Hace unos meses visité una pequeña aldea en Keneba, Gambia. Allí hablé con un anciano de 90 años, Karamo Touray, que estaba rodeado de sus numerosos hijos y nietos.
Aparte de unas molestias en un dedo del pie, dijo que gozaba de buena salud, y le atribuyó el haber disfrutado de una larga y saludable vida a la voluntad de Alá.
Yo sospecho que además la época del año en la que fue concebido también jugó un papel importante.
Más allá de las fechas…
Un equipo del Consejo Británico de Investigación Médica, que ha estado recogiendo datos sobre fechas de nacimientos, matrimonios y muertes en Keneba desde 1940, descubrió hace unos años que en esta parte de Gambia la época del año en la que eres concebido tiene un impacto enorme sobre tus probabilidades de muerte prematura.
Si eres concebido, por ejemplo, en enero, y naces en septiembre, entonces en la edad adulta tendrás siete veces más posibilidades de morir que otra persona concebida en septiembre y nacida en junio.
Así que el efecto es grande, muy grande.
La razón por la que sucede esto no tiene nada que ver con la astrología, pero mucho que ver con el clima, y por lo tanto, con lo que tus padres comían en el momento de la concepción.
Cuestión de dieta
Gambia tiene un patrón climático muy inusual y muy estable.
De julio a noviembre, durante la temporada de lluvias, hay precipitaciones casi todo el tiempo. Los otros meses son en general secos.
Durante la época seca la gente come mucho cous cous y arroz y estos granos conforman la mayor parte de la dieta.
Durante la temporada de lluvias consumen menos calorías. De hecho a estos meses les llaman los meses del hambre, sin embargo, gracias a las lluvias, hay muchos más vegetales verdes para comer.
Y resulta que, ciertamente en Gambia, la cantidad de vegetales de hoja verde que tu madre (y posiblemente también tu padre) come durante la época de la concepción puede tener un gran impacto para el resto de tu vida.
Lo que me sorprendió realmente no es lo profundo de este impacto, sino que no se active durante muchos años.
Hasta los 15 años no hay diferencias perceptibles entre los niños. Sin embargo después esas diferencias son notables, incluso impresionantes.
Entonces, ¿qué es lo que ocurre?
El caso de la hambruna en Holanda
El hecho de que la dieta de la madre durante el embarazo puede tener un efecto largo y duradero sobre el niño ya era conocido desde hace tiempo.
Uno de los ejemplos más dramaticos de esto es el estudio sobre la hambruna holandesa.
A finales de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes bloquearon parte de Holanda en respuesta a un ataque del gobierno holandés sobre el ferrocarril.
Para cuando se levantó el bloqueo había llegado el invierno y era imposible conseguir comida.
Durante meses mucha gente tuvo que sobrevivir a base de una dieta de hambre.
La hambruna solo terminó cuando los aliados liberaron a Europa.
Miles de personas murieron durante esa hambruna.
Más tarde se comisionó un estudio para investigar qué le había pasado a los bebés de las mujeres embarazadas durante la hambruna.
Y lo que descubrieron es que los que eran un pequeño embrión en el momento de la hambruna tenían el doble de probabilidades de desarrollar cardiopatías durante la edad adulta.
También tenían más posibilidades de tener esquizofrenia, obesidad, diabetes, cáncer y enfermedades relacionadas con el estrés.
Y lo más preocupante es que hay evidencias de que esos efectos persistieron en la siguiente generación.
Así que no solo los hijos sino también los nietos de las mujeres que vivieron embarazadas la hambruna desarrollaron peores condiciones de salud en la vida adulta.
Desde una perspectiva más positiva, lo que esto sugiere es que una mejor dieta de una mujer embarazada no solo mejora las vidas de sus hijos sino tambien las de sus nietos.
O, en las palabras cautas de los autores del estudio: «Esto puede implicar que mejorar la nutrición durante la gestación puede beneficiar la salud de muchas generaciones venideras».
Genes más activos
Igual que la gente en Gambia, el impacto de la hambruna holandesa sobre la edad adulta de los niños que se vieron afectados es probablemente el resultado de cambios genéticos, cambios que ocurrieron en el interior del útero.
Experimentos con animales han demostrado que es posible hacer que los genes de un embrión sean más activos o incluso «apagarlos» totalmente, solo con variar la dieta de la madre.
Obviamente no sería ético probar esto en humanos, pero los estudios conducidos en Gambia ciertamente proveen evidencias convincentes de que estos cambios llamados «epigenéticos» también pueden ocurrir en los humanos en respuesta a un cambio en la dieta.
Evidencian que si durante el desarrollo muy temprano del embrión una mujer tiene una dieta rica en vegetales de hoja verde, esto cambiará para siempre cuán activos los genes del niño van a ser.
Eso sucede mediante un proceso llamado metilación y los investigadores en Gambia han mostrado recientemente que los bebés concebidos durante la época de lluvias tienen unos niveles de actividad muy diferentes en un gen particular que es importante para la regulación del sistema inmunológico.
«Las variaciones en el estado de metilación en este gen podrían afectar a tu capacidad para luchar contra infecciones virales y también tus probabilidades de sobrevivir a un cáncer como la leucemia o el de pulmón», dijo Matt Silver, miembro del equipo de investigadores británicos en Gambia.
Así que, si estás pensando en tener un bebé, comer muchos vegetales de hoja verde, que son ricos en vitamina B y folatos (ácido fólico) es una buena recomendación.
También es recomendable tomar suplementos de ácido fólico para reducir el riesgo de defectos en el tubo neural del embrión.
BBC Mundo