Maikel Cáceres se incorporó a la disciplina de los Bravos de Margarita para incrementar la nómina de jugadores isleños en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional
El clubhouse de los Bravos de Margarita se parece a cualquier otro camerino del beisbol invernal. La música en ocasiones suena alto y el ambiente es distendido. Hay saludos, rutilantes cadenas y llamativas franelas estampadas. Nada rompe la rutina que antecede cada juego.
Aquella tarde, sin embargo, sucedió algo inusual. Un hombre de mediana estatura, cuerpo entallado y semblante serio entró vistiendo una malla atlética, con muñequeras en los antebrazos y un bolso deportivo colgando del hombro.
“Parecía un muchacho llegando a un tryout, no un pelotero profesional”, cuenta con aire divertido un integrante de la tropa insular. “Le dieron el locker de Luis Jiménez, al que habían sacado del roster, pero que todavía no se había ido con la selección nacional al torneo Premier 12. Y Luis llegó, y preguntó qué pasaba. Y él siempre muy serio. Pronto se aclaró todo y no hubo problema”.
Así entró Maikel Cáceres a su primer clubhouse en el beisbol profesional.
Acaba de dar el salto al rentado. Tiene 31 años de edad y fue un bateador de .300 en su Cuba natal.
“Buen infielder”, recuerda el grandeliga Henry Urrutia, que en Venezuela defiende a los Leones del Caracas. “Estuvimos juntos en los Juegos del Alba”.
“Un buen pelotero”, coincide su compatriota Félix Pérez, figura de la pelota venezolana. “Buen segunda base. Chiquito, pero pimentoso”.
Cáceres salió de su país en mayo, determinado a cumplir el anhelo de jugar beisbol con los mejores del orbe.
“Salí legal”, aclara en todo momento. “Pedí mi baja de la selección y salí en un vuelo de Cuba a Haití”.
Ahí comenzó el camino que le tiene de isla en isla, ahora en Margarita, buscando visa para un sueño.
Encuentro providencial
Cáceres tiene una chaqueta que en la espalda pone Cuba en grandes letras. Integrantes de los Bravos notaron el detalle apenas le vieron en el hotel de Valencia, donde se unió a su nuevo equipo.
Acababa de probarse en el Programa de Desarrollo, las ligas menores del circuito invernal, donde trituró el pitcheo rival.
Adonis García no necesitó ver la chaqueta para saber que estaba delante de un conocido, cuando las puertas del ascensor se abrieron y Cáceres entró.
“Lo reconocí enseguida”, sonríe García, quien este año llegó a las mayores con los Bravos de Atlanta, luego de un viaje parecido que empezó hace un lustro en el puerto de La Guaira, el lugar donde comenzó el ejemplo que hoy quiere emular su paisano.
“Un amigo cubano me llamó, me habló de Adonis y me comentó que estaba buscando una oportunidad”, rememora Luis Blasini, por entonces gerente deportivo de los Navegantes del Magallanes. “Le vi talento y le invité a la academia.
Luego fue que supe que era un jugador importante en Cuba, que había dejado buenos números en la Serie Nacional y todo eso. Al principio, vi solamente su talento y su deseo”.
No es común que un pelotero extranjero haga su debut profesional en un circuito del Caribe. De vez en cuando ocurre una excepción, motivada por las peculiaridades que todavía distinguen al beisbol de Cuba. En el país de Luis Aparicio y Miguel Cabrera ya van tres casos documentados, con el ya retirado Troy Glaus al inicio de la lista.
García fue el segundo. Por entonces, era un hombre de pocas palabras y notables habilidades. El periodista Alexander Mendoza era reportero en el diario El Nacional cuando lo vio por primera vez, practicando en Valencia, en la pretemporada del campeonato 2011-2012. Tomaba roletazos en el short, sin que hubiera sido anunciada su firma.
“¿Quién es ese?”, preguntó Mendoza. “Un prospecto”, respondió Blasini.
García tiene hoy la soltura de quien probó el éxito después del trabajo duro. Se convirtió en referencia para Venezuela, ídolo en la nave turca.
Aficionados magallaneros le acompañaron por Twitter cuando subió a las Grandes Ligas. Medio estadio Universitario se rindió a sus pies cuando golpeó un jonrón contra los Leones del Caracas, en su primer encuentro entre los Eternos Rivales, esta temporada.
“Miro atrás y son muchas cosas”, sonríe el bigleaguer. “He aprendido a jugar beisbol. Aquí aprendí la disciplina. Es una pelota muy exigente. No soy el pelotero que llegó hace cinco años”.
También era un jugador amateur en ese entonces, como Cáceres hasta hace pocos días. Y se siente afortunado.
“Aquí muchos me ayudaron”, continúa García. “Cuando llegas a un lugar que no conoces, la diferencia está en quiénes tienes al lado”.
Amor por la pelota
Cáceres se entrenó durante meses en la academia de Daniel Osuna, en Dominicana. Casi no vio pitcheos ni jugó, pero su buena condición física es evidente.
Su nombre apareció hace seis meses en algunos medios de comunicación caribeños y estadounidenses. Se dijo que había sido dado de baja de la selección nacional, por intentar salir de Cuba.
Todo cubano que lance o batee es noticia cuando quiere probarse en otras latitudes. “Pero yo salí legal”, reitera.
En Quisqueya no tuvo ofertas. “Decían que ya las nóminas de importados estaban llenas”. Le hablaron de México y Venezuela. “Mi agente decidió que viniera aquí”.
Manuel Rodríguez, gerente deportivo de los Bravos, admite que al comienzo tampoco pensaron en ofrecerle contrato. Pero desde varios frentes llegó la recomendación.
“Entonces decidimos prestarle atención”, relata el ejecutivo. “Investigamos, constatamos que era un jugador de nivel en Cuba y que estaba en excelente condición física. La duda era que no había visto mucho pitcheo en vivo. Pero en la paralela se fue de 10-6”.
Dice Cáceres que ha ido adaptándose a cada nueva situación.
“En la paralela me sorprendí, porque los jóvenes tiran todos más de 90 millas”, cuenta. “Y en un turno que di un jonrón, me quedé viendo la pelota salir. En Cuba hacemos siempre así. Ya me dijeron que aquí eso es ‘perreo’. Por suerte fue el último turno del juego y nadie me tiró un pelotazo”.
La edad puede ser el obstáculo para lograr la oportunidad que busca en la gran carpa, pero él no se arredra.
“Siento que estoy empezando de cero otra vez, como cuando llegué a la Serie Nacional”, confiesa. “Uno se hace su futuro. Me gusta jugar beisbol y creo que puedo hacerlo en las Grandes Ligas. He visto bigleaguers aquí y sí, creo que puedo. Y si no, puedo jugar en el Caribe. Si tienes condiciones, puedes cumplir 40 años de edad y seguir en acción”.