En al menos veinte circuitos los resultados se anuncian muy cerrados, y entre ellos se encuentran los cinco circuitos plurinominales donde se eligen en cada uno tres diputados
En un proceso electoral puede hablarse de que se está frente a un “empate técnico”, previo al momento de votación, cuando la diferencia entre una y otra opción en las encuestas no supera el margen de probabilidades de error que ellas mismas establecen.
Esta no es la situación en el ámbito nacional de las votaciones del 6 de diciembre, porque en la votación global los sondeos de opinión reflejan una mayoría clara a favor de la oposición.
Sin embargo, en al menos veinte circuitos los resultados se anuncian muy reñidos, y entre ellos se encuentran los cinco circuitos plurinominales donde se eligen en cada uno tres diputados. Y serán finalmente los circuitos reñidos los que decidirán quién tendrá mayoría de diputados, simple o calificada, en la Asamblea Nacional.
Son elecciones que pudieran ganarse por ventajas pequeñas, quinientos o mil votos. Cuando sucede así, hay decisiones políticas de por medio que deben ser tomadas por los factores políticos. Un ejemplo de este tipo de caso es lo ocurrido entre George W. Bush y Al Gore.
¿Cómo manejar un cuadro semejante? El asunto depende mucho de la disposición de los factores políticos. Hasta el momento, del lado gubernamental no se considera que el triunfo esté asegurado y el ambiente que existe en sus filas es que pueden ganar o perder, lo que facilitaría que un revés pueda ser digerido y se acate la suma de actas que dé a conocer el CNE. Aunque nunca es sencillo aceptar derrotas.
Ahora bien, del lado de la oposición se ha creado un clima interno en el que se niega completamente la posibilidad de perder en esos circuitos.
En este ambiente psicológico la dirigencia opositora tendrá dificultades para el reconocimiento de los resultados si le son adversos, por más que sea obvio que un circuito empatado no se debe considerar como ganado de antemano.
A esta circunstancia se le añade la posición de factores de poder mundial que estiman como “inaceptable” una derrota de la oposición, independientemente de lo que arroje el conteo de votos en las mesas de votación.
Las presiones que se ejercen desde el exterior, como las que vienen realizando los medios internacionales y un grupo de expresidentes, apuntan en esa dirección.
En vista de todo esto, sería conveniente establecer canales de diálogo que puedan evitar que la situación se escape de las manos.
El punto central sería intentar la firma de un nuevo acuerdo con el compromiso de aceptar los resultados aun cuando la brecha sea mínima. No es fácil manejar desenlaces muy estrechos.
Leopoldo Puchi