Está suficientemente claro que la derecha venezolana, a lo largo de estos últimos 16 años, ha venido siendo derrotada una y otra vez, no sólo en el campo electoral, en el que ha recibido 19 reveses en una veintena de contiendas, sino en todos los ámbitos de lucha cada vez que ha intentado, que han sido muchas, hacerse del poder violentando los cánones constitucionales.
Terca y olvidadiza
El último de estos lances fue cuando, contando, como es de suponer, con la venia y el apoyo del gobierno estadounidense, se planteó el derrocamiento del gobierno bolivariano, a través de la infructuosa “Operación Jericó”, planeada para ser llevada a cabo, este mismo año, hace apenas 9 meses, en una acción que implicaba no sólo el cambio gubernamental sino el magnicidio, pues, en sus propósitos estaba previsto bombardear, con un avión artillado ( estacionado, oportunamente, en una de las bases gringas ubicada en territorio colombiano) el escenario donde iba a estar el presidente Nicolás Maduro y, con ello, dar inicio a una revuelta guarimbérica, con impredecibles consecuencias, activada por las células guerrilleras paramilitares que la derecha paraopositora mantiene incrustadas en varias ciudades del país.
Como sabemos, nada de esto es ficción, la inteligencia bolivariana detectó a tiempo el desmesurado plan, logrando desactivarlo, con lo cual se produjo el encarcelamiento de un grupo de oficiales de la fuerza aérea y de uno de los más conspicuos cabecillas de la subversión: Antonio Ledezma (con él, ya hay dos en chirona, falta otra, a la que también, en su momento, inexorablemente, le llegará su hora).
De tal manera que las derrotas recibidas por la derecha paraopositora, y junto con ella el inefable imperialismo yanqui, no han sido sólo de carácter político-electoral, también hay que resaltar las derrotas que se les ha propinado en otros planos de la lucha política.
De entre ellas, habría que destacar y no olvidar: cuando el llamado a “drenar la arrechera” formulado por Capriles Radonski, la noche del 14 de abril de 2013, que produjo el saldo lamentable de 11 compatriotas muertos (por cierto, cuenta pendiente no prescriptible que tiene el gobernador de Miranda con la justicia venezolana) y cuando la notoria “salida”, propiciada por Leopoldo López, entre febrero y junio de 2014, en la que se le cegó la vida a 43 venezolanos y más de 800 resultaron heridos de consideración, a lo cual hay que agregar los cuantiosos daños causados al patrimonio público, producto de la irracional actuación de las huestes inducidas por el irrefrenable inquilino de Ramo Verde.
Intentonas como estas fueron promovidas en varias oportunidades durante los mandatos constitucionales del Comandante Chávez, siempre marcadas por la derrota y evidenciando la incapacidad de la terca y olvidadiza derecha paraopositora de aprender de sus reiterados errores.
Estrategia bifronte
En esta oportunidad, en el marco de las próximas elecciones parlamentarias, tienen en ejecución una estrategia que hemos caracterizado como bifronte, es decir, con dos caras o dos frentes, apuntando: por una parte, a la participación electoral y, por la otra, de manera paralela, persistiendo en la salida insurreccional.
Por la vía electoral alimentan la ilusión de controlar la Asamblea Nacional, para lo cual confían que el caldo de cultivo desestabilizador que han estado esparciendo con la guerra económica jefaturada por el gurú empresarial, Lorenzo (Oso) Mendoza, les pueda generar la mayoría parlamentaria; pero, al mismo tiempo, han venido sembrando las condiciones para una salida insurreccional, independientemente de los resultados, ganen o pierdan, pues, es tal la desesperación imperialista (evidenciada cada vez por Kerry, Kelly y congéneres) por truncar el efecto geoestratégico de la Revolución Bolivariana en la región nuestroamericana, que tienen dispuesto saltarse las normas constitucionales y el derecho internacional sin parar mientes a las consecuencias de tan desatinada acción.
Por supuesto, obteniendo la mayoría parlamentaria el escenario se les haría más propicio para sus arrestos insurreccionales, porque tendrían el soporte político para extremar sus exigencias de cambio de gobierno sin esperar los lapsus que contempla la CRBV. Y si pierden, que es lo más probable, ya tienen abonado el terreno para cantar fraude; de allí la campaña desmedida contra el CNE y contra Tibisay Lucena, la negativa de suscribir el documento compromiso de reconocimiento de los resultados electorales y la artificiosa matriz de opinión que pretenden crear de que ya tienen ganadas las elecciones.
Nueva derrota
Sin contar con una bola de cristal para leer el futuro, es fácil colegir la nueva derrota que se les avecina y que ya el sabio pueblo les ha estado propinando durante los últimos meses, al no volcarse como esperaban, a las calles, a protestar, motivado por el inducido desabastecimiento de productos y el alza desmedida de precios; muestra inequívoca de la conciencia política adquirida que le ha permitido ponderar tanto los logros alcanzados en el proceso revolucionario como la dignidad de la cual se ha dotado potenciada por la gesta y el legado de Hugo Chávez; así como, identificar a los causantes de sus agobios.
Y sí a los guarismos electorales nos remitimos, los obcecados opositores, deberían comenzar por observar que en las elecciones parlamentarias anteriores, las del 2010, de los 69 diputados obtenidos, 34 los lograron en sólo 5 estados (Zulia 12, Anzoátegui 7, Miranda 6, Táchira 5 y Carabobo 4), en los que, obviamente, las condiciones políticas han cambiado sustancialmente y no a favor, precisamente, de su apátrida bandería. Sobre este punto ahondaremos en próximo artículo, por lo pronto nos acogemos a lo señalado por el amigo llanero: más vale Patria en manos bolivarianas que manoseada por insolentes washingtonianos.
Notas paralelas
Miguel Ugas