Aquí una receta infalible para destruir un país:
En primer lugar se debe resaltar que no importa que ideología ni modelo económico prevalezca, lo primero que hay que hacer es revertir el interés nacional, es decir, hacer del país que fuere una nación de pocos, para pocos, una nación para gobernantes y sus allegados (sociedad política). Así, todas las limitaciones, restricciones y controles solo son aplicables para el pueblo, no para quienes ejercen cargos de elección popular, ni ocupan cargos desprendidos de este poder político, desde luego, los gobernantes deben repetir incesantemente mensajes de austeridad, de igualdad (material), de presunta repartición de la riqueza (racionamientos), aplicables solo para las masas, aunque en la realidad esa sociedad política disfrute de las mieles más dulces y exquisitas del poder, embadurnados de lujos y excesos. Asimismo, son ellos quienes a todo precio imponen los objetivos y prioridades del Estado, sin importar las necesidades reales de la nación. En igual orden de importancia, es muy necesario el culto al personalismo, hacer que las personas alaben personalidades políticas, impregnadas de falsos mesianismos, empapadas de vergonzantes características de deidad… de este modo el país que fuere asegurara una destrucción en poco tiempo.
En segundo lugar, se debe dejar de apoyar el talento, las habilidades, las posibilidades de crecimiento y superación del pueblo, es preciso hacer todo lo posible para que paulatinamente todos dependan del Gobierno, a través de presuntas políticas sociales cuyo fin es generar pobreza dependiente a través de toda una infraestructura institucional, aunque parezca chiste en pleno Siglo XXI, caracterizada por la venta y distribución de alimentos y productos subsidiados bajo control estatal. Para ello es netamente necesario destinar gigantesca parte de los recursos del Estado para apalancar alianzas internacionales estratégicas que brinden apoyo político internacional a los gobernantes, en instancias internacionales. Es por ello que se hace infinitamente necesarias las importaciones, mismas que también sirven para hacer ricos a la sociedad política a través de las no menos gigantescas comisiones en divisas extranjeras, al mismo tiempo que se logra mermar la capacidad productiva nacional independiente, privada… un negocio redondo.
En tercer lugar, probablemente el más importante, se necesita una población conformista, obediente (temerosa y sumisa) al poder político, donde la educación, la formación, la preparación útil y de vanguardia sea sustituida por el pernicioso adoctrinamiento, por todo un conjunto de dogmas y creencias desprendidos del aparataje gubernamental que aseguren la preeminencia de los dos pasos anteriores.
Así pues, yacen aquí descritos 3 pasos infalibles para que cualquier nación del mundo, así sea la más rica del planeta, vea languidecer su calidad de vida a beneficio de unos pocos dentro y fuera de sus fronteras, desde luego no es mi deseo, salvando las distancias, es solo una narración como la que hiciera alguna vez Nicolás Maquiavelo en su obra “El Principe”.
Leandro Rodríguez Linárez
Twitter: @leandrotango