«Si ellos ganan te quitan las cosas que el gobierno te ha dado», dicen unos. Los otros responden «agarra lo que te den pero vota por nosotros», «si el gobierno sigue no habrá más repartición»; o, desesperados, pontifican: «Con dádivas no se compran votos». Es un coqueteo vergonzante a una masa reducida al consumo fácil, despojada del sentido de la vida
Toby Valderrama y Antonio Aponte | Aporrea.org
La naturaleza del capitalismo, su lógica, es medir todo por el dinero, lo material, el lucro, lo individual; mantenerla, expandirla es lo fundamental para el capitalismo, para garantizar su restauración, su perpetuación. Al contrario, cambiar esa lógica es elemental para un triunfo revolucionario, para el Socialismo.
El gobierno, al desconocer la esencia del Plan de la Patria, al pactar con la burguesía (recuerden a Mendoza y Cisneros en Miraflores), tomó la opción capitalista, expandió la propiedad nosocial, les dio dólares, participación en la Faja, los empresarios ganan como nunca, los bancos gozan de buenísima salud. El gobierno, siguiendo la lógica del capital, al reformismo, desarrolla una política no basada en la conciencia revolucionaria, sino en la dádiva, en el clientelismo, en ganar adeptos a cambio de bienes materiales.
Lo anterior se manifiesta en la pérdida del espíritu de sacrificio, en la disociación de la relación esfuerzo-logro, vivimos una especie de chantaje de adolescente hijito de papá: «si no satisfaces mis caprichos, no te quiero, me porto mal», «si cubres mis expectativas, te respaldo». El apoyo se condiciona con la repartición. A la menor dificultad el gobierno se tambalea en los caprichos de una masa mal educada.
Al principio el gobierno negó la crisis, dijo: «así el petróleo llegue a cero aquí no va a pasar nada». Fue una actitud infantil: “si prendo la luz, los fantasma se van; “niego algo, y no sucede”; “si no lo nombro, no existe”. Y en lugar de concientizar a la masa, de dotarla de razones sagradas, de pasión, salió al mundo a buscar dinero para mantener alto el nivel de consumo. De esta manera descuidó la formación de conciencia revolucionaria, y despojó a la masa de su capacidad de sacrificio, la reblandeció, la castró. La misma masa que, moralizada, resistió la brutal agresión del sabotaje petrolero, ahora se derrite y pone en jaque al gobierno. La conciencia del deber social, el sentido de Patria que tanto costó elevar con el Comandante Chávez, retrocedió en meses después de su desaparición.
El gobierno despilfarró la conexión espiritual que la masa tenía con el Comandante, ese vínculo ahora es utilitario, un intercambio comercial de apoyo por dádivas.
La conducta en las elecciones demuestra este nuevo patrón: son un torneo de socialdemócratas cortejando a la sociedad, dos bandos, dos negocios disputando clientela. «Si ellos ganan te quitan las cosas que el gobierno te ha dado», dicen unos. Los otros responden «agarra lo que te den pero vota por nosotros», «si el gobierno sigue no habrá más repartición»; o, desesperados, pontifican: «Con dádivas no se compran votos». Es un coqueteo vergonzante a una masa reducida al consumo fácil, despojada del sentido de la vida.
El gobierno insiste en atender lo material y olvida lo espiritual. Las últimas medidas son un intento vano de proteger la repartición que ya la lógica del capital capturó, porque es esa lógica el origen del “bachaqueo”, de los sobreprecios, de la especulación, de la corrupción, de las colas. «Si da lucro, es ético».
En la práctica se restituyó el Pacto de Punto Fijo, regresamos a antes del 4 de febrero. Ahora bien, aquel pacto estaba podrido, y entonces regresamos a lo podrido. Son tiempos difíciles, el capitalismo trata de restablecer su dominio que ya el punto fijo no puede garantizar. Son tiempos de crisis. Y la crisis es revolucionaria, aún hay tiempo de salvar la vía socialista.
¡Sólo el chavismo puede salvar al chavismo!