«Es ingerido por medio de los pulmones y el globo ocular», explica Sam Bompas, mi anfitrión y codiseñador del primer bar de cocteles respirables de Londres, acertadamente llamado «Alcoholic Architecture».
Él me entrega un coctel normal y nos sumergimos aún más en la bruma de sabor dulce, mientras nos movemos entre otros clientes que también están vestidos con chaquetas impermeables con capuchón, las cuales tienen el objetivo de impedir que nuestra ropa se impregne con el olor de la niebla alcohólica que nos rodea.
Las capuchas solo se suman al efecto de complicidad de deambular por ahí en un sótano húmedo ubicado en el sitio donde solía estar un antiguo monasterio.
Incluso los nombres de los cocteles bebibles que también se ofrecen —estoy bebiendo un «Friar Tucker»— se inspiran en los monjes que crearon licores exóticos en este lugar hace siglos.
En 2015, las fronteras del alcohol se han vuelto a imaginar; esta vez al vaporizar alcohol y una bebida para mezclar a una tasa de 1:3, lo que crea una niebla respirable tan espesa que apenas puedes ver lo que hay a más de un metro frente a ti.
Con una humedad al 140%, música del género pop electrónico, una serpiente pitón de verdad en el sanitario de mujeres, un rótulo en letras neón que le advierte a los clientes a que «Respiren de manera responsable», en cierta forma experimentas la sensación de haber caído por un agujero en una película de Hunter S. Thompson.
Habiendo dicho eso, es casi imposible saber si estás ebrio por los indicadores visuales, por los gases en sí o por los intensos cocteles.
«Llega a un punto en el que si coreografías el diseño del set, la expectativa, los uniformes y los rituales lo suficiente, ni siquiera importa a qué sabe la comida; puedes hacer que cualquier persona piense que algo sabe bien», dice Bompas, quien junto a su socio comercial, Harry Parr, dirige la celebrada compañía arquitectónica de comida, conocida como Bompas and Parr.
Willy Wonkas de la vida real
Bompas, vestido con pantalones de flores y una fresca camisa blanca, es el declarado rostro para los medios de ambos, y a menudo encasilla las rápidas y descabelladas ideas creativas, mientras que Harry, un arquitecto estudiado, evita el foco de atención y se dedica al lado más práctico de las cosas. «Él es quien hace que las cosas sucedan», dice Bompas.
Juntos, las cosas que hacen que sucedan provienen del mundo de Willy Wonka: goma de mascar que cambia de sabor, cataratas de chocolate y un órgano de iglesia que cambia el sabor del whisky, por mencionar algunas.
Todo empezó en una cena hace ocho años, cuando Parr llevó una gelatina de mora hecha en casa que impresionó tanto a Bompas, que ambos decidieron forjar sus carreras en su superficie temblorosa.
Ellos organizaron un «Architectural Jelly Banquet», en el que arquitectos de renombre mundial como Norman Foster diseñaron réplicas temblorosas de sus propios edificios, y crearon gelatina alcohólica que brillaba en la oscuridad para la fiesta de cumpleaños por los 33 años del DJ Mark Ronson.
«Harry se dio cuenta de que todo lo que había aprendido en términos de modelado en 3D cuando estaba estudiando para ser arquitecto, lo podía hacer con la gelatina, al permitir que fabricáramos nuestros propios moldes», explicó Bompas, quien conoció a Parr cuando era adolescente y tocaba en la misma orquesta en Eton College, una escuela en la que estudiaron el primer ministro británico, David Cameron, y el príncipe Guillermo.
«Nos encantó cuán impresionante puede ser la gelatina cuando empiezas a tomar elementos de una disciplina —por ejemplo la arquitectura— y lo pones en la comida».
Jugar con tu comida
Ciertamente, mientras la comida aún está en el corazón de sus fantásticas creaciones, la pareja ahora trabaja con un creciente número de científicos, artistas, psicólogos y taxidermistas, para crear experiencias gastronómicas incluso más extremas.
Ahora están construyendo un «Orifice Climbing Wall» para el Museo del Sexo en Nueva York, están hablando con profesores en la Universidad de Siracusa acerca de cocinar con lava y están en pláticas confidenciales con la NASA sobre un próximo proyecto que involucra a la Estación Espacial Internacional.
¿De dónde provienen estas ideas que literalmente son fuera de este mundo?
«No pienso que estas ideas sean particularmente especiales o preciosas», dice Bompas.
«Existe esta noción de que algunas personas son creativas, y algunas personas no lo son. Pero yo creo que todos son creativos. Si vas al bar, grandes cantidades de personas están teniendo conversaciones con ideas interesantes, pero la mayoría no pasan los siguientes dos o tres años tratando de lograrlo».
«Y esa es la diferencia».
Frutos de la tentación
Él sacude su cabeza en señal de incredulidad ante las extrañas aventuras en las que se ha visto envuelto desde que «dejé mi trabajo sensible en el mercadeo financiero» hace casi diez años.
Está la ocasión en la que la estrella del pop australiano, Peter Andre, quien le teme a las alturas, se subió por su pared de chocolate de 10 metros de alto mientras tuvo un pequeño susto con el micrófono que aún estaba sujeto a su rostro lleno de chocolate.
O la vez en la que Bompas viajó al otro lado del mundo en busca de una fruta extraña. «Estoy obsesionado con las frutas ultra exóticas», dice, y añade que el durián, la fruta que huele tan fuerte que está prohibida en la línea de trenes de Singapur «te cambia la vida; es como el equivalente al ácido en las frutas».
«Fui hasta Hawaii para rastrear la jaboticaba, son un tipo de pústulas moradas que crecen en los tallos de los árboles y explotan en tu boca. En términos de sabor, son como una mezcla entre una ciruela, un banano y una licha. Tuve que ir a un mercado realmente oscuro en el área silvestre de la Gran Isla. La fruta ahí es una locura».
Vísceras y alma
Bompas una vez dijo que admiraba el enfoque del cineasta chileno Alekandro Jodorowsky en cuanto a la dirección: «Otros cineastas dirigen con sus ojos, yo dirijo con mis testículos».
En el mundo multisensorial de la arquitectura de alimentos, ¿con qué parte del cuerpo dirige Bompas?
«Instinto visceral… tus vísceras tienen más neuronas que un gato», dice.
«Ahora existe esta noción de que la consciencia podría estar más dispersa en el cuerpo, en lugar de estar totalmente ubicada en la cabeza».
Lo que Bompas no tolera son las experiencias gastronómicas sin sustancia, y él se ha esforzado mucho por hacer énfasis en la cantidad de investigación requerida para «Alcoholic Architecture», desde la historia del sitio como un área pionera de fabricación de cerveza, hasta el vitral adornado con bananas en referencia a la antigua vida del edificio como una tienda donde se maduraban bananas.
«En cierta forma, estoy aburrido de todas las inauguraciones de bares y restaurantes en Londres en los que se sirve comida suramericana, o coreana, y que son atendidos por camareros o chefs que se han ido de vacaciones a algún lugar y han sido inspirados por eso, y no tienen ninguna relación real con el área local, con la historia local o con el significado», dice.
«Entonces, con ‘Alcoholic Architecture’ se trata de escapismo y diversión… pero al mismo tiempo, se basa completamente en la historia local».
Sin embargo, nadie sabe qué habría pensado un antiguo monje benedictino de esta embriagante nube puntuada por hombres y mujeres jóvenes de la noche.