(CNN) – Ha pasado un año desde que Steven Sotloff fue brutalmente asesinado. Las imágenes, que se han vuelto muy comunes, conmocionaron la opinión pública estadounidense –y, en consecuencia, al presidente de Estados Unidos– y motivaron la respuesta a los horrores que el Estado Islámico de Iraq y Siria ha forjado en el Medio Oriente. Sin embargo, luego de innumerables decapitaciones y cientos de miles de depredaciones menos infames (pero no menos viles) más, ISIS continúa floreciendo.
Estados Unidos no tiene una estrategia contra los grupos terroristas, y las tácticas usadas por la administración de Obama están fracasando.
A principios de julio, el presidente salió al aire para anunciar que las cosas iban bien, bastante bien, en la batalla contra ISIS. «Como con cualquier esfuerzo militar, habrá períodos de progreso», comenzó a decir esperanzado, «pero también habrán algunos contratiempos… como hemos visto con las ganancias de ISIL en Ramadi en Iraq y el centro y sur de Siria».
Sí, Sr. Obama, ha habido contratiempos. Y esos no son los peores.
ISIS, también conocido como el Estado Islámico, el Estado Islámico de Siria y el Levante y como Daesh, una variante del acrónimo árabe de ISIS, ha tomado Mosul y Ramadi en Irak, ha tomado Palmira en el sur de Siria y se está extendiendo a través de Yemen, Libia, Egipto, Afganistán, Argelia y más allá.
Los funcionarios de la administración de Obama insisten en que ISIS no mide 3 metros de algo y que tiene sus propios problemas. Altos líderes han sido interceptados por drones, y el grupo está de malas con Al Qaeda. Todo esto es cierto. Pero ISIS continúa atrayendo a los combatientes extranjeros y funcionarios de inteligencia admiten que a pesar de más de 10.000 muertes, los efectivos del grupo se estiman entre 20.000 y 30.000, prácticamente igual que cuando Estados Unidos comenzó las operaciones más intensivas en el 2013.
El general retirado John Allen, el enviado especial del gobierno de Obama, insiste en que ISIS está perdiendo. En un sentido existencial, tiene razón. ISIS no va a gobernar Iraq, Yemen o Siria en el corto plazo. Pero está gobernando pequeños estados en Iraq y en Siria, y está estableciendo los accesorios del estado que afirma ser.
Peor aún, lo que el gobierno dice que es una buena noticia –el compromiso intensificado de Arabia Saudita y Turquía en la lucha– está lejos de ser uniformemente positivo. Tanto Riad como Ankara han estado apoyando grupos que incluyen al afiliado de Al Qaeda, Jabhat al-Nusra. Y los turcos, quienes finalmente se han dado cuenta del peligro de su propia seguridad frente a ISIS, están más interesados en el uso de la nueva alianza entre Estados Unidos y Turquía para atacar a grupos kurdos que ganan terreno en Siria. En otras palabras, al subcontratar la política de seguridad nacional con otros, nos hemos dado cuenta –sorpresa— que ellos no comparten nuestros puntos de vista respecto al enemigo.
En Iraq, ISIS continúa conservando un territorio considerable e importante y, a pesar de los esfuerzos del gobierno de al-Abadi en Bagdad, no se ha hecho el progreso suficiente en cuanto a la reconciliación de las facciones sunitas y chiítas, cuya lucha ha permitido que ISIS florezca.
A pesar de la extraña alianza entre la República Islámica de Irán y la Casa Blanca de Obama en Iraq, tampoco las milicias chiítas «asesoradas» por los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán y en ocasiones respaldadas por la potencia aérea de Estados Unidos han podido hacer retroceder a ISIS de una manera significativa.
En Yemen, la historia es muy parecida.
El colapso en cámara lenta del país, aun cuando ha acaparado menos titulares que Siria, ha enfrentado a los sauditas y a sus representantes contra Irán y sus aliados, y los resultados más notables son los beneficios para Al Qaeda en la península arábiga y la sucursal de ISIS en Yemen.
Libia también está dividida entre el gobierno auténtico y más moderado que ahora se esconde en Tobruk, un gobierno islamista en Trípoli e ISIS y otros grupos relacionados con Al Qaeda que crecen de manera constante en el vacío.
A la luz de los desastres a lo largo de todo el Oriente Medio y el Norte de África, no existe un enfoque de «talla única» que pueda funcionar para todos. Claramente, se necesita intensificar los esfuerzos para ayudar a los militares iraquíes y volver a contratar a los sunitas de Iraq… probablemente más ayuda militar, más asistencia y un compromiso más profundo de parte de Estados Unidos. En Siria, el entrenamiento que ha generado tan solo 60 miembros del Ejército Libre de Siria enseñados por Estados Unidos, debe aumentar dramáticamente.
Pero eso está lejos de ser suficiente; la creación de un gobierno de transición aceptable para Estados Unidos y el pueblo sirio ya debería haber comenzado. De hecho, cada país exige su propia estrategia independiente, pero hay un elemento en común: Washington no puede caer de sorpresa cuando las malas noticias llegan a las primeras planas, como lo hizo cuando Steven Sotloff, James Foley y Peter Kassig se encontraron con un espeluznante fin.
Es tentador creer que los países de la región pueden reaccionar para enfrentar sus propios retos, pero no hay ni un ápice de evidencia que apoye esa idea. Y mientras algunos siguen insistiendo en que la pesadilla que ha sacado a 11 millones de personas de sus hogares de alguna manera no es un problema de Estados Unidos, la realidad del crecimiento, la propagación y el vigor sostenido de ISIS (y de Al Qaeda) significa que estos terroristas estarán en la puerta de nuestra casa más pronto de lo que nos podemos imaginar.