“Maduro no es Chávez”, suelen decir los chavistas. Casi tres años después de la muerte de Hugo Chávez, su heredero político Nicolás Maduro sostiene el culto a la personalidad del líder venezolano, pero no ha podido evitar el debilitamiento del proyecto socialista.
“¡El 6 de diciembre gana Chávez!”, asegura Maduro en todos sus discursos, frente a las elecciones legislativas en las que la oposición figura como favorita por primera vez en 16 años de chavismo.
Viejas alocuciones televisivas y la silueta de sus ojos pintada por doquier, la imagen de Chávez es omnipresente en una campaña marcada por la aguda crisis económica, en la cual los venezolanos sufren escasez de productos básicos y una alta inflación que evapora sus devaluados bolívares.
Con esas penurias, la devoción no ha bastado para evitar que el chavismo se erosione.
Una encuesta reciente de la firma Datanálisis estableció que 60% de quienes se dicen militantes del oficialismo evalúan negativamente la situación del país con las mayores reservas petroleras del mundo.
“El chavismo con Maduro se ha debilitado dramáticamente”, sostiene Luis Vicente León, presidente de Datanálisis, subrayando que el presidente “no es un líder carismático” como Chávez.
Popularidad a la baja
Maduro no disfrutó la luna de miel que suelen gozar los presidentes recién electos. Su gobierno tuvo un arranque convulso en abril de 2013: la oposición impugnó el triunfo y la crisis económica arreció, si bien los precios del crudo empezarían a desplomarse un año más tarde.
Desde entonces, su popularidad comenzó a descender hasta el actual 22%, según Datanálisis.
Tras un año en el poder, el gobernante enfrentaba de lleno la crisis que atribuye a una “guerra económica de la derecha” y protestas opositoras que buscaban su renuncia y dejaron 43 muertos.
Gonzalo Gómez, antiguo miembro del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), hoy alejado de la cúpula oficial, cree que a diferencia de Maduro, Chávez tomaba “medidas valientes” y fungía como “árbitro” incluso con la oposición y los poderes económicos.
Para Gómez, líder de Marea Socialista -movimiento afín al chavismo pero crítico con el actual gobierno-, el problema de Maduro “no es de capacidad como individuo, sino de definiciones políticas”. “Ahora tenemos muchas vacilaciones, cosas que se anuncian y no se hacen”, cuestionó.
“Nos preocupa la burocracia, el avance de la corrupción y la acumulación de capital por parte de funcionarios que usan el discurso socialista para seguir en el poder, sin interés de hacer avanzar la revolución. Se está conformando una nueva casta capitalista que tiene la ventaja de que administra la renta petrolera”, agregó.
Un chavismo no madurista
Sin un liderazgo fuerte ni acciones efectivas para reanimar la economía, es inevitable que los chavistas sientan que Maduro “ha deteriorado el legado” de su predecesor y haya divisiones porque se ven en desventaja electoral por primera vez, observa León.
Pero el presidente, que asegura tener un “voto duro” para ganar los comicios, se ha comprometido a mantener los programas sociales en los cuales el chavismo ha basado su apoyo, aún con la caída del precio del crudo.
“La revolución pasó de un liderazgo mesiánico a uno colectivo y eso puede confundir. Ninguno tiene la capacidad de Chávez”, opina un exguerrillero de 78 años y militante del PSUV, quien prefiere reservar su nombre.
Mientras aguarda para votar en uno de los ensayos electorales del oficialismo, el hombre afirma que “a Maduro no lo han dejado gobernar”, y denuncia que en el poder “hay “aprovechadores, un grupo de chavistas solo de nombre”, por lo que exige “radicalizar la revolución”.
“El gobierno está fallando en seguridad y abastecimiento, tiene que aplicar mano dura. Una revolución no se puede hacer con una mano tan blanda”, afirma Juan Fernández, otro chavista de 50 años.
Para León, un amplio triunfo opositor en las legislativas podría dar origen a un “chavismo no madurista” tentado a cambiar al mandatario antes de que culmine su período, y tener posibilidad de victoria en las presidenciales de 2019.
Por lo pronto, viejos colaboradores de Chávez, como la exministra Ana Elisa Osorio, advierten que el gabinete de Maduro tendría que renunciar si el oficialismo es derrotado en las parlamentarias.
Gómez recuerda que en octubre de 2012, tras ser reelegido, Chávez reunió a sus ministros y les advirtió, señalando “el burocratismo, la ineficiencia y la importancia de la autocrítica”, que “si el gobierno no cambiaba ciertas cosas, podría ser el sepulturero de esta revolución”.
Reportaje Agencia AFP