Se han burlado de las madres y amas de casa que tienen que adquirir bienes escasos haciendo colas de horas en diferentes mercados, presentando su cédula de identidad o colocando la huella del pulgar como si fuesen delincuentes
Juan Antonio Muller
Juaamilq249@cantv.net
Ciertamente el gobierno venezolano está jugando con fuego y puede terminar con quemaduras graves. Todos los analistas políticos como económicos coinciden en que la crisis de abastecimiento y la inflación galopante lejos de tocar fondo se agravará en los próximos meses. Dos temas incendiarios.
Este proceso de caos económico y social, no es nuevo ni se origina durante los años que lleva Maduro en el poder. Tiene su origen hace ya dieciséis años cuando Hugo Chávez decidió eliminar la autonomía de los poderes públicos y establecer controles políticos y económicos para asegurarse la permanencia en el poder.
Durante esos años el gobierno lo que ha hecho es burlarse sin escrúpulos del pueblo ofreciéndole un paraíso destinado a acabar con sus necesidades y penurias.
Venezuela se convertiría, según el mensaje, en un país del primer mundo pionera en avances tecnológicos, acabaría con la economía rentista basada en los ingresos petroleros, se abastecería plenamente de alimentos, alcanzaría la excelencia en sus sistemas de salud y educación, produciría bienes industriales en abundancia para ser exportados.
Pero todas esas promesas se han quedado en palabras sin contenido práctico cuando el gobierno decidió colocar el futuro de la nación en un sistema fracasado como es el socialismo donde el aparato productivo y los canales de distribución y comercialización pasan a manos del estado.
La burla al pueblo fue generalizada, en momentos en que el mundo avanza creando niveles de producción y de bienestar nunca antes vistos, cuando se han sacado de la pobreza dos mil millones de seres, cuando las expectativas de vida se han incrementado gracias a los avances en la salud pública, cuando una mayoría de los países en desarrollo han logrado un crecimiento de la clase media, cuando cada vez hay más libertad y democracia y gobiernos están dispuestos a escuchar y asesorarse para tomar decisiones con amplio respaldo popular, la revolución bolivariana nos lleva contra la corriente.
Se han burlado de las madres y amas de casa que tienen que adquirir bienes escasos haciendo colas de horas en diferentes mercados, presentando su cédula de identidad o colocando la huella del pulgar como si fuesen delincuentes.
Se han burlado de los trabajadores a quienes no les reconocen los beneficios de sus contratos colectivos, de los empresarios a quienes les niegan los dólares para pagar deudas con proveedores y comprar insumos y materias primas para sus fábricas, de los gremios profesionales que se las pasan haciendo paros con la finalidad que le homologuen los sueldos, de las universidades públicas a las que niegan recursos para operar e investigar, de los enfermos que no hallan sus medicamentos y cuando acuden a los hospitales y centros de salud estos carecen de insumos y de equipos para atenderlos adecuadamente.
Se han burlado de los más pobres, hacen todo lo posible por desaparecer a la clase media, las escuelas no cuentan con maestros preparados ni con instalaciones en buen estado. Se han burlado de los millones que no poseen viviendas, les prometieron viviendas dignas y no les han cumplido.
El turismo ha desparecido y la fuga de talentos se ha incrementado debido a la inseguridad y a un futuro incierto. Los estudiantes se rebelan con razón pues hay cientos de ellos que tienen procesos judiciales abiertos mientras docenas de ellos todavía están presos por las protestas del año pasado. Los trabajadores marchan en contra de las expropiaciones arbitrarias para defender sus puestos de trabajo y reclaman divisas para que sus empresas puedan comprar materias primas y operar.
¿Quienes reclaman? Miren, reclaman los obreros del sector alimenticio y de bebidas, los fabricantes de autos y repuestos, los de la industria química y laboratorios, los agricultores que carecen de semillas, fungicidas y fertilizantes, los empleados de las agencias de viaje, los trabajadores textiles y de la construcción. Reclaman los empresarios que quieren producir pero el gobierno prefiere importar, exigen ajustes de precios para no operar con pérdidas, reclaman los panaderos por falta de trigo, los transportistas por falta de cauchos y repuestos. Son reclamos justos ante las burlas continuadas.
El entorno mundial está cambiando, actualmente hay más cantidad de bienes y servicios y existen más consumidores. Hay más emprendedores pequeños y crece la responsabilidad social. Los pueblos están mejor informados mediante la telefonía celular e internet. El poder político de autócratas y partidos únicos va gradualmente disminuyendo. Venezuela no se quedará rezagada, las expectativas son muchas.