El sueño olímpico del baloncesto venezolano sigue intacto
Otra victoria inobjetable. Y la vinotinto del baloncesto mantiene intacto el sueño olímpico. Estas ve con Néstor Colmenares y Miguel Ruiz como estiletes, pero encima de todo con el trabajo colectivo como carta de presentación, los venezolanos derrotaron a República Dominicana para seguir sumando en un certamen cada vez más parejo.
El formidable encuentro de Uruguay ante Argentina, igualmente, sirvió para dejar en el aire la incertidumbre en torno a los cupos para Brasil 2018 y, si se le agrega el trabajo que pasó México para vencer a Puerto Rico, el cuadro de equilibrio no puede ser mayor aunque la estatura y la condición atlética de los canadienses siga haciendo aparente diferencia. Y cuando se dice aparente es recordando que los norteamericanos se estrellaron ante los gauchos.
Volviendo a Venezuela, gustó mucho su presentación, que demolió a los de Quisqueya a partir de una excelente defensa de conjunto, combinada con un ataque bien manejado que superó en el hombre a hombre y en la zona mandando durante casi todo el partido. Como bien lo dijo al final el DT Néstor García, es muy difícil, ante cuadros de esa envergadura, mantener semejante eficiencia durante 40 minutos, explicando los apremios del final, que sus jugadores resolvieron con propiedad, con Gregory Vargas poniendo los tantos del desahogo definitivo.
Aunque tarde, Dominicana encontró su ritmo –y el aro- volviendo al encuentro cuando todo parecía decidido. Pero aquí viene al caso, claramente, lo que no pocas veces se olvida al pretender que las cosas salgan a la perfección: “el contrario también juega”.
Difícil, cuando cada quien hace su trabajo a conciencia, destacar individualidades, aunque la producción de Colmenares llame mucho la atención. Como apuntaba Francisco Blavia, el de Cocodrilos se ha convertido en la imagen de la selección, que juega a su semejanza (y a la de Gregory, añadiríamos): entrega total, concentración para no “salirse nunca del partido” (la lucha por los rebotes, el manotazo para despejar…).
Solo así, defendiendo a todo dar (que significa, además de esfuerzo, concentración para moverse adonde recomienda el accionar del contrario, con sincronización para dejar mínimos espacios), sacando partido a los errores del contrario y “matando” en los quiebres, al tiempo de manejar sin apremios el ataque ponderado, el equipo puede compensar el hándicap en estatura y hasta llegar a imponer su juego.
La “increíble” canasta de Guillén desde el ángulo de media cancha, su pase por detrás en un movimiento de cortina y desplazamiento para que Colmenares clavara espectacularmente, fueron pinceladas de un muy buen desempeño. Como las corridas de Vargas y, muy especialmente, el sensacional juego de Miguel Ruiz, cuyos 17 rebotes fueron el premio a concentración y colocación bajo los aros, tiempo, intuición para buscar el balón, fortaleza, salto fuera de lo común y ganas, que le han generado un lugar importante en la rotación desde el día que, en los Panamericanos, recibió la oportunidad. La mitad de ellos, por cierto, en el tablero ofensivo.
Otra “final”, ante México, esperaba anoche a los venezolanos. Y cualquiera sea el resultado, seguirán demostrando que, como dice García, “podemos ganarle a cualquiera”.
Armando Naranjo
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