Estefanía Garmendia nació en Guarenas un 3 de agosto de 1915 en una de las primeras casas del pueblo ubicada en la calle Urdaneta en el sector La Candelaria, propiedad que fue de su abuelo Marcelino Peña cuya presencia siente en la amplia casa; “la gente se muere y todavía está viva”. Fueron sus padres, Giro Augusto Garmendia y Petra Rafaela Peña de Garmendia también nacidos en esta población, y es la última sobreviviente de seis hermanos.
En su jocoso y típico discurso de mujer de este pueblo, recuerda con orgullosa alegría que dedicó toda su vida a ordeñar y matar chivos, animales traídos por ella misma desde “el cerro”, sitio que hoy conocemos como barrio 29 de julio, y de cuyos animales aprovechaba su carne para comer. Estudio en la escuela Carabobo ubicada en el Pueblo Arriba, de allí rememora rápidamente a su maestra, Ritalina Ruiz García a quien ayudaba “a cobrar los intereses”. Su último trabajo fue en el colegio de La Guairita, institución en la que trabajó durante 16 años. Deja de laborar allí porque refiere su nieta que la hicieron firmar un papel de supuesta jubilación, y confiada firmó, resultando ser una renuncia.
Complementaba su espíritu inquieto trabajando en el aseo de algunas casas de la zona.
De Guarenas recuerda “la tranquilidad del pueblo, sin zaperoco, se sentaba a las nueve de la noche en la puerta de su casa, las retretas de carnaval y los bailes en la plaza, las fiestas patronales, la hacienda Maturín e Izcaragua, el famoso cinecito y el mercado municipal donde compraba papelón a un centavo”. De sus amistades nombra a Ana Luisa Cabrera maestra de la escuela de La Guairita, a la familia Hergueta, a María Mercedes, a la familia Carpio, la familia Díaz, a las Vargas y a la familia Hernández. Conoció a Armando Urbina y a su madre, misia Berta Ruiz.
Tuvo dos hijas, Ana nacida en la sala de su casa con ayuda de la partera Carmen Rosa, y María Cristina nacida en el hospital.
En la actualidad, Estefanía Garmendia es conocida por su dedicación a vender mamón junto a la ventana de su casa, y quien afirma “le ha garantizado el sustento de su casa hasta ahora”. A sus casi 100 años aun es activa en las labores de su casa pero con pausado paso. El crecimiento de la ciudad ha cercado su casa, y dice “sentirse encerrada” porque no tiene la libertad que tenía cuando veía la extensión del terreno detrás de su casa, el añorado cerro de donde traía los chivos.
De su casa nos muestra un pequeño altar con la Cruz de mayo que la viste su hija Anita cada año, a la virgen de la Copacabana a quien le pide que le quite el dolor de cintura que le da, a ella le enciende su vela. También acompaña el altar un retrato de Hugo Chávez; “él era muy bueno” recuerda.
Aunque no le gusta ser retratada arregla su cabello blanco ya por los años y sonríe ampliamente invitando a celebrar su cumpleaños con alegría. Toda su historia gira en torno a su casa y la cría de los animales; chivos, gallinas.
Como Estefanía aún nos quedan personajes guareneros que merecen ser visibilizados por formar parte de la memoria histórica de un pueblo convertido ya en ciudad, y como algunos otros que han partido, nos dan testimonio de una historia merecedora de recordar.
Por: Lic. Noraya J. Pérez Díaz
Historiadora / Cronista de Guarenas