetina de su tetero. Luego de unos minutos Perla no lo escuchó más y no se interesó por el niño; y cuando logró encontrar algunas fotos de su exmarido en lo que parecía era un viaje de playa, abrazado con la mujer con que ahora vivía, su llanto comenzó a ser desesperado, se lanzó en su cama desconsolada.
El sonido del llanto de Perla era tal, que quizás haya sido esto lo que le impidió percatarse de que su bebé estaba acostado boca arriba en su cuna, devolviendo en vómito todo el tetero que había consumido, el mismo que ella le había sacado de la nevera.
Sólo sería cerca de 2 horas después, cuando regresaron a la casa la mamá y la tía de Perla, que se pudo conocer que Jefer había muerto. El bebito de 8 meses se había ahogado y sufrió un paro respiratorio, justo en la cuna al lado de la cama de su madre, quien jamás pudo enterarse a qué se refería su pequeño cuando la llamaba «Ereu».
Perla reaccionó a su maternidad, al hecho de que la vida tiene mucho que darnos cuando nos quita a determinadas personas del camino, pero lo hizo muy tarde para poder disfrutar del verdadero amor de madre.
Hoy ella cuenta su historia como un hecho aleccionador, y sabe que una sociedad entera la juzga, sin embargo, ha querido que su testimonio sirva a otras personas que cae en el abismo de la depresión ante una separación de pareja, para que este tipo de hechos les hagan despertar y amar a sus hijos más que a cualquier cosa o circunstancia en el mundo. ¡Hasta la próxima historia!
Nota: Cuidado en la Acera es un espacio en el que se mezclan realidad y fantasía, en el que para nada se busca lesionar a persona o institución alguna, y que espera lograr el análisis social y a reflexión acerca de determinados temas.
Por: Janeth Solórzano