Es difícil que en una telenovela producida hoy día en América Latina no colabore un venezolano, sea de escritor, director, actor, productor o extra.
Dos de las tres telenovelas en horario prime de Telemundo, el canal estadounidense que presenta decenas de ficciones latinas a diario, son escritas por venezolanos.
La vicepresidente de telenovelas del canal es venezolana, así como varios de sus productores ejecutivos, directores y, por supuesto, actores.
Como si estuviéramos hablando de béisbol, los grandes talentos venezolanos de la telenovela trabajan fuera de su país natal.
Los frutos de la que fue hasta hace una década la meca de la telenovelas en el continente los consumen otros mercados.
Y hoy en Venezuela con dificultad se producen una o dos telenovelas al año.
Auge de otras industrias
«Una coincidencia nefasta sentó las bases del declive de la industria venezolana de las telenovelas», dice la investigadora venezolana Carolina Acosta-Alzuru, autora Telenovela Adentro, libro publicado por editorial Alfa este mes en el país.
«Por un lado varios países lograron encontrar la manera de competir internacionalmente y por el otro el país latino que vive en EE.UU. empezó a influir y darle cabida a novelas de otros países», explica.
«Además, una política explícita del gobierno (del fallecido Hugo Chávez) hizo que la industria mermara».
De las 10 novelas más vistas en 2013 en América Latina, siete fueron brasileñas y tres peruanas, según cifras del último informe –de 2014– del Observatorio Internacional de Televisión (Obitel), un grupo de investigación asociado a la Universidad Autónoma de Barcelona.
Brasil (con 35), México (34) y Argentina (32) son los países que más ficciones produjeron en 2013, según el anuario de Obitel de 2014.
Venezuela, por su parte, produjo cuatro y ninguna de las 30 producciones de ficción más vistas en América Latina vino del país que lideraba esa lista hace una década con 13 o 15 telenovelas cada año.
Crisis económica
Para este reportaje le pedí una entrevista a uno de los escritores venezolanos de telenovelas más importantes de la región, Alberto Barrera Tyszka.
Y respondió: «Hablamos con todo gusto, el rollo es que ando en México en un asunto de chamba (trabajo), justo porque ya no hay oficio teleculebrero en el país».
Después le pedí, vía correo electrónico, que explicara cómo es eso de que acá ya no hay trabajo «teleculebrero» para él.
«La industria de la televisión en Venezuela no puede escapar de la enorme crisis económica que vive el país», dijo.
La publicidad en televisión ha caído en Venezuela más que en cualquier otro país, la situación general de inflación y devaluación fomenta la migración de talentos y el control cambiario, que en ocasiones impide la repatriación de dividendos, se volvió un desincentivo para las inversiones.
«Aparte, está el problema político», dice Barrera, autor de la biografía Chávez sin uniforme y la novela Raiting, sobre el mundo de la televisión.
«El gobierno castigó políticamente a un grupo crítico y no le renovó la concesión», señala en referencia a Radio Caracas Televisión (RCTV), un canal privado que salió del aire en 2007 reduciendo de un tajo la industria de telenovelas en un 50%.
Ley Resorte
Acosta-Alzuru añade que otra de las causas del declive fue la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión (Resorte) aprobada en 2004, que buscaba proteger a los niños y adolescentes de contenidos inadecuados.
La Ley no permite, por ejemplo, una toma en la que se vea una persona apuntándole con una pistola a otra y sostiene que usar un robo o un secuestro como temática puede ser una incitación al delito.
El oficialismo venezolano ha identificado en varias oportunidades a las telenovelas como el origen de los «antivalores» que, según el gobierno, fomenta la violencia en el país.
«Al quitar referencias a la vida cotidiana de la gente, que obviamente se debe enfrentar a la delincuencia o el consumo de drogas día a día, les quitaron contemporaneidad a las telenovelas», dice Acosta-Alzuru, profesora de estudios culturales y comunicación en la Universidad de Georgia, EEUU.
Y eso, concluye, disparó la autocensura.
Barrera recuerda: «Una vez, el comité de autocensura de un canal me llamó a discutir por qué en una novela había puesto a un pueblo de pescadores a tomar una carretera para protestar en contra de una transnacional hotelera».
«Me dijeron que, según la ley, podría verse como una promoción de las guarimbas (barricadas en las calles)».
El declive de una, el auge de otras
Parte de la razón por la que las telenovelas venezolanas fueron tan exitosas en los 80 y 90, sostiene Acosta-Alzuru, es que la competencia de otros países no era tan fuerte.
Venezuela era una pionera en el tema y, al darse el declive de su industria, otras parecen haber florecido.
«Colombia empieza a obtener su propia voz en las telenovelas; está lista para contar sus historias de contenido social como el narcotráfico, la delincuencia y la obsesión de las mujeres por las cirugías», explica la experta.
«Por otro lado, México ha aprendido a hacer telenovelas; los mexicanos crecieron viendo sus propias telenovelas y los que están en EE.UU., que es una población enorme, buscan las telenovelas mexicanas».
Por eso Univisión, la otra cadena estadounidense para hispanos, no produce telenovelas, sino se nutre de las hechas en México y Brasil en ocasiones escritas o producidas por venezolanos.
El acento venezolano ya no se oye en las telenovelas más importantes, pero sí en los corrillos donde se gestan.