Quiero verlos, a cualquiera de los que suscribieron ese acuerdo en la Asamblea Nacional, a Maduro o a los que ahora se rasgan las vestiduras reclamando lo que no deben, ni entienden, preparando e impartiendo lecciones a diario, o corrigiendo cuando toca unos 80 exámenes por curso, ganando por ello al día menos de lo que se ganaría una mañana en la cola de un Mercal vendiendo café
Los opresores siempre muestran un interés de dominio y de control claro sobre la educación. Salvo que el gobierno invada nuestras vidas privadas como un “Gran Hermano”, montando en nuestras casas una pantalla desde la que nos vigile y controle, es poca la influencia que tiene o lo que puede hacernos entre nuestras cuatro paredes. Allí, pese a todo, seguimos siendo dueños y señores y somos nosotros los que decidimos, al menos por ahora, qué o quién entra o no.
Pero no ocurre lo mismo en las escuelas, liceos y universidades. Son objetivos evasivos y difíciles para los abusadores en el poder, pues cuando la bota lucha contra inteligencia y el conocimiento siempre lleva las de perder; pero la dominación, o en última instancia, la aniquilación total de los centros de generación del saber y del pensamiento crítico, es punto estratégico cardinal y medular para los totalitarios de ayer y de hoy.
Por eso es que Hugo Chávez, primero, y ahora Maduro y los que les siguen, le tienen tanta ojeriza a las universidades. No nos engañemos, hay mucho más en tales afanes que el simple desprecio resentido a los que sí estudian y sí se preparan. Ya han tratado de dominar las escuelas y los liceos, y al menos formalmente, han montado todo un parapeto legal y “académico” (si pudiera poner más comillas las pondría) que, si no topara a diario con la resistencia silente, pero feroz, de padres y maestros, hace rato hubiese convertido a nuestros pequeños en improbables prospectos de esa aberración anacrónica y falaz que es el “hombre nuevo”. Aunque les duela, aunque tengamos siempre que tener la guardia en alto y alguna estupidez tengamos que conjurar de vez en cuando en nombre de nuestros muchachos, la verdad es que esa “misión”, la de hacer de los centros de enseñanza básica y diversificada un espacio tergiversado de involución ideologizante y estrecha, no la han cumplido ni la van a poder cumplir. No hay gobierno, por abusivo que sea, que tenga la fuerza suficiente para superar el poder de un padre o de una madre cuando de proteger a sus vástagos se trata.
Los considerandos
sin prueba alguna
Los cañones ahora se dirigen sin duda a las universidades autónomas. El “acuerdo” suscrito por la bancada oficialista el pasado tres de noviembre en la AN (de nuevo entre comillas porque más que eso es una mera imposición) es la muestra patente de esto. Me llama la atención especialmente porque parte de considerandos de los que no ofrece prueba alguna, algunos de ellos muy graves. Por solo mencionar algunos, se destaca allí que las casas de estudios que aún tienen paralizadas sus actividades académicas están así porque “es posible –ni siquiera tratan de encubrir que se trata ésta de una simple “impresión personal” de los diputados que lo suscriben- que esta sea una política de la oposición venezolana para que los padres de los jóvenes se vean obligados a retirar a sus hijos de estas universidades y llevárselos al exterior -¿con qué divisas?- o a las instituciones privadas -¿con qué dinero?- para que éstas se enriquezcan aún más”; o esto: “Que el país atraviesa por un cúmulo de dificultades, tales como: la guerra económica, el cerco financiero de los diferentes organismos internacionales que impide que la República Bolivariana de Venezuela pueda obtener préstamos, la vigilancia feroz que establecen los Estados Unidos de Norteamérica sobre el pago de los bonos de la deuda pública, en la búsqueda de que el Estado no pueda pagar para declarar a Venezuela Estado Insolvente, y aplicar la misma política que hoy ejercen sobre la Argentina. La incitación de los Estados Unidos de Norteamérica a los Gobiernos de los Estados fronterizos para que le generen problemas a Venezuela”… y así sigue.
Para variar, no se presentó ni una sola evidencia que avale tan graves afirmaciones. Además, no podía ser de otra forma, “la culpa –por supuesto- es de la vaca”. El poder sigue sin aceptar que no son los EEUU, los extraterrestres ni las iguanas las responsables de que las cosas hayan llegado a este punto: El único responsable es Maduro, con su absoluta incapacidad para entender cómo se maneja la economía, y qué es y qué se hace en una universidad… nadie más.
El gobierno no ve la
realidad que a todos
nos estalla en la cara
¿Por qué? Porque el gobierno tiene las prioridades torcidas. Prefiere comprar, a un costo entre los 33 y los 45 millones de dólares cada uno, 12 aviones Sukhoi, para una guerra inexistente que solo ven quienes al parecer viven en la estratósfera, o asignarle al presidente y a sus cercanos Bs. 4.969.250.889,00 para sus inútiles viajes al exterior, que dotar a las universidades con los recursos que necesitan para seguir prestando sus servicios, al menos, con dignidad. El gobierno no ve la realidad que a los demás mortales sí nos estalla en la cara cada día, y ese es el problema. De nada les vale que ningún profesor universitario, a ningún nivel, gane hoy por hoy lo suficiente para siquiera cubrir sus necesidades más elementales.
Estamos en la academia
porque amamos
lo que hacemos
Por eso dicen algunos diputados rojos que si es necesario “van a sustituir a los profesores que no quieran trabajar”. Pues bien, yo les reto a hacerlo. Vamos a ver dónde consiguen gente, incluso entre sus más ciegos seguidores, que esté dispuesta a trabajar y a estudiar horas incontables cada mes por menos de lo que gana un buhonero al día. Se les olvida, y esto no es nuevo, que los que estamos en la academia, reclamando hoy simplemente lo que es justo, no seguimos allí porque eso nos dé para vivir ni porque dar clases nos vaya a hacer ricos, estamos allí porque amamos lo que hacemos y porque tenemos plena conciencia de lo importante que es, para este país a oscuras, la luz del conocimiento.
Quiero verlos, a cualquiera de los que suscribieron ese acuerdo, a Maduro o a los que ahora se rasgan las vestiduras reclamando lo que no deben, ni entienden, preparando e impartiendo lecciones a diario, o corrigiendo cuando toca unos 80 exámenes por curso, ganando por ello al día menos de lo que se ganaría una mañana en la cola de un Mercal vendiendo café. Quiero verlos explicando temas complejos en salones sin luz, que se caen a pedazos o aguantando las sandeces de los violentos que de cuando en cuando ellos mismos mandan a alborotarnos el avispero. Quiero verlos con las manos arriba, y chorreados de miedo, cuando en una “operación comando” un grupo de delincuentes les llegue a su salón para quitarles a todos hasta la cédula. Así quiero verlos, a ver hasta dónde les llega la incomprensión y, digámoslo con todas sus letras, la desfachatez.
El absurdo de la AN
contra las universidades
Solo el que le teme al pensamiento crítico, a la pluralidad de las ideas y a la evolución del saber humano, le teme a las universidades. Solo el que tiene claro que un pueblo que estudia no se deja usar ni se somete a nadie, puede tener interés en destruir los pocos espacios que aún nos quedan para vencer las sombras. Solo el que no comprende que el futuro no vuela en aviones de guerra, sino en las alas de los libros, puede ser llegar a los niveles de absurdo a los que ahora, contra nuestras universidades, llegó la AN.
CONTRAVOZ
Gonzalo Himiob Santomé
Twitter: @HimiobSantome